Lo más recóndito del dolor
Publicado: Lun, 27 Jun 2016 22:40
Son tantos los trasiegos del veneno,
que sin hablar, se enmudece,
sin soñar, se paraliza,
como un tranvía
en la boca de un metro incandescente,
como un paseo inacabado por un bulevar.
Así, enigmática y desorientada,
la vivencia se eterniza,
se convierte en un desierto de hormigas,
un pajar a media capacidad,
o esa casa, derrotada, vacía,
sin el olor imprescindible de la carne.
Todo se enreda entre humaredas,
nieblas impenetrables
convertidas en cortinas opacas
en una noche oscura,
tenebrosa, dilapidada,
donde a veces, el silencio te ensordece,
los relámpagos te ciegan,
y las voces, tan limitadas, te aturden.
Ya no hay tiempo capaz de implorarte,
ni posturas para evitar un desastre
nacido de una ruina que no es ficticia,
que te ha envenenado el rastro de la piel
y traspasado la cortina deforme
de unas venas que sangran y no cicatrizan.
Y todo, porque el veneno del ser humano,
hurga en lo más recóndito del dolor
hasta convertirlo en el mayor de los sufrimientos.
Veneno sin antídoto.
que sin hablar, se enmudece,
sin soñar, se paraliza,
como un tranvía
en la boca de un metro incandescente,
como un paseo inacabado por un bulevar.
Así, enigmática y desorientada,
la vivencia se eterniza,
se convierte en un desierto de hormigas,
un pajar a media capacidad,
o esa casa, derrotada, vacía,
sin el olor imprescindible de la carne.
Todo se enreda entre humaredas,
nieblas impenetrables
convertidas en cortinas opacas
en una noche oscura,
tenebrosa, dilapidada,
donde a veces, el silencio te ensordece,
los relámpagos te ciegan,
y las voces, tan limitadas, te aturden.
Ya no hay tiempo capaz de implorarte,
ni posturas para evitar un desastre
nacido de una ruina que no es ficticia,
que te ha envenenado el rastro de la piel
y traspasado la cortina deforme
de unas venas que sangran y no cicatrizan.
Y todo, porque el veneno del ser humano,
hurga en lo más recóndito del dolor
hasta convertirlo en el mayor de los sufrimientos.
Veneno sin antídoto.