La doctrina de la luz
Publicado: Mar, 02 Ago 2016 16:16
No había nada, ni nadie.
No existía el color, ni su forma.
Solo al cielo le crecían las raíces,
solo el viento escribía tu historia.
Porque desnudo estabas,
porque no crecían tus pestañas aun,
así que tejías lentamente la primavera,
así que encendías en silencio
tu corazón de oruga clandestina.
Como un niño acorazado
te movías con el viento,
hasta que entre la armadura
la luz rompió su crisálida,
sangre de estrellas!
La espesura disipó su lluvia
de mariposas blanquecinas,
se poblaron tus arterias
de cantos de flores.
Al fin movimiento!
Donde los amantes inquietos
comieron el fruto
que les creció por dentro,
brotó desde el rocío de las soledades
una voz alba,
más salvaje que el deseo.
No existía el color, ni su forma.
Solo al cielo le crecían las raíces,
solo el viento escribía tu historia.
Porque desnudo estabas,
porque no crecían tus pestañas aun,
así que tejías lentamente la primavera,
así que encendías en silencio
tu corazón de oruga clandestina.
Como un niño acorazado
te movías con el viento,
hasta que entre la armadura
la luz rompió su crisálida,
sangre de estrellas!
La espesura disipó su lluvia
de mariposas blanquecinas,
se poblaron tus arterias
de cantos de flores.
Al fin movimiento!
Donde los amantes inquietos
comieron el fruto
que les creció por dentro,
brotó desde el rocío de las soledades
una voz alba,
más salvaje que el deseo.