Editorial Alaire

Hay un visitante detrás de la puerta
que envuelve la penumbra de una tarde,
con presagios bajo el hielo que me observa
perforando con sus ojos las horas vividas,
la memoria es una eufonía perpetua
de párpados cerrados,
desde el sótano hasta la habitación
una niebla atípica, etérea y sin color,
me devuelve una imagen furtiva que me despierta
con un papel plateado de flores amarillas.
Hay un terrón de tierra que me agoniza
la última pertenencia a un lugar,
sus sílabas y mimos, el polvo cansado
de la sombra de su sombra que baila entre rótulos,
una oquedad sombría, un ticket de ida caducado
en una ciudad que no cambia de lugar,
no regresan los olvidos ni los días venideros
ni la saliva de mi lengua,
me visto con la ropa de lo que no regresa
despoblando en el azar,
un juego en la ruleta rusa del otro abismo,
el remordimiento que marca el ritmo
vacía las venas y deambulan.
Me quedo pegada al insomnio de la escarcha infinita
en un vaso de café frío,
ese sol de invernadero que esconde la dureza de mis días
con las huellas de quien, yo simulé mi existencia,
y me arranqué las últimas prendas diminutas
que me asfixiaban de la luz.
Tiene un color fresa deslumbrante,
su huella dactilar es en mi el recuerdo
de una lágrima de sangre.

[quote="Carmen Pla"]Hay un visitante detrás de la puerta
que envuelve la penumbra de una tarde,
con presagios bajo el hielo que me observa
perforando con sus ojos las horas vividas,
la memoria es una eufonía perpetua
de párpados cerrados,
desde el sótano hasta la habitación
una niebla atípica, etérea y sin color,
me devuelve una imagen furtiva que me despierta
con un papel plateado de flores amarillas.
Hay un terrón de tierra que me agoniza
la última pertenencia a un lugar,
sus sílabas y mimos, el polvo cansado
de la sombra de su sombra que baila entre rótulos,
una oquedad sombría, un ticket de ida caducado
en una ciudad que no cambia de lugar,
no regresan los olvidos ni los días venideros
ni la saliva de mi lengua,
me visto con la ropa de lo que no regresa
despoblando en el azar,
un juego en la ruleta rusa del otro abismo,
el remordimiento que marca el ritmo
vacía las venas y deambulan.
Me quedo pegada al insomnio de la escarcha infinita
en un vaso de café frío,
ese sol de invernadero que esconde la dureza de mis días
con las huellas de quien, yo simulé mi existencia,
y me arranqué las últimas prendas diminutas
que me asfixiaban de la luz.
Tiene un color fresa deslumbrante,
su huella dactilar es en mi el recuerdo
de una lágrima de sangre.[/quote/]

"no regresan los olvidos ni los días venideros
ni la saliva de mi lengua,
me visto con la ropa de lo que no regresa
despoblando en el azar,
un juego en la ruleta rusa del otro abismo,
el remordimiento que marca el ritmo
vacía las venas y deambulan.
Me quedo pegada al insomnio de la escarcha infinita
en un vaso de café frío,
ese sol de invernadero que esconde la dureza de mis días
con las huellas de quien, yo simulé mi existencia,
y me arranqué las últimas prendas diminutas
que me asfixiaban de la luz"

Admiro la sinfonía expresiva de tus versos, en ese toma y daca que va marcando todo el poema. Mi felicitación por la belleza de las imágenes y el torrente de los significados. Un placer de lectura, Carmen.
Abrazos

Gracias Ramón, es un placer y un honor recibir tus bellas palabras, si ha sido de tu agrado la lectura, me doy por satisfecha.
Abrazos

Es ser ha dado mucho de sí, ha logrado conciliar los versos tan hermosos con lo vivido. Me gustó leerte
besos
Pilar

un estupendo poema en el que la observación crece en cada idea y cada verso de forma espontanea y
fidedigna.

un abrazo

Hermoso e interesante trabajo de Carmen.

Hermoso tu versar querida amiga. Me ha parecido algo más críptico que otras ocasiones, quizás por la propia necesida del poema de buscar caminos para traer significados que no pueden dejarse totalmente desnudos.
Me ha gustado mucho, besos amiga

Carmen Pla escribió:Hay un visitante detrás de la puerta
que envuelve la penumbra de una tarde,
con presagios bajo el hielo que me observa
perforando con sus ojos las horas vividas,
la memoria es una eufonía perpetua
de párpados cerrados,
desde el sótano hasta la habitación
una niebla atípica, etérea y sin color,
me devuelve una imagen furtiva que me despierta
con un papel plateado de flores amarillas.
Hay un terrón de tierra que me agoniza
la última pertenencia a un lugar,
sus sílabas y mimos, el polvo cansado
de la sombra de su sombra que baila entre rótulos,
una oquedad sombría, un ticket de ida caducado
en una ciudad que no cambia de lugar,
no regresan los olvidos ni los días venideros
ni la saliva de mi lengua,
me visto con la ropa de lo que no regresa
despoblando en el azar,
un juego en la ruleta rusa del otro abismo,
el remordimiento que marca el ritmo
vacía las venas y deambulan.
Me quedo pegada al insomnio de la escarcha infinita
en un vaso de café frío,
ese sol de invernadero que esconde la dureza de mis días
con las huellas de quien, yo simulé mi existencia,
y me arranqué las últimas prendas diminutas
que me asfixiaban de la luz.
Tiene un color fresa deslumbrante,
su huella dactilar es en mi el recuerdo
de una lágrima de sangre.

