Página 1 de 1

El trabajo, capítulo 17 de "La deriva"

Publicado: Mié, 01 Feb 2017 18:07
por Ramón Carballal
EL TRABAJO


El recepcionista le está mostrando un plano de la ciudad. Traza con su dedo la ruta que deberá seguir Berta. “Estamos aquí, ve. Ésta es la plaza de Pontevedra, usted tiene que salir por la avenida de Finisterre, siempre recto, al principio es subida, luego se cruza con la ronda de Outeiro, a la izquierda verá un Polígono, ese no es, tiene que continuar, siempre por la misma carretera, pasará por delante de Genosa, la empresa de grafitos, más tarde Meirama y Pastoriza , finalmente saldrá a una rotonda donde a mano derecha verá el Polígono de Sabón”. Mientras habla, levanta la vista de vez en cuando, para comprobar que Berta le está entendiendo. Ella asiente con la cabeza. No tiene perdida, es el camino que recorría con Cuca y sus padres cuando iban a la playa de Barrañán. Ignora como seguirá en la actualidad, pero en aquel tiempo en lo que ahora hay un Polígono apenas existían un par de fabricas pegadas a la costa, dos moles de cemento armado que exhibían chimeneas cónicas con franjas blancas y rojas, una especie de crematorios gigantes o de faros indios cuya manera de avisar a los barcos de la proximidad del litoral era crear esas nubes artificiales de C02 que formaban una capa gris visible a larga distancia en los días calmos del verano. Berta recuerda que, cuando circulaban a la altura de estas industrias, el padre de Cuca se quejaba del mal olor y ordenaba cerrar las ventanillas del coche durante un rato. Lo tenia tan controlado que, al abrirlas de nuevo, justo cuando se cruzaban con el sendero que iba a la cantera, el olor pestilente había quedado atrás y se volvía a respirar el aire aventado cargado de salitre. En la misma dirección, adentrándose en el monte, se hallaba el matadero de Frigsa. Era el lugar fetiche de Cuca, le encantaba asustar a Berta con historias que se inventaba, como aquella sobre terneros desollados por matarifes sádicos que cortaban la yugular de las reses para beberse su sangre en aquelarres nocturnos bajo la luz del plenilunio, mientras los oficiantes invocaban al demonio ante piras fantasmales recitando con voces de ultratumba las palabras arcanas de misteriosos ritos satánicos. No te creo nada, le decía Berta riéndose, es la pura verdad, te lo juro, me lo contaron los vecinos más ancianos del lugar, uno de ellos, Remigio Caracortada, es miembro de una sociedad secreta que practica la magia negra, una vez quiso iniciarme, sabes, pero yo sospechaba que querían utilizarme para el sacrificio, para abrirme en canal, así que los mande a paseo, eso sí, me entere de unas cosas que ponen los pelos de punta, si quieres te las cuento, no, Cuca. Mira, dice Cuca cambiando bruscamente de asunto ante el desinterés de su amiga, hay marea baja y la bandera está verde, hoy nos podremos bañar. La playa de Barrañan se sitúa frente al mar abierto, las olas cogen fuerza impulsándose por el viento, se las ve crecer en altura, aumentar de tamaño, hasta que estallan con ímpetu sobre la arena, derramándose con artificios de espuma blanca y sonidos de pastilla efervescente. Es una playa peligrosa, donde la resaca absorbe a los bañistas descuidados que se meten más de lo debido en las entrañas del mar. Aquí los ahogados abundan, por eso los padres de Cuca solo las dejan bañarse en las lagunas que se forman cuando baja la marea, allí pueden nadar sin problemas porque el agua no les llega más arriba del pecho. Cuca, a sus doce años, es una gran nadadora, no se puede decir otro tanto de Berta, que se limita a flotar como un tablón de madera sobre el agua estancada, su especialidad es hacer el muerto. Después del baño se secan la una a la otra, entre risas se ponen las camisetas y se van a comer con los padres de Cuca al restaurante que queda en lo alto de la colina. En una ocasión, el padre de su amiga, las invitó a percebes porque Berta le dijo que nunca los había probado, aún se acuerda de la ingrata impresión visual que le causaron aquellos crustáceos que le parecían los dedos de los