El germen de la violencia
Publicado: Lun, 07 Nov 2016 2:36
Antes de la violencia genocida,
de las guerras, atentados y conflictos
existe un camino
de gestación que viene desde abajo.
Primero de los padres a los hijos.
El hijo aprende pronto la lección.
Si cumple con las normas es querido.
Si se desvía un poco es denigrado.
Poco a poco descubre los chantajes.
Entonces opta siempre
por cumplir para así obtener el premio,
por incumplir y así ser castigado
o por fingir que cumple
y a veces va alternando las conductas...
Todo lo que acontece en la familia
es reflejo perpetuo
de lo que ocurre luego
a nivel colectivo.
Después en la pareja,
tras el tiempo inicial de la dulzura
vienen atroces juegos de poder
que parecen sutiles...
Sobornos y chantajes,
conductas sin un látigo real
pero sí con un látigo intangible.
Un sadomasoquismo encubierto
y otras más evidentes.
Es el tiempo de:
si haces esto terrible no me quieres
si haces aquello otro (lo que se desea) es que me quieres.
Se da adoctrinamiento invisible.
Después vienen los grupos.
En la escuela la ley del popular.
El acoso escolar, el aislamiento.
Plegarse a leyes tácitas de clan.
En el trabajo igual, tira y afloja.
Intereses opuestos...
Las leyes del comercio.
La competencia desleal.
Estatutos que ya nunca se cumplen.
La política juego de animales
(que refleja los juegos de lo íntimo
aunque no lo parezca).
La bolsa con subidas y bajadas.
Controladas por los grandes magnates.
Después viene la guerra
como culminación de la espiral.
Que se gestó ya antes.
Se gestó en parlamentos y en los bancos.
Se arregló con los códigos bursátiles.
Con el precio del oro, el trigo y la cebada.
Y también fue surgiendo en las empresas,
en aulas de vencidos por los líderes.
En parejas de víctima y verdugo
o complaciente esclavo y dominatrix.
Enredadas en juegos de poder,
a veces con un guion preestablecido.
Otras improvisando...
Y en la infancia con niños:
los premios, los castigos,
la mentira.
Secretos de familia, subterfugios.
Lo psíquico engendra el caos del mundo.
Lo social nutre
el descalabro íntimo.
Retroalimentación desde la cuna.
¿Y entonces...qué hacemos ahora?
Ana Muela Sopeña
de las guerras, atentados y conflictos
existe un camino
de gestación que viene desde abajo.
Primero de los padres a los hijos.
El hijo aprende pronto la lección.
Si cumple con las normas es querido.
Si se desvía un poco es denigrado.
Poco a poco descubre los chantajes.
Entonces opta siempre
por cumplir para así obtener el premio,
por incumplir y así ser castigado
o por fingir que cumple
y a veces va alternando las conductas...
Todo lo que acontece en la familia
es reflejo perpetuo
de lo que ocurre luego
a nivel colectivo.
Después en la pareja,
tras el tiempo inicial de la dulzura
vienen atroces juegos de poder
que parecen sutiles...
Sobornos y chantajes,
conductas sin un látigo real
pero sí con un látigo intangible.
Un sadomasoquismo encubierto
y otras más evidentes.
Es el tiempo de:
si haces esto terrible no me quieres
si haces aquello otro (lo que se desea) es que me quieres.
Se da adoctrinamiento invisible.
Después vienen los grupos.
En la escuela la ley del popular.
El acoso escolar, el aislamiento.
Plegarse a leyes tácitas de clan.
En el trabajo igual, tira y afloja.
Intereses opuestos...
Las leyes del comercio.
La competencia desleal.
Estatutos que ya nunca se cumplen.
La política juego de animales
(que refleja los juegos de lo íntimo
aunque no lo parezca).
La bolsa con subidas y bajadas.
Controladas por los grandes magnates.
Después viene la guerra
como culminación de la espiral.
Que se gestó ya antes.
Se gestó en parlamentos y en los bancos.
Se arregló con los códigos bursátiles.
Con el precio del oro, el trigo y la cebada.
Y también fue surgiendo en las empresas,
en aulas de vencidos por los líderes.
En parejas de víctima y verdugo
o complaciente esclavo y dominatrix.
Enredadas en juegos de poder,
a veces con un guion preestablecido.
Otras improvisando...
Y en la infancia con niños:
los premios, los castigos,
la mentira.
Secretos de familia, subterfugios.
Lo psíquico engendra el caos del mundo.
Lo social nutre
el descalabro íntimo.
Retroalimentación desde la cuna.
¿Y entonces...qué hacemos ahora?
Ana Muela Sopeña