Primoroso... muy bello. Gracias, estimada amiga, Carmen, por haber compartido.
Un abrazo.
BEGOÑA.

Carmen Pla escribió:Hay un visitante detrás de la puerta
que envuelve la penumbra de una tarde,
con presagios bajo el hielo que me observa
perforando con sus ojos las horas vividas,
la memoria es una eufonía perpetua
de párpados cerrados,
desde el sótano hasta la habitación
una niebla atípica, etérea y sin color,
me devuelve una imagen furtiva que me despierta
con un papel plateado de flores amarillas.
Hay un terrón de tierra que me agoniza
la última pertenencia a un lugar,
sus sílabas y mimos, el polvo cansado
de la sombra de su sombra que baila entre rótulos,
una oquedad sombría, un ticket de ida caducado
en una ciudad que no cambia de lugar,
no regresan los olvidos ni los días venideros
ni la saliva de mi lengua,
me visto con la ropa de lo que no regresa
despoblando en el azar,
un juego en la ruleta rusa del otro abismo,
el remordimiento que marca el ritmo
vacía las venas y deambulan.
Me quedo pegada al insomnio de la escarcha infinita
en un vaso de café frío,
ese sol de invernadero que esconde la dureza de mis días
con las huellas de quien, yo simulé mi existencia,
y me arranqué las últimas prendas diminutas
que me asfixiaban de la luz.
Tiene un color fresa deslumbrante,
su huella dactilar es en mi el recuerdo
de una lágrima de sangre.

La busqueda de la identidad supone desvestirse de toda preconcepcion. Bravo, Carmen! Hermosa e interesante propuesta. Abrazos, ERA

Muy bello poema, Carmen. Felicidades y un abrazo.

Pilar Morte escribió:Es ser ha dado mucho de sí, ha logrado conciliar los versos tan hermosos con lo vivido. Me gustó leerte
besos
Pilar

Siempre acogedora y amable, Pilar.
Gracias, besos

Guillermo Cuesta escribió:un estupendo poema en el que la observación crece en cada idea y cada verso de forma espontanea y
fidedigna.

un abrazo

Hola Guillermo, tengo que creer en tus comentarios, les pones siempre tu brillo especial.
Un gran abrazo y gracias

Rafel Calle escribió:Hermoso e interesante trabajo de Carmen.

Gracias Rafel.
Saludos

Ventura Morón escribió:Hermoso tu versar querida amiga. Me ha parecido algo más críptico que otras ocasiones, quizás por la propia necesida del poema de buscar caminos para traer significados que no pueden dejarse totalmente desnudos.
Me ha gustado mucho, besos amiga

Gracias, Ventura.
Agradezco la observación al poema.
Y agradezco tu lectura y tus palabras.
Besos.

Begoña Egüen escribió:

Carmen Pla escribió:Hay un visitante detrás de la puerta
que envuelve la penumbra de una tarde,
con presagios bajo el hielo que me observa
perforando con sus ojos las horas vividas,
la memoria es una eufonía perpetua
de párpados cerrados,
desde el sótano hasta la habitación
una niebla atípica, etérea y sin color,
me devuelve una imagen furtiva que me despierta
con un papel plateado de flores amarillas.
Hay un terrón de tierra que me agoniza
la última pertenencia a un lugar,
sus sílabas y mimos, el polvo cansado
de la sombra de su sombra que baila entre rótulos,
una oquedad sombría, un ticket de ida caducado
en una ciudad que no cambia de lugar,
no regresan los olvidos ni los días venideros
ni la saliva de mi lengua,
me visto con la ropa de lo que no regresa
despoblando en el azar,
un juego en la ruleta rusa del otro abismo,
el remordimiento que marca el ritmo
vacía las venas y deambulan.
Me quedo pegada al insomnio de la escarcha infinita
en un vaso de café frío,
ese sol de invernadero que esconde la dureza de mis días
con las huellas de quien, yo simulé mi existencia,
y me arranqué las últimas prendas diminutas
que me asfixiaban de la luz.
Tiene un color fresa deslumbrante,
su huella dactilar es en mi el recuerdo
de una lágrima de sangre.

Primoroso... muy bello. Gracias, estimada amiga, Carmen, por haber compartido.
Un abrazo.
BEGOÑA.

Gracias a ti, Begoña, por detenerte en mis letras.
Abrazos