Editorial Alaire

...

No acierto a pensar qué percibes más allá
de esta pradera salpicada de amarillo, luz
por el azar que crea destellos imprevistos,
botones de una carne vegetal que intriga.

¿Puedes imaginar?
No. Puedo especular.

Sí pudieras, sabrías del misterio, eso que,
de forma asombrosa se produce al cerrar
los ojos, dejando suponer al pensamiento
que tras la pradera corre un río, que hay
gigantes sabios que son árboles azulados,
animales que pacen a su sombra, piedras
calientes por el sol. No los ves. Ni intuyes.

¿Me entiendes?
No. Sólo entiendo lo razonable.

Mira. Una vez fui un niño. Desprotegido
de la lluvia que ahora nos cala mientras
paseamos este asfalto de burbujas frías.
Mira, era un niño, ahora soy un hombre,
he crecido durante los años, envejecido.

Entiendo el tiempo. ¿Envejeceré?
Sí. Serás otro siendo el mismo.

Estas hormigas silenciosas y obstinadas
recorriendo tu brazo, no esperan nada,
sólo actúan por la naturaleza dispuesta,
ellas no entienden el tiempo, sólo son,
tú las superas con tu inquietante razón.

¿Soy menos natural que una hormiga?
No. Eres tan consustancial como soy yo.

¿Me enseñarás a imaginar? ¿Aprenderé?
No lo sé. Mi pensamiento crea mundos,
sueña la pasión aplicado a este tránsito
que no comprendo ni tampoco sus fines.
Quizá no sepa enseñarte. Quizá otros sí.

...

Ignacio,

me gustan mucho estas conversaciones con mi androide. Me gusta el tono que empleas, seriamente contenido, deliberadamente frío, trasmite una sensación de honda reflexión sobre el ser humano. He pensado en las conversaciones que tenía el comandante de la nave de "2001, Odisea en el espacio", con el autómata Hal 9000, conversaciones educadas y tranquilas, escalofriantes.

Bueno, a mí me gusta mucho.

Un abrazo.

Muy bello trabajo de Ignacio.

Este tu y yo tan densamente meticuloso presenta el paladeo fiel de las dudas y verdades.
Entronizada llega a través del verso la palabra que pone auge y pensamiento allí donde la
mente lo necesita.

un abrazo

Impresionante como el diálogo se expande y retrocede hasta la más ínitima duda. El tiempo, las hormigas, la imaginación; me ha encantado como nos haces expectadores cercanísimos de la interrrelación humana y androide.

Este tema es algo que me ocupa mucho, Ignacio; quién habrá de enseñar a quién. El androide y sus productos conformarán una raza perfecta con una inteligencia autogenerada y autoregulada; todos los espacios del pensamiento, también los que en este minuto no están activos, abrirán sus compuertas. Seremos la especie anterior, la especie mortal, la débil ausencia de lo genuino.

Excelente trabajo; ya espero con ilusión la próxima entrega.

Abrazo y felicidades.

Pablo Ibáñez escribió:Ignacio,

me gustan mucho estas conversaciones con mi androide. Me gusta el tono que empleas, seriamente contenido, deliberadamente frío, trasmite una sensación de honda reflexión sobre el ser humano. He pensado en las conversaciones que tenía el comandante de la nave de "2001, Odisea en el espacio", con el autómata Hal 9000, conversaciones educadas y tranquilas, escalofriantes.

Bueno, a mí me gusta mucho.

Un abrazo.

Cierto, Pablo, esa escena que mencionas es icónica. Para mi supuso, y algo tengo escrito al respecto, un antes y un después en la representación de la “vida robótica”. Pasar de la imagen de Robby, el robot de “Planeta prohibido”, a la inquietante presencia de Hal resultó todo un acontecimiento.

Gracias por el comentario, y me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
Ignacio

Estas conversaciones hacen reflexionar y conectar con la naturaleza misma. Un poema hermoso y bien escrito
Besos
Pilar

Rafel Calle escribió:Muy bello trabajo de Ignacio.

Gracias por la nota Rafel. Un abrazo.

Ignacio

Guillermo Cuesta escribió:Este tu y yo tan densamente meticuloso presenta el paladeo fiel de las dudas y verdades.
Entronizada llega a través del verso la palabra que pone auge y pensamiento allí donde la
mente lo necesita.

un abrazo

Gracias por la nota, Guillermo. Un abrazo.
Ignacio

Ignacio Mincholed escribió:...

