Enigmata y Alétheia
Publicado: Dom, 30 Oct 2016 4:39
Enigmata y Alétheia.

El juego que juega mi antagonista
pudiera también ser un enigma.
El era un rio de estrellas,
y yo una solitaria esfinge,
dividos por un camino
de piedras que están encintas.
Todavía él sigue la sed del agua,
sigue el aura que emana la rama
del laurel.
A mi me importa un comino,
lo que ha de venir, ha de venir.
Aun así, mi antagonista persiste en que soy de piedra,
el cajón de un muerto,
con siete candados,
y un tesoro adentro de culebras plásticas,
herméticamente cubiertas de un caprichoso fraude.
Que finjo misterio,
que no suelto prenda, porque no la tengo.
Si la piedra es dura,
y la estrella muerta,
la protagonista
¿era mariposa de alas oscuras?,
o era un silencio
que aporta al silencio
de la sepultura?
Si ambos fuesen un río de estrellas,
un río de piedras encintas,
si acaso fuesen dos cosas iguales,
pero a la vez distintas;
dualidad mañosa,
ambigüedad inasible...si acaso fuesen de la moneda, las caras,
de la poesia, el amor,
y no siguiera hipócrita y exigente,
queriendo, con sofista ardor,
cogerse todas las musas
tras un velo decoroso,
diciendose para sí;
igual divino o mortal,
su vientre cubierto por el disfraz de un enigma,
verdadero o engañoso,
mi pregunta es:
¿no ha de ser inteligible ver que es bien ancho el foso?
Mi antagonista me quiere ver muerta,
para asegurarse se cortó las venas,
y escribió poemas a la Mona Lisa,
a la yerba buena,
me tendió una alfombra,
me ofreció enseñarme
las cosas que llenan
los cofres del Arte,
la valía inmensa,
la hemorragia dulce
del poeta en pena.
Me apocó
de a poco,
metódicamente,
se cambió de nombre,
en la noche serena.
Yo seguía una esfinge
que revoloteaba
en la noche exigua
y que amanecía
sin saber qué cosa
era la poesía.
Si era un río,
una estrella,
una piedra,
un laurel que florece en manos de Alétheia.
ERA
E. R. Aristy

El juego que juega mi antagonista
pudiera también ser un enigma.
El era un rio de estrellas,
y yo una solitaria esfinge,
dividos por un camino
de piedras que están encintas.
Todavía él sigue la sed del agua,
sigue el aura que emana la rama
del laurel.
A mi me importa un comino,
lo que ha de venir, ha de venir.
Aun así, mi antagonista persiste en que soy de piedra,
el cajón de un muerto,
con siete candados,
y un tesoro adentro de culebras plásticas,
herméticamente cubiertas de un caprichoso fraude.
Que finjo misterio,
que no suelto prenda, porque no la tengo.
Si la piedra es dura,
y la estrella muerta,
la protagonista
¿era mariposa de alas oscuras?,
o era un silencio
que aporta al silencio
de la sepultura?
Si ambos fuesen un río de estrellas,
un río de piedras encintas,
si acaso fuesen dos cosas iguales,
pero a la vez distintas;
dualidad mañosa,
ambigüedad inasible...si acaso fuesen de la moneda, las caras,
de la poesia, el amor,
y no siguiera hipócrita y exigente,
queriendo, con sofista ardor,
cogerse todas las musas
tras un velo decoroso,
diciendose para sí;
igual divino o mortal,
su vientre cubierto por el disfraz de un enigma,
verdadero o engañoso,
mi pregunta es:
¿no ha de ser inteligible ver que es bien ancho el foso?
Mi antagonista me quiere ver muerta,
para asegurarse se cortó las venas,
y escribió poemas a la Mona Lisa,
a la yerba buena,
me tendió una alfombra,
me ofreció enseñarme
las cosas que llenan
los cofres del Arte,
la valía inmensa,
la hemorragia dulce
del poeta en pena.
Me apocó
de a poco,
metódicamente,
se cambió de nombre,
en la noche serena.
Yo seguía una esfinge
que revoloteaba
en la noche exigua
y que amanecía
sin saber qué cosa
era la poesía.
Si era un río,
una estrella,
una piedra,
un laurel que florece en manos de Alétheia.
ERA
E. R. Aristy