La marcha de los payasos
Publicado: Dom, 17 Jul 2016 2:32
Acostumbrábamos hacerle hipnosis a la luna
para que nos contara sus orgasmos
y los lobos aparecían uno tras otro
todos los lobos eran rubios aquella vez
desde la cafetería
los mirábamos corriendo por la playa de Fuengirola.
Antes del divorcio la marea traía cachorros de lobo
y sus cuerpos golpeaban tus pies
pero no querrías moverte
me decías hay que firmar ahora
nunca pensé que el viento fuera tan salado
te dije Nayibe déjalo para cuando no se escuchen esos aullidos
déjalo para más tarde que mi sangre es un poema de olvido
pero tú estabas tranquila
y los cachorros de lobo se juntaban a tus pies
rubios, sin vida.
El surfista que siempre veíamos tal vez era lo que se esconde detrás de un espejo de rosas.
No lo sé. Lo cierto es que hay rosas que practican el surf por la memoria
y papeles que uno no quiere firmar
lo cierto es que hay tiburones de lejanía
que lo devoran todo
y cafeterías que se convierten en una capilla
de espasmos.
Tal vez nadie nos recuerde. Miro los grafiti que cubren el muro
que me separa del suicidio
e intento comprender esos dibujos,
esos lobeznos que a tus pies han caído
y que a mi primer cielo le han seguido unos cielos torcidos
y la idea de que te he perdido
se instala en mí como un pasillo por donde los payasos marchan
hacia un lugar donde nadie los recuerde
y en su camino se desgarran uno al otro, se arrancan los labios
y marchan.
para que nos contara sus orgasmos
y los lobos aparecían uno tras otro
todos los lobos eran rubios aquella vez
desde la cafetería
los mirábamos corriendo por la playa de Fuengirola.
Antes del divorcio la marea traía cachorros de lobo
y sus cuerpos golpeaban tus pies
pero no querrías moverte
me decías hay que firmar ahora
nunca pensé que el viento fuera tan salado
te dije Nayibe déjalo para cuando no se escuchen esos aullidos
déjalo para más tarde que mi sangre es un poema de olvido
pero tú estabas tranquila
y los cachorros de lobo se juntaban a tus pies
rubios, sin vida.
El surfista que siempre veíamos tal vez era lo que se esconde detrás de un espejo de rosas.
No lo sé. Lo cierto es que hay rosas que practican el surf por la memoria
y papeles que uno no quiere firmar
lo cierto es que hay tiburones de lejanía
que lo devoran todo
y cafeterías que se convierten en una capilla
de espasmos.
Tal vez nadie nos recuerde. Miro los grafiti que cubren el muro
que me separa del suicidio
e intento comprender esos dibujos,
esos lobeznos que a tus pies han caído
y que a mi primer cielo le han seguido unos cielos torcidos
y la idea de que te he perdido
se instala en mí como un pasillo por donde los payasos marchan
hacia un lugar donde nadie los recuerde
y en su camino se desgarran uno al otro, se arrancan los labios
y marchan.