pies de un mandinga, cogió uno de los racimos que le puso Cuca en el plato y al tacto le dio asco, comérselo ya fue tarea imposible, tocan a más dijo la madre de Cuca llevándose a la boca el fruto hermafrodita con evidente goce gustativo. Al cabo de unos años, no sin recelo, consiguió probarlos cuando Jaime la convenció para que fueran a una marisquería de la plaza de Santa Ana en Madrid , quiero esos le dijo Jaime al camarero, señalando una bandeja repleta de percebes que por su exhuberancia habían puesto en exposición permanente. Le gustaron tanto que ahora cuando le preguntan por su manjar favorito, ella dice sin dudar: mandinga. Estos son recuerdos que evoca mientras se dirige hacia el periódico, su Ibiza rojo cabecea con las marchas cortas que Berta mete con dificultad, el tráfico por la avenida de Finisterre forma una cola que avanza como una caravana de camellos, lenta y armoniosamente, dirigidos por un guardia en prácticas que efectúa remolinos con sus brazos, bajo el scalextric de la ronda de Nelle. A las diez en punto se encuentra delante del edificio de La Voz de Galicia, es una construcción de planta rectangular, de tres pisos lineales, cuadriculados, donde el cristal y el acero predominan en la estructura. Enormes letras rojas, con los mismos caracteres góticos que se utilizan en la portada del periódico, se sostienen en lo alto sobre pilares de hierro. Berta no encuentra plaza en el aparcamiento, multitud de coches en batería no dejan ni el más mínimo hueco libre, decide salir de nuevo y aparcar en el arcén de la carretera. Tiene que andar unos trescientos metros hasta la entrada, cruza la puerta giratoria, el vigilante jurado le indica que pase por el detector de metales, se dirige hacia la derecha, donde la chica de información está atendiendo a un hombre empeñado en entregar en mano una carta , no, mire, no puede ser, ese no es el procedimiento, usted tiene que remitirnos la carta por correo a esta dirección, concretamente a la sección de cartas al director, lo que quiero es asegurarme de que se va a publicar , eso no se lo puedo decir yo, por eso he venido ,para hablar con el responsable de la sección, ya le he dicho que no es posible, no concede entrevistas, pues no me voy a mover de aquí hasta que hable con esa persona, como quiera pero deje sitio por favor, el hombre se aparta y se sienta, con fastidio, en uno de los sillones de la sala de espera, parece tenso mientras aprieta con las dos manos los folios que tiene sobre las rodillas, en qué la puedo ayudar, tengo una cita con don Manuel Ribera , cuál es su nombre, Berta Sanmartín, ah! si la estábamos esperando, don Manuel me dijo que cuando llegara subiera directamente a su despacho, es por ahí dijo señalando de frente, coja el ascensor hasta la primera planta, nada más salir verá la sala de redacción, a la izquierda está su despacho, es el primero, no tiene perdida, el nombre de don Manuel figura en la puerta, muchas gracias, espere que le doy esta acreditación, la chica le pone en la solapa una cartulina de visitante sujeta con un prendedor rojo. Berta sigue las instrucciones que le han dado, al salir del ascensor alguien la llama, Berta eres tú, ella se da la vuelta, ¿no me conoces?, soy Felipe, si claro, ya me dijeron que venias a trabajar aquí, caramba, nunca creí verte en activo, siempre pensé que lo tuyo era la docencia, yo también lo pensaba, pero ya ves. Felipe ha sido uno de sus alumnos en la Facultad de periodismo, no le gusta encontrarse con exalumnos y menos trabajar con ellos, cree que van a juzgar su trabajo con mayor rigor , que esperarán seguir aprendiendo a su lado, teme la decepción que generará. Tal como le han dicho, al llegar ante la puerta de cristal esmerilado, puede leer el nombre que está buscando y debajo todas las letras del cargo que ostenta, excepto la j: efe de personal. Es el primer despacho de una serie de cinco exactamente iguales, peceras con las persianas bajadas y las mismas puertas solo que con diferentes nombres y puestos. Berta llama dos veces, una voz desde dentro le dice que pase, hola, soy