Editorial Alaire

Hace falta detenerse
por propia voluntad
antes de la parada en seco
del cuerpo que grita,
o la de la silente invasión proliferativa.
Antes de que quizá
sea tarde.

Hace falta despojarse
de lo inútil,
casi todo,
para apreciar nuestro tiempo:
escaso,
inmediato,
único,
no postergable,
factor que iguala a los mortales.
Sin tiempo no somos nada.
Y nada es igual cuando pasa este momento.

Que mi grano de arena en el reloj sea luz,
sobre todo para mis hijos,
porque ellos me paran el tiempo
con sus risas de agua que se beben los minutos,
enseñándome el valor del ahora.

Desde el "Hay que" ya me pongo de acuerdo con el poema, porque cansa un poco que los poetas se dediquen a formular preguntas y preguntas y preguntas, la mayor parte de ellas que ni falta hace, y nadie ensaye ninguna respuesta.

Entiendo por tus versos que el tiempo es poco y que, psicológicamente, sólo existe el presente.

La silente invasión proliferativa yo también la he sentido.

Hasta pronto.

Alberto Batania escribió:Desde el "Hay que" ya me pongo de acuerdo con el poema, porque cansa un poco que los poetas se dediquen a formular preguntas y preguntas y preguntas, la mayor parte de ellas que ni falta hace, y nadie ensaye ninguna respuesta.

Entiendo por tus versos que el tiempo es poco y que, psicológicamente, sólo existe el presente.

La silente invasión proliferativa yo también la he sentido.

Hasta pronto.

Te agradezco el comentario, y la lectura sobre todo.

Con la silente invasión me refería al cáncer, pero es interesante que hayas interpretado otra circunstancia.
EL poema habla sobre la enfermedad, de alguna manera sobre la muerte. Son los hijos la huella de nuestro paso y yo siento que ellos nos ofrecen otra dimensión de las cosas y también del tiempo, desde su ritmo infantil.

Un abrazo, Alberto.

Annabel M. Zamora escribió:Hace falta detenerse
por propia voluntad
antes de la parada en seco
del cuerpo que grita,
o la de la silente invasión proliferativa.
Antes de que quizá
sea tarde.

Hace falta despojarse
de lo inútil,
casi todo,
para apreciar nuestro tiempo:
escaso,
inmediato,
único,
no postergable,
factor que iguala a los mortales.
Sin tiempo no somos nada.
Y nada es igual cuando pasa este momento.

Que mi grano de arena en el reloj sea luz,
sobre todo para mis hijos,
porque ellos me paran el tiempo
con sus risas de agua que se beben los minutos,
enseñándome el valor del ahora.

Ahora, ahora nos ofrece lo inasequible. Ayer se fue y es un sueño, mañana espera, sueña. Ahora es el ayer de ayer, el arribo del futuro. Bravo estimada Annabel, qué maravillosa pausa la de estar y ser con tus hijos, apreciar el flujo de la vida. Me he deleitado inmensamente con tu bello y sabio poema.

Ahora, ahora nos ofrece lo inasequible. Ayer se fue y es un sueño, mañana espera, sueña. Ahora es el ayer de ayer, el arribo del futuro. Bravo estimada Annabel, qué maravillosa pausa la de estar y ser con tus hijos, apreciar el flujo de la vida. Me he deleitado inmensamente con tu bello y sabio poema.

Has captado perfectamente lo que pretendía comunicar. Te agradezco enormemente el comentario. Para mí es una satisfacción que te haya gustado el poema.


Un abrazo.

Un precioso poema reflexivo que aporta incluso respuestas. La inclusión en él de tus hijos dota al poema de un halo de familiar ternura, concede prioridades ante el presente y al mismo ante el futuro. Te felicito.
Un abrazo.
J. manuel

José Manuel Sáiz escribió:Un precioso poema reflexivo que aporta incluso respuestas. La inclusión en él de tus hijos dota al poema de un halo de familiar ternura, concede prioridades ante el presente y al mismo ante el futuro. Te felicito.
Un abrazo.
J. manuel

Me alegra que te haya gustado, gracias por la lectura y por comentar.

Un abrazo.

Annabel.

Un poema que se desborda en ternura, sobre todo en esa última estrofa donde uno aspira tan sólo a ser luz para los suyos. El tiempo es escaso, es cierto que no hay que perderlo en las cosas que no merecen la pena, ésto que parece tan obvio, a veces nos cuesta un mundo asumirlo.

Un abrazo

Sara

S.Castelar escribió:Un poema que se desborda en ternura, sobre todo en esa última estrofa donde uno aspira tan sólo a ser luz para los suyos. El tiempo es escaso, es cierto que no hay que perderlo en las cosas que no merecen la pena, ésto que parece tan obvio, a veces nos cuesta un mundo asumirlo.

Un abrazo

Sara

Gracias por la lectura y por el comentario, Sara.
Nos leemos.

Un abrazo.

Annabel.