En tinta...
Publicado: Mié, 26 Oct 2016 23:13
Dame tu fuego, para avivar la brasa que se apaga,
no dejes que el mal me aturda,
que penetre en mí,
y sobre todo, abrígame la boca,
que no se queden heladas las palabras,
no vuelen los decires,
las frases y mis versos,
las mañanas y su aurora,
las noches y sus luceros,
el furor del silencio
y la delicadeza de tu voz,
cuando recitas y tan solo hablas.
Deja que llore un niño,
la luna luzca tímida y se esconda
tras esas nubes de tonalidades grises;
deja que vuele la paloma
mientras barre con su rama el malestar del cielo;
deja que llueva en verano
que el otoño alivie su carga de melancolía;
deja que el mar se adentre más allá de la playa
para refrescar la tristeza del suelo
y limpiar la soledad que dibuja;
no dejes de mirar allá, ¡sí!
donde la vista es incapaz de atrapar tanta belleza,
y los girasoles bailan al son de la brisa.
Ayúdame a respirar,
a sentir que aún dispongo de sentido
para elucubrar palabras que alimenten versos;
regálame fuerzas para no consumirme en mí mismo,
que aún necesito versos
para no ahogar mi interior, tan dentro.
Cada vez que te miro, llueven mariposas,
cada vez que te escucho, cantan sirenas,
y es tanta la pena que navega por mi carne,
que tenerte suplico,
y de no tenerte, muero.
Quiero que la paz de mi alma,
sea la paz de mi cuerpo, de mis versos,
que cuando asome el día
no muera la noche,
la tarde sea viandante pasajera y no envejezca,
el invierno pasee con la primavera
y llueva en verano y haga calor en otoño,
que mis poemas no mueran,
y cada verso perdure
aun cuando los ojos se alimenten de oscuridad.
Tú, no dejes de mirar más allá,
conseguirás atrapar la belleza,
y, hasta es posible
que los girasoles te permitan bailar al son de la brisa.
Al fin y al cabo,
así lo decidió mi pluma.
no dejes que el mal me aturda,
que penetre en mí,
y sobre todo, abrígame la boca,
que no se queden heladas las palabras,
no vuelen los decires,
las frases y mis versos,
las mañanas y su aurora,
las noches y sus luceros,
el furor del silencio
y la delicadeza de tu voz,
cuando recitas y tan solo hablas.
Deja que llore un niño,
la luna luzca tímida y se esconda
tras esas nubes de tonalidades grises;
deja que vuele la paloma
mientras barre con su rama el malestar del cielo;
deja que llueva en verano
que el otoño alivie su carga de melancolía;
deja que el mar se adentre más allá de la playa
para refrescar la tristeza del suelo
y limpiar la soledad que dibuja;
no dejes de mirar allá, ¡sí!
donde la vista es incapaz de atrapar tanta belleza,
y los girasoles bailan al son de la brisa.
Ayúdame a respirar,
a sentir que aún dispongo de sentido
para elucubrar palabras que alimenten versos;
regálame fuerzas para no consumirme en mí mismo,
que aún necesito versos
para no ahogar mi interior, tan dentro.
Cada vez que te miro, llueven mariposas,
cada vez que te escucho, cantan sirenas,
y es tanta la pena que navega por mi carne,
que tenerte suplico,
y de no tenerte, muero.
Quiero que la paz de mi alma,
sea la paz de mi cuerpo, de mis versos,
que cuando asome el día
no muera la noche,
la tarde sea viandante pasajera y no envejezca,
el invierno pasee con la primavera
y llueva en verano y haga calor en otoño,
que mis poemas no mueran,
y cada verso perdure
aun cuando los ojos se alimenten de oscuridad.
Tú, no dejes de mirar más allá,
conseguirás atrapar la belleza,
y, hasta es posible
que los girasoles te permitan bailar al son de la brisa.
Al fin y al cabo,
así lo decidió mi pluma.