Carta a Nayibe
Publicado: Vie, 24 Mar 2017 20:10
Otra vez te espero en el patio
aunque sé que ya estás muerta.
Es curioso cómo los geranios actuán
tras percibir el color violeta de la tarde.
Ya estás muerta, más que muerta.
Eres un águila del recuerdo
que vuela por encima del Everest de mis insomnios.
Yo nunca he mirado tus senos de cerca, Nayibe.
En los diez años, que es cuanto dura un amor de mentira, no me ha dado tiempo.
Estuve demasiado ocupado en morirme.
Perdóname, si la niña nació de ese miedo
que une a los moribundos.
Ya sé que, en ciertas culturas, la muerte no duele tanto.
Pero la mía es ceniza, una cultura de ceniza.
Nací en un pueblo adicto a los incendios.
De hecho, tengo la espalda quemada
y tú lo sabes, eres la única que ha visto mi constelación
de cicatrices infantiles.
Tal vez has escuchado gritos que han salido de mi boca
pero no fueron míos.
Tal vez hay perros que no ladran
cuando están ladrando, y el quejido de la muerte
se vuelva un eco innecesario.
Pero hay un pozo abandonado que persiste
(suplico que alguien venga a beber mi sangre).
Hoy se juntan los viernes a celebrar tu cabello.
Tu cabello era cómo esas ciudades dónde uno encuentra
el sentido de pertenecer a la oscuridad.
El amor es arrojarle diamantes a un ciego
y decirle que solamente son piedras.
Por eso no puedo explicar la actitud de los geranios
que han entrado en mi bolsillo,
se han adueñado de mi móvil
y ahora mandan un whatsapp a dios
por cada vez que cuelga la esperanza.
Jódete, dicen, por los amores perdidos
y porque has mandado a tu hijo demasiado temprano.
aunque sé que ya estás muerta.
Es curioso cómo los geranios actuán
tras percibir el color violeta de la tarde.
Ya estás muerta, más que muerta.
Eres un águila del recuerdo
que vuela por encima del Everest de mis insomnios.
Yo nunca he mirado tus senos de cerca, Nayibe.
En los diez años, que es cuanto dura un amor de mentira, no me ha dado tiempo.
Estuve demasiado ocupado en morirme.
Perdóname, si la niña nació de ese miedo
que une a los moribundos.
Ya sé que, en ciertas culturas, la muerte no duele tanto.
Pero la mía es ceniza, una cultura de ceniza.
Nací en un pueblo adicto a los incendios.
De hecho, tengo la espalda quemada
y tú lo sabes, eres la única que ha visto mi constelación
de cicatrices infantiles.
Tal vez has escuchado gritos que han salido de mi boca
pero no fueron míos.
Tal vez hay perros que no ladran
cuando están ladrando, y el quejido de la muerte
se vuelva un eco innecesario.
Pero hay un pozo abandonado que persiste
(suplico que alguien venga a beber mi sangre).
Hoy se juntan los viernes a celebrar tu cabello.
Tu cabello era cómo esas ciudades dónde uno encuentra
el sentido de pertenecer a la oscuridad.
El amor es arrojarle diamantes a un ciego
y decirle que solamente son piedras.
Por eso no puedo explicar la actitud de los geranios
que han entrado en mi bolsillo,
se han adueñado de mi móvil
y ahora mandan un whatsapp a dios
por cada vez que cuelga la esperanza.
Jódete, dicen, por los amores perdidos
y porque has mandado a tu hijo demasiado temprano.