La Rosa Blanca
Publicado: Jue, 26 Jun 2008 16:26
La Rosa Blanca
Como es la costumbre popular las mujeres vestían sus apretados pantalones,
iban contoneándose, abriéndose paso, adelantándosele a los carros y a las camionetas que amontonadas exhibían las caras pálidas y sudorosas y los ojos que se iban tras el ritmo imposible de eludir de las caderas. Era miércoles ¿ de cenizas?
No para los amantes que se pellizcaban cosas reclinados en su playa de besos y presionaban su espalda sobre la pared donde ahora se ve el graffiti de los poemas de Martí. Martí que siempre va a estar con los pobres y hasta con los ricos en el cementerio.
Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca
José Martí.
Sí y No con su cojera cruzaban la esquina con excruciante dificultad. Síno en la basura orgánica que abonaba las aceras. Basura babosa que se tragó el rugir de los estómagos de quienes conocen al proverbial monstruo por haber estado en su barriga. De los cerros colgaban ls sueños, salían del palomar de casas que mas bien parecían de esas casitas que hacen los niños con barajas.
E.R.Aristy©ERA
Caracas, Venezuela
Septiembre 2004
Como es la costumbre popular las mujeres vestían sus apretados pantalones,
iban contoneándose, abriéndose paso, adelantándosele a los carros y a las camionetas que amontonadas exhibían las caras pálidas y sudorosas y los ojos que se iban tras el ritmo imposible de eludir de las caderas. Era miércoles ¿ de cenizas?
No para los amantes que se pellizcaban cosas reclinados en su playa de besos y presionaban su espalda sobre la pared donde ahora se ve el graffiti de los poemas de Martí. Martí que siempre va a estar con los pobres y hasta con los ricos en el cementerio.
Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca
José Martí.
Sí y No con su cojera cruzaban la esquina con excruciante dificultad. Síno en la basura orgánica que abonaba las aceras. Basura babosa que se tragó el rugir de los estómagos de quienes conocen al proverbial monstruo por haber estado en su barriga. De los cerros colgaban ls sueños, salían del palomar de casas que mas bien parecían de esas casitas que hacen los niños con barajas.
E.R.Aristy©ERA
Caracas, Venezuela
Septiembre 2004