No acierto a pensar qué percibes más allá
de esta pradera salpicada de amarillo, luz
por el azar que crea destellos imprevistos,
botones de una carne vegetal que intriga.

¿Puedes imaginar?
No. Puedo especular.

Sí pudieras, sabrías del misterio, eso que,
de forma asombrosa se produce al cerrar
los ojos, dejando suponer al pensamiento
que tras la pradera corre un río, que hay
gigantes sabios que son árboles azulados,
animales que pacen a su sombra, piedras
calientes por el sol. No los ves. Ni intuyes.

¿Me entiendes?
No. Sólo entiendo lo razonable.

...

Me conformaría con que los humanos entendiéramos lo razonable. Es curioso que podamos provocar esta conducta en seres creados por nosotros mismos y que no seamos capaces de hacer lo que les mandamos. Bueno, me gustó esta propuesta, ágil, amena, interesante, para hacerte pensar. Mis felicitaciones y abrazo.
Salud.

Hallie Hernández Alfaro escribió:Impresionante como el diálogo se expande y retrocede hasta la más ínitima duda. El tiempo, las hormigas, la imaginación; me ha encantado como nos haces expectadores cercanísimos de la interrrelación humana y androide.

Este tema es algo que me ocupa mucho, Ignacio; quién habrá de enseñar a quién. El androide y sus productos conformarán una raza perfecta con una inteligencia autogenerada y autoregulada; todos los espacios del pensamiento, también los que en este minuto no están activos, abrirán sus compuertas. Seremos la especie anterior, la especie mortal, la débil ausencia de lo genuino.

Excelente trabajo; ya espero con ilusión la próxima entrega.

Abrazo y felicidades.

Hallie, siempre aprecio tus notas. Gracias.
Sí, es un tema que cuando menos resulta inquietante. Sumergidos en el espíritu creador sin saber muy bien hacia dónde, como apuntas en tu acertado comentario. Y, sí, es una serie de entregas derivando sobre el asunto.

Otra vez por aquí.
Gracias de nuevo y abrazo.
Ignacio

Ignacio Mincholed escribió:...

No acierto a pensar qué percibes más allá
de esta pradera salpicada de amarillo, luz
por el azar que crea destellos imprevistos,
botones de una carne vegetal que intriga.

¿Puedes imaginar?
No. Puedo especular.

Sí pudieras, sabrías del misterio, eso que,
de forma asombrosa se produce al cerrar
los ojos, dejando suponer al pensamiento
que tras la pradera corre un río, que hay
gigantes sabios que son árboles azulados,
animales que pacen a su sombra, piedras
calientes por el sol. No los ves. Ni intuyes.

¿Me entiendes?
No. Sólo entiendo lo razonable.

Mira. Una vez fui un niño. Desprotegido
de la lluvia que ahora nos cala mientras
paseamos este asfalto de burbujas frías.
Mira, era un niño, ahora soy un hombre,
he crecido durante los años, envejecido.

Entiendo el tiempo. ¿Envejeceré?
Sí. Serás otro siendo el mismo.

Estas hormigas silenciosas y obstinadas
recorriendo tu brazo, no esperan nada,
sólo actúan por la naturaleza dispuesta,
ellas no entienden el tiempo, sólo son,
tú las superas con tu inquietante razón.

¿Soy menos natural que una hormiga?
No. Eres tan consustancial como soy yo.

¿Me enseñarás a imaginar? ¿Aprenderé?
No lo sé. Mi pensamiento crea mundos,
sueña la pasión aplicado a este tránsito
que no comprendo ni tampoco sus fines.
Quizá no sepa enseñarte. Quizá otros sí.

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Me encantan este tipo de obras que te hacen reflexionar y a la vez admiro tu creación.
Un honor descubrirte.
Muchas gracias por compartir.
Un abrazo.

Pilar Morte escribió:Estas conversaciones hacen reflexionar y conectar con la naturaleza misma. Un poema hermoso y bien escrito
Besos
Pilar

Gracias Pilar. Tiempo sin contestaros. Siempre aprecio tus notas.

Un abrazo.
Ignacio

Otra de tus grandes series, amigo. Los aplausos salen de mis manos y mi mente queda en los versos navegando.
Un abrazo

Poemas inolvidables: Conversaciones con mi androide. Hormigas, de Ignacio Mincholet.