La guerra de Troya que narra un viajero
Publicado: Mar, 29 Mar 2016 20:45
Le dedico a Ana, por su cumpleaños, esta recreación de la guerra de Troya contada por un viajero interno al que le gusta sentirse héroe por momentos.
I ELENA SE VA CON PARIS
En nuestra tierra amamos con dolor.
Trovadores, guerreros, avispados;
títeres de un destino aterrador
van desfilando frente a tí prendados.
¡Arde Paris! Antorcha de fervor
que en su fuego calcina los lacrados.
¿Pasión o rapto? ¿Qué más da el dilema
cuando nadie se libra de esta quema?
II AGAMENÓN DECLARA LA GUERRA A TROYA
Vendrá la guerra a cuestas del honor.
Troya, nido de víboras y astados
has de pagar con sangre tu rencor.
No habrá tierra que aloje más finados,
no habrá muro que valga a tu raptor,
no habrá dios que os proteja, ni soldados.
Hijos de Argos, llego la hora suprema
en que la casta, es más que nuestro emblema.
III ULISES CONVENCE A AQUILES
La historia nunca abraza al perdedor.
La gloria está en los hombres recordados
por su fuerza, belleza y pundonor.
Aquiles, estarás entre soñados
altares, de inmortal huella y fulgor;
dominios que al titán son reservados.
El odio inventa cosas por sistema,
cuando salvar la vida es el problema.
IV LA RABIA DE AQUILES
No tiene más remedio que matar.
Es un destino fiero que los hados
han dispuesto celosos, al captar
que el hombre se aproxima a los estrados
cuando sueña, que puede acariciar
la gloria del Olimpo y sus reinados.
Mis hermanos de espada, es un poema
que inquiere a Dios su cruel estratagema.
V PATROCIO CON LA ARMADURA DE AQUILES, PELEA Y MUERE A MANOS DE HÉCTOR
No hace el hábito al monje, es un error.
El impulso no vence a la cordura;
el amigo murió sin la menor
fortuna, enajenado en su armadura,
sin pensar que lo grande del valor
está en el buen mirar y la mesura.
Héctor, como la vida, nos revela
que el que pía a destiempo, a la cazuela.
VI EL PRÍNCIPE HÉCTOR
“Mujer, siento vergüenza y estupor.”
Cuando el pueblo moría en la indigencia,
no supo más que asir el corredor
de su pena, y luchar con virulencia
olvidando a su hermano; por amor
hizo a su gente digna de obediencia.
Murió como los héroes lo pueden:
probando que ellos nunca retroceden.
VII AQUILES MATA A HÉCTOR
Toda carne es materia digerible,
no más; el giro ciego de un borrico
alrededor del eje indivisible
de este mundo, que yo no justifico.
Entre el sueño y un dios indiscutible,
el tiburón se come al pez más chico.
Muere lo que está muerto de antemano:
sublima Aquiles al redil humano.
VIII PRÍAMO SUPLICA EL CADÁVER DE SU HIJO
Dos locos a la carne acomodados,
bailan el vals de los gusanos lerdos.
Uno arrastra los muertos suplicados
otro pide arrastrado sus recuerdos.
Pero no dejan nunca que, marchados,
mueran en paz, sin mal ni desacuerdos,
aquellos hombres que por cruel destino
hallaron a Caronte en su camino.
IX LA MUERTE DE AQUILES
Todo el hierro del mundo en el talón,
no hubiera permitido que tu vida
perdurara entre el polvo; sin opción
caminas tras la guerra decidida;
Mejor la gloria muerto a la aprensión
de ser una leyenda aborrecida.
Una flecha de Apolo echó tu barco
al mar ¡emérita tonsura de Arco!
X EL CABALLO
Que unido a la epopeya fueras panza,
no es de extrañar; que ungido por los dioses
penetres muros plenos de añoranza,
tampoco. Decidieron que desposes
la Homérica verdad: en la pitanza,
en la búsqueda firme, nunca hay poses.
