Editorial Alaire

A la mujer de negro
que conduce las nieblas perversas;
a las tormentas,
desarraigadas
y a las riveras Del Río un desagüe en lodos.

Esa mujer de negro,
con cara enegrecida y al límite encobrada,
todo es fuego, cansancio
y lágrimas,
bajo sorpresas de una mañana.

Mujer, que no mantuvo luz entre sus dedos,
sin armas, de querrá bien bruñidas.

Visitada del mundo,
por verde
atónito,
en un tipo de circunstancia,
de círculos,
las palomas con sus rezos,
todo lo amigan,
desligando,
romos y causas y
no hay blanco,
ni brisa,
ni consuelo,
solo intereses que nunca pasan.

Dónde está la fuente de tu pureza dama de negro,
dónde escondisteis los besos,
dónde, en qué cielo
pronunciasteis el recato.

Y esa mi sonrisa y mi beso mantenido   
o el canto del cielo
o los verdes cuando en sí mismos se entienden.

Lucho, y lo hago despacio,
pero sé que tú mi Dios eres mi sustancia y mi alma,
y de tu mano solo voy adelante.

Queriendo tanto a los que en esa pasión se encienden,
soy consciente
del color vivo de vuestros milagros.

Sale de la Sala de Espera.

Como una satánica bruja aparece ls mujer de negro dispuesta a dar a tu inspiración un tono oscuro. Has sabido defender
tu luz clara con el ritmo y la belleza de los versos y con el paso a otro reflexión que mira al cielo y salva el alma de los quehaceres
estéticos de un rimbombante poema.

Un abrazo