Solsticio de invierno
Publicado: Jue, 22 Dic 2016 2:53
La luz se hace más tenue
los días son más cortos
y las noches se alargan.
El alma se silencia
en las tardes sin sol, crepusculares.
Todo se va aquietando
y el espíritu mira para dentro.
Buscamos en las cuevas los enigmas
y observamos la esencia de lo oscuro.
El solsticio de invierno
nos hace vulnerables,
pero también nos abre a los secretos
y elevamos plegarias
pidiendo por la paz de este planeta.
La luz es sólo un hilo de oraciones
porque cesen las muertes por azar.
Un minuto parados,
en el silencio sombra de la herida
que grita en el mutismo de la sangre.
Berlín es paradero
de sollozos que anidan en la niebla.
Las velas y las lágrimas se unen
en una sola voz.
Se teje lentamente un único deseo:
que los seres humanos
podamos dialogar
sin tener que matarnos.
En la consecución de la hermandad
hay que dejar de lado diferencias.
Entrelazamos los hombres y mujeres
la lágrima esencial del ADN
que compartimos todos como especie.
Las víctimas nos hablan al oído
y nos piden templanza.
El sol es ahora luz sinuosa y tímida.
El solsticio de invierno nos acoge
en su lenguaje lleno de los códigos
armados con la paz de la intrahistoria.
Ana Muela Sopeña
los días son más cortos
y las noches se alargan.
El alma se silencia
en las tardes sin sol, crepusculares.
Todo se va aquietando
y el espíritu mira para dentro.
Buscamos en las cuevas los enigmas
y observamos la esencia de lo oscuro.
El solsticio de invierno
nos hace vulnerables,
pero también nos abre a los secretos
y elevamos plegarias
pidiendo por la paz de este planeta.
La luz es sólo un hilo de oraciones
porque cesen las muertes por azar.
Un minuto parados,
en el silencio sombra de la herida
que grita en el mutismo de la sangre.
Berlín es paradero
de sollozos que anidan en la niebla.
Las velas y las lágrimas se unen
en una sola voz.
Se teje lentamente un único deseo:
que los seres humanos
podamos dialogar
sin tener que matarnos.
En la consecución de la hermandad
hay que dejar de lado diferencias.
Entrelazamos los hombres y mujeres
la lágrima esencial del ADN
que compartimos todos como especie.
Las víctimas nos hablan al oído
y nos piden templanza.
El sol es ahora luz sinuosa y tímida.
El solsticio de invierno nos acoge
en su lenguaje lleno de los códigos
armados con la paz de la intrahistoria.
Ana Muela Sopeña