Editorial Alaire

¡Ay qué ganas tengo de coger la cama y poner una pata pá Francia y otra pá Portugal!
Mi abuela Amalia siempre decía eso cuando estaba muy cansada y a me gustaba picarla diciéndole que en esa postura marcaría con la piernas las tres y cinco de la tarde
y que desde luego era una hora estupenda para dormir la siesta .
La pena-le decía- es que no tengas como segundero a George Cloony oscilando entre menos diez y menos cinco.
Me llamaba sinvergüenza con cara muy seria y me decía que esas cosas no se le dicen a una abuela porque a una abuela se le debe mucho respeto y yo no se lo tenía. Después de repente soltaba una carcajada y hasta le lloraban los ojos de tanta risa mientras se sujetaba los pechos para que no se le movieran tanto. Era genial mi abuela Amalia.

Un relato conmovedor Amparo, me ha recordado mucho a mi abuela, yo también le hago esas bromas y ella se rie mucho, teniendo en cuenta que su vida discurrió en la Andalucía profunda en una época en que la gente no se reía mucho por casi nada, había demasiada hambre y demasiado trabajo...pero ahora, algunas veces, trato de desquitarla .

Un abrazo grande

Sara