Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Más dificultad que talento, Pablo, que este último no me sobra. Te agradezco muchísimo tus elogios, que, viniendo de ti, los aprecio considerablemente.Pablo Ibáñez escribió:Jerónimo,
me parece un ejercicio de gran talento y dificultad, amigo, del que has salido más que airoso. En paralelo al portentoso despliegue técnico, el conjunto desprende un aire de clásica ironía que le da un encanto muy especial.
Me gusta mucho.
Un abrazo.
J. J. M. Ferreiro escribió:Eres un lujo para estos foros, amigo Jerónimo. Poemas como estos te dan el marchamo, por lo menos para mí, de este calificativo. El estilo, la ironía, la historia, la técnica... Todo esto y más hacen de esta obra, algo como para sacarse el sombrero.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Rafel Calle escribió:Muy bello trabajo, amigo Jerónimo, donde consigues que los versos se lean con fluidez y no caigan en el empalago ripioso, a pesar de las grandes dificultades que presenta la combinación elegida,
Como he dicho en un comentario a Guillermo, me gustaría incluir esta obra en Manual del poema, un libro que empecé hace tiempo y que ahora, aunque aún falta por hacer, va cogiendo cierta forma.
Ha sido un placer leerte. Felicidades, compañero, por tan bello, interesante y loable trabajo.
Un fuerte abrazo.,
Óscar Distéfano escribió:Una idea poética estupenda, y un desarrollo llevado con maestría. Admirable resurrección de esa métrica que se lee con agrado gracias a tu talento. Este poema es un digno ejemplo para los que necesitamos sacarnos de encima ciertos prejuicios formales. Veo, gracias a ti, que, en poesía, todo sigue siendo válido, y todos los recursos siempre estarán disponibles para que el poeta pueda trasmitir sus ideas y sentimientos. Enhorabuena.
Un abrazo, amigo.
Óscar
Josefa A. Sánchez escribió:Con admiración (y no sin cierto grado de envidia) leo estos versos tuyos que, aparte de técnicamente perfectos, tienen esa cualidad medieval de contar con gracejo una historia jocosa, en lenguaje sencillo, que no simple y con mucho acierto y creatividad. Un lujo venir y apre(he)nder,
Un abrazo.
Pepa
Administración Alaire escribió:Enhorabuena, amigo Jerónimo, por el reconocimiento como Poema de la Semana a tu obra "Orden remendada (poema del siglo XIII en cuaderna vía)".
Un cordial abrazo.
Pilar Morte escribió:Me alegra volver sobre esta gran obra escrita con tanta maestría. Felicidades por este merecidísimo reconocimiento.
Besos
Pilar
J. J. M. Ferreiro escribió:NORABOA, Jerónimo, por este merecido reconocimiento a tan magna obra.
Un fuerte abrazo.
Jerónimo Muñoz escribió:Orden remendada (Poema del siglo XIII en cuaderna vía)
Don Gil, el arzobispo, tuvo necesidad
de encontrar cura casto y de mucha bondad,
aguerrido y valiente, mas de mucha piedad,
muy firme en la palabra y aún más en la verdad.
Mal consejo le dieron pues envió a buscar
a este pobre canónigo, maestro en el pecar,
más amigo de letras, de holgar y de yantar,
que de cumplir encargos que no sabría acabar.
Mandome el arzobispo que aína habría de ir
por ciudades y villas que no quiero decir,
y a los curas y frailes de las mismas reunir
y leerles a todos lo que él iba a escribir.
Y allí mismo escribió una carta tamaña,
bermejas sus mejillas de cólera y de saña,
y en escribirla puso tal empeño y tal maña
que creí que era preso de una locura extraña.
Antes de mi partida, llegué de buena gana
a departir un rato con la mi barragana,
pues, antes de un viaje, tuve por cosa sana
gozar de la compaña de mujer bien lozana.
Le hablé de aquella carta, pidiome la leyera,
y la carta decía, en palabra ligera,
que “todo cura o fraile que manceba tuviera
habría de abandonarla o excomulgado fuera”.
Dolientes nos quedamos, muy tristes y callados,
porque en lo escrito vimos, con ojos espantados,
que allí nosotros mismos éramos condenados
al ser nuestros amores públicos y probados.
Conocía mi manceba a un monje de un convento
que escribía grandes códices y enmendaba con tiento
los yerros que otros monjes, escasos de talento,
hubieran cometido sin buen comedimiento.
Llevó la carta al monje, que, al leerla, quedó
blanco como la nieve, pues él también halló
espantosa y muy cruel la ordenanza que vio,
porque había barragana a la que siempre amó.
Pidió la mi manceba al monje que enmendara
parte de aquella carta, que Dios nunca aprobara,
y así la orden que luego a las villas llegara
fuera de mayor gracia que la que allí se hallara,
y también esos otros que no estaban nombrados
pudieran verse libres y no estar acuitados,
y vivir sus jornadas sin ser atormentados
creyendo ser culpables de vicios y pecados.
Así lo hizo el buen monje y la carta estudió
y donde se decía “abandonarla”, vio
que aquello era un gran yerro, pero él lo enmendó
y por otra más sabia tal palabra cambió.
Con la carta enmendada, por La Mancha me fui
y a los curas y frailes en cabildos reuní
y la orden escrita a todos les leí,
y al leerla, por todos muy loado me vi.
La orden que por fin a todos les leyera
decía con palabra muy bella y placentera
que “todo cura o fraile que manceba tuviera
habría de mantenerla o excomulgado fuera”.
Enterado don Gil de la grande alegría
con que fuese acogida entre la clerecía
la excomunión a todo el que manceba había,
mandome traer la carta, que leerla él quería.
Y en leída, esto dijo: “Dios Padre guió mi mano
y, pues Él así quiso darle goce al cristiano
y, pues Él siempre ordena lo provechoso y sano,
que tener barragana sea yerro muy liviano,
pero que quien la tenga, cual aquí se ha ordenado,
bien guiada mi mano por Dios, mi Padre amado,
que le de buen yantar, y vestido y cuidado,
y quien así no hiciera, que fuera excomulgado”.
Y durante algún tiempo, cualquiera fraile o cura
pudo gozar manceba sin traba ni amargura;
hasta que el Papa supo de esta dislocadura
y, con tajante edicto , todo metió en cintura.