Berta, hombre, bienvenida , Manuel le da la mano, delante de ella ve a un individuo con una camisa azul desabrochada en el primer botón que lleva remangada hasta los codos, la corbata es verde limón, con el nudo a medio deshacer, el pantalón de tergal azul oscuro pierde la horizontal a la altura del ombligo ante la presión de una barriga más que incipiente, su expresión es amable, el cabello cuidadosamente recortado a navaja, las canas se las ha dejado en las patillas y se ha teñido el resto de un castaño claro un tanto artificial, está acostumbrado a sonreír y se le forman unas graciosas patas de gallo en las sienes, en conjunto parece un hombre agradable, perdona si me he retrasado un poco, me ha costado aparcar, dímelo a mi, estamos a punto de comprar otra parcela para hacer un parking, pero siéntate, gracias, espera que voy a mirar en el ordenador si figuran tus papeles en regla, vamos a ver, contrato, seguridad social, te dimos copia de todo, verdad, si ya las tengo, supongo que estarás deseando conocer a tus compañeros, me encantaría, te voy a presentar a tu jefa, tenemos que subir, la sección de local está en el tercer piso, ven conmigo por favor, salen al vestíbulo , hay varias personas esperando los ascensores, Manuel se desvía hacia las escaleras, a Berta le da por contarlas mientras sube, veintidós peldaños, el vestíbulo superior es igual al inferior pero la sala no, aquí la tienen dividida en cuatro partes por unos paneles en cruz. En uno de los pedazos de la tarta , Luisa, la jefa de local, da instrucciones a un joven con aspecto de becario, te lo pedí a tres columnas, Mario, tienes que reducirlo, céntrate en la noticia, hablas de un incendio no de la comunidad de vecinos, búscale un buen titular, a veces el titular es la mitad de la noticia, Luisa, si, te presento a Berta, Luisa ensaya la mejor de sus sonrisas, mostrando dos paletillas ligeramente separadas, tenia muchas ganas de conocerte, ven a mi despacho y hablamos, bueno, yo os dejo, dice Manuel, hasta luego, el despacho de Luisa es más pequeño que el de Manuel, tiene una silla tipo directivo, de skai negro con respaldo alto, la mesa resulta aparente, de algún conglomerado que imita madera, encima de ella la pantalla de un ordenador, teclado ergonómico, ratón óptico, unas bandejas portafolios y un cubilete con utensilios para escritura, a su derecha un mueble con archivadores, en la pared del fondo, detrás de ella, cuelgan en marcos cuadrados de acero varios títulos y algunos certificados de asistencia a cursillos y congresos, en una esquina dos o tres plantas, en la pared izquierda un póster de las cataratas de Iguazú, bajo el póster una mesita con una cafetera , justo enfrente, al mismo nivel, el cartel de la película Primera Plana con Jack Lemon y Walter Mathau. Berta se sienta en una de las dos sillas fijas que hay delante de la mesa de Luisa
-debería empezar por ponerte en situación-dice Luisa mirándola con sus ojos saltones- cuál es nuestro cometido dentro del periódico y todo eso, pero en tu caso me parece innecesario
-no te creas, trátame como a una novata, te lo agradecería-le sugirió Berta
-muy bien, como sabes, en local nos ocupamos básicamente de cosas como sucesos, información municipal, problemas en los barrios, obras, espectáculos, juicios, no es un periodismo de altura, es más bien un tipo de trabajo que nos obliga a estar a pié de calle, supongo que eso no te importa
-al contrario, era lo que más me atraía de vuestra oferta
-tenemos dos fotógrafos a nuestra disposición-continuó Luisa-, Ángel y Martina, ya los conocerás, cuando surge una noticia mandamos al reportero y al fotógrafo , nos traen la primera información y sobre eso juzgamos su importancia , cómo lo vamos a cubrir , el enfoque y la extensión del artículo. Naturalmente, para todo esto dependemos del visto bueno de dirección
-supongo que tenéis contactos en la policía municipal, bomberos, ayuntamiento y todos estos sitios, ¿no?-preguntó Berta
-por supuesto, ellos nos informan enseguida de cualquier suceso, la inmediatez es importante, por cierto,¿sabes andar en moto?
