Cera y lágrimas
Publicado: Mié, 09 Nov 2016 23:58
¡Qué silencio!
¡Qué paz!
Nunca imaginé un momento tan especial,
un instante tan hermanado;
nunca imaginé que el silencio de la luz
fuera tan sublime.
He bendecido tanto la noche,
como las tinieblas que la visten,
y me he abrigado con la frialdad que venera,
con el sentido del misterio
que perpetua la soledad y engrandece su estirpe.
Es allí cuando perplejo la observo,
baila con delicadeza,
se te acerca a la vez que te huye,
llora en su pedestal imaginario
y busca, -quién sabe qué-,
con su vaivén elegante,
esa pasividad que desnuda el oxígeno que quema,
la inmisericorde sonata de tiempo
que la consume, -lentamente-,
pero que le permite ser venerada por la oscuridad;
es esa hoja movida por la brisa,
una bandera tratando de huir del mástil,
un árbol desnudado por un otoño tímido,
la vela de un barco en un océano dormido
y hasta el llanto amargo
de quién sabe que ese será el último.
Es bella, muy bella,
cálida, silenciosa,
es paz y es armonía,
pero a la vez es triste.
Nace con la delicadeza y la fragilidad de un copo de nieve,
vive con la fuerza que le imprime el calor de su llama,
para consumirse poco a poco,
a paso lento, sin hacer ruido,
entre las ruinas de una oscuridad aletargada.
Mis ojos oscurecen cuando ella agoniza.
A veces pienso que la vida se le asemeja tanto,
como tanto me hace sufrir la llama cuando se ahoga.
¡Qué silencio!
¡Qué paz!
Tan solo queda oscuridad,
tristeza, la cera de sus entrañas
y lágrimas en mis ojos.
¡Qué paz!
Nunca imaginé un momento tan especial,
un instante tan hermanado;
nunca imaginé que el silencio de la luz
fuera tan sublime.
He bendecido tanto la noche,
como las tinieblas que la visten,
y me he abrigado con la frialdad que venera,
con el sentido del misterio
que perpetua la soledad y engrandece su estirpe.
Es allí cuando perplejo la observo,
baila con delicadeza,
se te acerca a la vez que te huye,
llora en su pedestal imaginario
y busca, -quién sabe qué-,
con su vaivén elegante,
esa pasividad que desnuda el oxígeno que quema,
la inmisericorde sonata de tiempo
que la consume, -lentamente-,
pero que le permite ser venerada por la oscuridad;
es esa hoja movida por la brisa,
una bandera tratando de huir del mástil,
un árbol desnudado por un otoño tímido,
la vela de un barco en un océano dormido
y hasta el llanto amargo
de quién sabe que ese será el último.
Es bella, muy bella,
cálida, silenciosa,
es paz y es armonía,
pero a la vez es triste.
Nace con la delicadeza y la fragilidad de un copo de nieve,
vive con la fuerza que le imprime el calor de su llama,
para consumirse poco a poco,
a paso lento, sin hacer ruido,
entre las ruinas de una oscuridad aletargada.
Mis ojos oscurecen cuando ella agoniza.
A veces pienso que la vida se le asemeja tanto,
como tanto me hace sufrir la llama cuando se ahoga.
¡Qué silencio!
¡Qué paz!
Tan solo queda oscuridad,
tristeza, la cera de sus entrañas
y lágrimas en mis ojos.