Escribo
Publicado: Sab, 12 Nov 2016 13:19
Algunos días quiero disfrazarme de invierno para sentir
como el frío se guarece bajo el palio de la noche,
que ateridas en mi piel las estrellas se estremezcan,
y el rocío pernocte en campiñas de obsidiana; otras veces,
ansío buscar entre rastrojos de agua el manantial del tiempo,
para que el influjo líquido del viento galope por la sangre
y se oiga el grito añil de la tormenta, aunque ávida
la censura pretenda gestar en la matriz del silencio
una leyenda de héroes anónimos creciendo a la intemperie.
Como una mirada triste porque ha roto sus párpados
la cólera del relámpago, así palpita de continuo
el verbo desnudo de la carne cuando incumple su promesa
y un código permeable provoca la lluvia cada tarde
regresando desde el mar a mis orillas centauros de la bruma,
en los labios se detienen y enamoradas susurran las mareas
el versículo inescrutable de la muerte, después en un ceremonial
de espuma pronuncian mi nombre borrado por los astros.
Amanece entonces como una sinfonía de madréporas
un sueño recién nacido que huele a pan nuevo
y madruga un horizonte de partículas que habita en los espejos.
Mientras, sobre el mantel de escarcha la luz almuerza cada día
y los dioses derribados por una conspiración salobre
se acercan hasta aquí heridos por un hachazo de nostalgia.
Cuando la soledad redacta con cenizas una elegía a la vida,
me asomo a ese corazón transido y miro en su bitácora,
sobre un sístole de memoria germina esta crónica de naufragios
y sobre renglones abiertos en las pústulas añosas de la tierra
como una profecía escribo sólo para salvarme del olvido.
como el frío se guarece bajo el palio de la noche,
que ateridas en mi piel las estrellas se estremezcan,
y el rocío pernocte en campiñas de obsidiana; otras veces,
ansío buscar entre rastrojos de agua el manantial del tiempo,
para que el influjo líquido del viento galope por la sangre
y se oiga el grito añil de la tormenta, aunque ávida
la censura pretenda gestar en la matriz del silencio
una leyenda de héroes anónimos creciendo a la intemperie.
Como una mirada triste porque ha roto sus párpados
la cólera del relámpago, así palpita de continuo
el verbo desnudo de la carne cuando incumple su promesa
y un código permeable provoca la lluvia cada tarde
regresando desde el mar a mis orillas centauros de la bruma,
en los labios se detienen y enamoradas susurran las mareas
el versículo inescrutable de la muerte, después en un ceremonial
de espuma pronuncian mi nombre borrado por los astros.
Amanece entonces como una sinfonía de madréporas
un sueño recién nacido que huele a pan nuevo
y madruga un horizonte de partículas que habita en los espejos.
Mientras, sobre el mantel de escarcha la luz almuerza cada día
y los dioses derribados por una conspiración salobre
se acercan hasta aquí heridos por un hachazo de nostalgia.
Cuando la soledad redacta con cenizas una elegía a la vida,
me asomo a ese corazón transido y miro en su bitácora,
sobre un sístole de memoria germina esta crónica de naufragios
y sobre renglones abiertos en las pústulas añosas de la tierra
como una profecía escribo sólo para salvarme del olvido.