Un sexto de la atmósfera
Publicado: Sab, 01 Oct 2016 18:35
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Manuel Sánchez escribió:Tengo gigantes
a quien proteger,
y tú
quieres flotar
en lo que lleva el rio.
Somos
alguna noche
que nos mira.
Sí,
alguna noche
que terminó
pidiendo
unos cuantos placeres
para comprar
dos ráfagas de luz,
y amanecer.
Qué más quieres oír:
que me tragué
las llamas
de lo que ya no ardía,
y así
fui poderoso,
como
aquellos que pueden
morir enamorados.
Escúchame gritarte:
que perdí
todo lo que callé,
y ahora sólo
me queda
lo que dije.
Hay autobuses
muertos de paciencia
que ya no esperan
a que suba nadie,
y en la plaza
vacía
se oye cruzar
la música
de entonces.
El que sabe
sangrar,
sabe también
hablarse
por un jardín abandonado,
reconocer
en el ambiente
al asesino de las rosas.
Es de metal
el viento,
y rebotan en él
las incomodidades
de los vivos.
Voy a partir,
adiós,
me esperan
dos disparos
y un animal herido.
Se deviene
con lluvia
la calle
amenazada.
Alejandro, muchas gracias, y un fuerte abrazo.Alejandro Costa escribió:Envío a volar este poema, con alas de belleza y unas metáforas que le otorgan ese clima de quietud e intriga.
Me ha gustado.
Un abrazo.
Ana Muela Sopeña escribió:Bellísima esta manera de describir el adió, Manuel:
Me ha sorprendido el verso corto que en realidad, por métrica, es un verso mediano desdoblado...Sin embargo eso le da dinamismo. Son como ráfagas de buena poesía.
Un abrazo grande
Felicitaciones
Ana
Ramón Castro Méndez escribió:Fantástico poema, Manuel. Es como un grito desesperado, un abrir los ojos que hasta entonces parecían eternamente cerrados. Me ha encantado. Vaya mi felicitación a tan bellas letras.
Un abrazo.
E. R. Aristy escribió:Manuel Sánchez escribió:Tengo gigantes
a quien proteger,
y tú
quieres flotar
en lo que lleva el rio.
Somos
alguna noche
que nos mira.
Sí,
alguna noche
que terminó
pidiendo
unos cuantos placeres
para comprar
dos ráfagas de luz,
y amanecer.
Qué más quieres oír:
que me tragué
las llamas
de lo que ya no ardía,
y así
fui poderoso,
como
aquellos que pueden
morir enamorados.
Escúchame gritarte:
que perdí
todo lo que callé,
y ahora sólo
me queda
lo que dije.
Hay autobuses
muertos de paciencia
que ya no esperan
a que suba nadie,
y en la plaza
vacía
se oye cruzar
la música
de entonces.
El que sabe
sangrar,
sabe también
hablarse
por un jardín abandonado,
reconocer
en el ambiente
al asesino de las rosas.
Es de metal
el viento,
y rebotan en él
las incomodidades
de los vivos.
Voy a partir,
adiós,
me esperan
dos disparos
y un animal herido.
Se deviene
con lluvia
la calle
amenazada.
Concuerdo con Ana que el verso corto pone este poma a tirar balas, le da momentum. Es un poema durísimo, descarnado, que me conmueve hasta la medula, Manuel. Un abrazo, ERA