Tampoco en el amor; detrás de velo
inicial de pasión: memoria y celo.
Armilo Brotón
I ELENA SE VA CON PARIS
En nuestra tierra amamos con dolor.
Trovadores, guerreros, avispados;
títeres de un destino aterrador
van desfilando frente a tí prendados.
¡Arde Paris! Antorcha de fervor
que en su fuego calcina los lacrados.
¿Pasión o rapto? ¿Qué más da el dilema
cuando nadie se libra de esta quema?
II AGAMENÓN DECLARA LA GUERRA A TROYA
Vendrá la guerra a cuestas del honor.
Troya, nido de víboras y astados
has de pagar con sangre tu rencor.
No habrá tierra que aloje más finados,
no habrá muro que valga a tu raptor,
no habrá dios que os proteja, ni soldados.
Hijos de Argos, llego la hora suprema
en que la casta, es más que nuestro emblema.
III ULISES CONVENCE A AQUILES
La historia nunca abraza al perdedor.
La gloria está en los hombres recordados
por su fuerza, belleza y pundonor.
Aquiles, estarás entre soñados
altares, de inmortal huella y fulgor;
dominios que al titán son reservados.
El odio inventa cosas por sistema,
cuando salvar la vida es el problema.
IV LA RABIA DE AQUILES
No tiene más remedio que matar.
Es un destino fiero que los hados
han dispuesto celosos, al captar
que el hombre se aproxima a los estrados
cuando sueña, que puede acariciar
la gloria del Olimpo y sus reinados.
Mis hermanos de espada, es un poema
que inquiere a Dios su cruel estratagema.
V PATROCIO CON LA ARMADURA DE AQUILES, PELEA Y MUERE A MANOS DE HÉCTOR
No hace el hábito al monje, es un error.
El impulso no vence a la cordura;
el amigo murió sin la menor
fortuna, enajenado en su armadura,
sin pensar que lo grande del valor
está en el buen mirar y la mesura.
Héctor, como la vida, nos revela
que el que pía a destiempo, a la cazuela.
VI EL PRÍNCIPE HÉCTOR
“Mujer, siento vergüenza y estupor.”
Cuando el pueblo moría en la indigencia,
no supo más que asir el corredor
de su pena, y luchar con virulencia
olvidando a su hermano; por amor
hizo a su gente digna de obediencia.
Murió como los héroes lo pueden:
probando que ellos nunca retroceden.
VII AQUILES MATA A HÉCTOR
Toda carne es materia digerible,
no más; el giro ciego de un borrico
alrededor del eje indivisible
de este mundo, que yo no justifico.
Entre el sueño y un dios indiscutible,
el tiburón se come al pez más chico.
Muere lo que está muerto de antemano:
sublima Aquiles al redil humano.
VIII PRÍAMO SUPLICA EL CADÁVER DE SU HIJO
Dos locos a la carne acomodados,
bailan el vals de los gusanos lerdos.
Uno arrastra los muertos suplicados
otro pide arrastrado sus recuerdos.
Pero no dejan nunca que, marchados,
mueran en paz, sin mal ni desacuerdos,
aquellos hombres que por cruel destino
hallaron a Caronte en su camino.
IX LA MUERTE DE AQUILES
Todo el hierro del mundo en el talón,
no hubiera permitido que tu vida
perdurara entre el polvo; sin opción
caminas tras la guerra decidida;
Mejor la gloria muerto a la aprensión
de ser una leyenda aborrecida.
Una flecha de Apolo echó tu barco
al mar ¡emérita tonsura de Arco!
X EL CABALLO
Que unido a la epopeya fueras panza,
no es de extrañar; que ungido por los dioses
penetres muros plenos de añoranza,
tampoco. Decidieron que desposes
la Homérica verdad: en la pitanza,
en la búsqueda firme, nunca hay poses.
Tampoco en el amor; detrás de velo
inicial de pasión: memoria y celo.
Armilo Brotón