-no-dijo Berta algo sorprendida
-es que es la forma más rápida de desplazamiento, la que solemos utilizar, de todas maneras nuestros fotógrafos son moteros y en caso de urgencia te podrían llevar de paquete
-no me hace mucha ilusión eso de ir de paquete, pero, bueno, si son gajes del oficio…
-solo será en casos especiales. Coche si tienes ¿ no?
-si, tengo un Ibiza alquilado
-bien, un coche si es necesario, no podemos depender de autobuses o de taxis-dijo Luisa como si le hiciera un reproche
-entiendo, me gustaría preguntarte como funcionáis, me refiero a si cada uno tiene asignados unos temas determinados, por ejemplo, uno se ocupa de sucesos, otro del ayuntamiento y así, o se decide sobre la marcha
-normalmente soy yo quién decide, depende de la importancia de la noticia y de lo ocupado que esté cada cual en ese momento-puntualizó Luisa.
-bien, creo que más o menos me hago una idea, ya solo falta ponerse manos a la obra
-vale, te voy a enseñar tu puesto-dijo Luisa levantándose
Berta y Luisa salen del despacho y se dirigen hacia dos mesas prácticamente pegadas, una está ocupada por Mario, la otra está libre
-ésta es la tuya-dice Laura retirando la silla. Vas a estar bien aquí, ya verás. Sé que no es una sección que permita mucho lucimiento, pero es de las más leídas. Tengo dudas de que sea lo más adecuado para ti, ya sabes que en local se suele poner a la gente que empieza, pero, en fin, tú lo solicitaste
-me apetecía empezar por abajo, el periodismo de Facultad es otro mundo, se teoriza y al teorizar se pierde el contacto con la realidad.
-te voy a asignar tu primer trabajo, es un derrumbe que se produjo esta madrugada en la calle Orillamar, falleció un joven y el edificio quedó destrozado, vete hasta allí y habla con los bomberos, los técnicos del ayuntamiento, la policía y los vecinos, a ver lo que sacas
-de acuerdo
-ah, otra cosa, recoge en Secretaría la tarjeta de acreditación, me dijeron que ya estaba lista
Berta pregunta en Secretaria y le dan una tarjeta plastificada con su foto, su nombre y el anagrama del periódico: una uve superpuesta a una ele. Se nota algo aturdida, como le ocurre siempre que tiene que adaptarse a un cambio brusco, a un nuevo escenario que pronto le resultará familiar. Un deseo repentino, que la ha asaltado como un fogonazo, pone a Jaime en el centro de su mente, quiere llamarle ,contarle sus primeras impresiones, duda en hacerlo cuando ya tiene el móvil en la mano, para qué, mejor le escribe un correo electrónico, no quiere escuchar su voz, ni que él escuche la suya, sobre todo que él no pueda adivinar, tras el velo de las palabras, el desasosiego de su corazón, esa arritmia que ella nota como una bola en la garganta y que no es más que miedo y soledad . No puede exponerse a eso, porque Jaime tiene ramalazos heroicos que le harán decir, voy a verte enseguida, por no decir “te salvaré” que es lo que querría decir para salvarse él, salvar un amor que ha perdido su objeto por la sola voluntad de ella, eso le haría sentirse un imán invencible capaz de inmovilizar a Berta para siempre, para que no se escape más, aunque Berta quiera, la necesita, poseerla es darse vida. Es como un vampiro que busca en la noche su cuello lánguido para inocularle de una vez por todas el deseo perdido, el filtro de amor que la embrujará y la hará caer en sus brazos, desmayada sobre su pecho, donde podrá descansar eternamente con el arrullo de su voz y el calor de sus besos. Berta sigue con el móvil en la mano, apretándolo con fuerza, de repente el sonido de una llamada la despierta de sus cavilaciones, mira en la pantalla, es el número de Jaime, lo apaga.

Re: El trabajo"fragmento de La deriva"

Publicado: Mar, 07 Feb 2017 0:45
por Hallie Hernández Alfaro
Muchísima riqueza narrativa, el autor hace mover a los personajes con soltura y con una definición de personalidad aplastante. Protagonizan, aportan, son figuras representativas y conocidas por todos; excelente el perfil de cada uno.

Te sigo con sumo interés, amigo. Gracias por tus valiosos aportes.