Bueno
Publicado: Sab, 09 Jul 2016 13:03
Cuando yo era una persona y corría por los labios de las cosas
arrebatando mitades para rellenar pellejos invisibles
y de todo hacía un reino- estaba el reino del mirar
por debajo o por encima, nunca frente al ojo porque ahí
no hay cosas reales, sólo quietas en proceso de transformación-.
Cuando yo era un ser humano y viejo y miraba
a la frente del ojo concentrado en esparcir el peso
de su visión por el ajedrezado transparente de las cosas
y avanzaba por el reino a ciegas tocando, o mejor dicho,
regurgitando mareas a través de mis dedos
para recomponer el copo de una mano que vale lo mismo que un cuerpo,
para descomponer un cuerpo soplando con los labios agrietados
de tanta luz y fuego.
Cuando yo era un lugar en el vaivén de una lengua
muy dentro de unas fauces que viajaban y bajaban
a beber del aire y de la carne para no extinguirse y hasta tenía un nombre
para darte y otro para que me lo regresaras
y luego subía henchido de dientes para morder, o mejor dicho,
para hacer trincheras en las partes del cielo que el cielo mismo
jamás se atrevió a tocarse por pudor,
y tienen el sabor
de unas letras sombreadas por su propio sonido pasando de largo
pero prometiendo un círculo al apagarse.
Cuando yo era pequeño y asomaba el codo por la ventana
como si condujese un edificio, o mejor
la tierra entera y a más velocidad más ancho el camino,
más profundo el índigo en el pulmón y entre las piernas.
Y había leones que no apoyaban su peso en los cabellos del mundo
y lobos que se dejaban desfigurar con un soplido
y metían su aliento por la ventana como si fuese la caricia
de una mano cónica envuelta en una venda
teñida de sangre perfumada
como si fuese un ombligo caleidoscópico.
Bueno. Cuando yo era y me veía
fue algo bueno. Buenos tiempos dentro de momentos
más grandes que todo cuanto había.
Por eso la memoria es un halo que excede al que recuerda
y hasta lo acuna cuando desaparece.
arrebatando mitades para rellenar pellejos invisibles
y de todo hacía un reino- estaba el reino del mirar
por debajo o por encima, nunca frente al ojo porque ahí
no hay cosas reales, sólo quietas en proceso de transformación-.
Cuando yo era un ser humano y viejo y miraba
a la frente del ojo concentrado en esparcir el peso
de su visión por el ajedrezado transparente de las cosas
y avanzaba por el reino a ciegas tocando, o mejor dicho,
regurgitando mareas a través de mis dedos
para recomponer el copo de una mano que vale lo mismo que un cuerpo,
para descomponer un cuerpo soplando con los labios agrietados
de tanta luz y fuego.
Cuando yo era un lugar en el vaivén de una lengua
muy dentro de unas fauces que viajaban y bajaban
a beber del aire y de la carne para no extinguirse y hasta tenía un nombre
para darte y otro para que me lo regresaras
y luego subía henchido de dientes para morder, o mejor dicho,
para hacer trincheras en las partes del cielo que el cielo mismo
jamás se atrevió a tocarse por pudor,
y tienen el sabor
de unas letras sombreadas por su propio sonido pasando de largo
pero prometiendo un círculo al apagarse.
Cuando yo era pequeño y asomaba el codo por la ventana
como si condujese un edificio, o mejor
la tierra entera y a más velocidad más ancho el camino,
más profundo el índigo en el pulmón y entre las piernas.
Y había leones que no apoyaban su peso en los cabellos del mundo
y lobos que se dejaban desfigurar con un soplido
y metían su aliento por la ventana como si fuese la caricia
de una mano cónica envuelta en una venda
teñida de sangre perfumada
como si fuese un ombligo caleidoscópico.
Bueno. Cuando yo era y me veía
fue algo bueno. Buenos tiempos dentro de momentos
más grandes que todo cuanto había.
Por eso la memoria es un halo que excede al que recuerda
y hasta lo acuna cuando desaparece.