Las manos de un extraño
Publicado: Vie, 08 Jul 2016 11:40
A LAS MANOS DE UN EXTRAÑO
A esa edad
en la que no se sabe aún que el amor existe
más allá de los brazos de una madre,
las manos de un extraño abrieron mi corazón.
Llovía, hacía frío. El asfalto parecía
un espejo de agua ante mis ojos.
De pronto, frente a mí, sobre la acera,
un hombre ebrio caía sobre un charco.
La gente alrededor miraba, incómoda,
a otro lado.
Unos padres tiraban del brazo de su hijo,
que apuntaba asombrado con el dedo.
Yo también era ingenuo, y niño,
y caminaba al lado de mi madre.
Aún recuerdo aquella tarde, la lluvia, el frío
y sobre todo aquel murmullo urbano,
ajeno e insoportable.
De entre la multitud
alguien dio un paso al frente
y se ofreció a coger del suelo
la miseria de ese hombre.
Mis ojos percibieron el vigor de unas manos
grandes, solas,
haciendo alarde de una insólita
misericordia humana.
Vi alrededor,
sonrisas encendidas apagarse de golpe
y una turba de brazos cruzados y paraguas
soportando la vergüenza de su propio peso;
Pero… ¿y el ruido?
Mamá, ¿por qué no se oye nada?
(Porque ha pasado un ángel;
porque ha pasado un ángel).
Desde entonces
jamás niego una mano tendida
manchada de barro
y nunca doy la espalda a un hombre
que asume como propia
la desgracia de otro hombre.
Yo era ingenuo, y niño,
y vivía en ese mundo limpio y claro
de los brazos de una madre.
Siempre se aprenden cosas buenas
de un prójimo que deja,
sus manos y su corazón,
tendidos sobre un charco.
--oOo--
A esa edad
en la que no se sabe aún que el amor existe
más allá de los brazos de una madre,
las manos de un extraño abrieron mi corazón.
Llovía, hacía frío. El asfalto parecía
un espejo de agua ante mis ojos.
De pronto, frente a mí, sobre la acera,
un hombre ebrio caía sobre un charco.
La gente alrededor miraba, incómoda,
a otro lado.
Unos padres tiraban del brazo de su hijo,
que apuntaba asombrado con el dedo.
Yo también era ingenuo, y niño,
y caminaba al lado de mi madre.
Aún recuerdo aquella tarde, la lluvia, el frío
y sobre todo aquel murmullo urbano,
ajeno e insoportable.
De entre la multitud
alguien dio un paso al frente
y se ofreció a coger del suelo
la miseria de ese hombre.
Mis ojos percibieron el vigor de unas manos
grandes, solas,
haciendo alarde de una insólita
misericordia humana.
Vi alrededor,
sonrisas encendidas apagarse de golpe
y una turba de brazos cruzados y paraguas
soportando la vergüenza de su propio peso;
Pero… ¿y el ruido?
Mamá, ¿por qué no se oye nada?
(Porque ha pasado un ángel;
porque ha pasado un ángel).
Desde entonces
jamás niego una mano tendida
manchada de barro
y nunca doy la espalda a un hombre
que asume como propia
la desgracia de otro hombre.
Yo era ingenuo, y niño,
y vivía en ese mundo limpio y claro
de los brazos de una madre.
Siempre se aprenden cosas buenas
de un prójimo que deja,
sus manos y su corazón,
tendidos sobre un charco.
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