que el alma sueña, -nunca conseguida-,
sublime renacer a nueva vida
en la fe de esa luz de gran nobleza
que alumbra con ternura y sutileza
en su inmortalidad estremecida,
detenida en el tiempo sin medida
y engalana la flor. La vida empieza...
Resplandecen auroras boreales;
navegan entre mares de azucenas
bajeles que acarician mis sentidos
con rumor de campanas celestiales
y rompen esa magia las cadenas
el mal hechizo de los dias perdidos.