Apagamos los ojos con una venda
Publicado: Mar, 29 Nov 2016 15:49
Con los ojos vendados
pude ver el océano de tu piel,
contemplar la marea de tu cuerpo
moverse suavemente bajo mis manos.
Resonaba en mi corazón tu arrecife
y en tus labios bailaba una sirena.
Pude escuchar la humedad de tu bosque,
goteaba en la menta y en la nativa flora
que nacía de tu vientre,
porque todo nace de ahí,
el silencio, tu respiración, la noche;
esta guardó en su vientre la distancia de tu cuerpo
y el abismo de tu cabello,
mientras maduraba la uva
que desgranaba mi pecho con su racimo.
Pude oler los pétalos de tu piel
cuando deshojaban su aroma de rosa movediza,
¡como si te hubiesen cortado
y fallecieras lentamente en tu perfume, fresca, única!,
alejada del jardín que marchitaba su soledad.
Sentía que podía tocarte con mi voz
y acariciarte con la palabra,
sentí que no era necesaria la poesía,
éramos dos oscuridades
intentando tocar la flama profunda de nuestro deseo.
Tus secretos sabían a frambuesa,
tenían el sabor del fuego en mi boca,
a amanecer abatido de rocío,
a lágrima dulce.
Apagamos los ojos con una venda
y aunque no lo creas, igual podía verte.
pude ver el océano de tu piel,
contemplar la marea de tu cuerpo
moverse suavemente bajo mis manos.
Resonaba en mi corazón tu arrecife
y en tus labios bailaba una sirena.
Pude escuchar la humedad de tu bosque,
goteaba en la menta y en la nativa flora
que nacía de tu vientre,
porque todo nace de ahí,
el silencio, tu respiración, la noche;
esta guardó en su vientre la distancia de tu cuerpo
y el abismo de tu cabello,
mientras maduraba la uva
que desgranaba mi pecho con su racimo.
Pude oler los pétalos de tu piel
cuando deshojaban su aroma de rosa movediza,
¡como si te hubiesen cortado
y fallecieras lentamente en tu perfume, fresca, única!,
alejada del jardín que marchitaba su soledad.
Sentía que podía tocarte con mi voz
y acariciarte con la palabra,
sentí que no era necesaria la poesía,
éramos dos oscuridades
intentando tocar la flama profunda de nuestro deseo.
Tus secretos sabían a frambuesa,
tenían el sabor del fuego en mi boca,
a amanecer abatido de rocío,
a lágrima dulce.
Apagamos los ojos con una venda
y aunque no lo creas, igual podía verte.