Entre los dedos de mi poesía
Publicado: Dom, 20 Mar 2016 0:22
¿Dónde estás?
¿Acaso te pierdes en las marañas del desahucio?
No quiero, no puedo luchar contra la mente,
es un tormento que me agota,
que me entrega a las garras de las pesadillas,
que duerme a mi lado, que vive en mi interior,
en pasajes con calles a los desvaríos,
en la brillante luz,
en la más oscura de las tinieblas,
en mi pluma, mi escritura,
mi sentir, mi padecer…
… mi poesía.
¿Dónde estás?
Dibuja un halo de existencia,
un cuadro donde ambos formemos parte del lienzo,
una voz que choque con la mía,
una mirada, aunque sea fría,
que ilumine mi mirada,
tu aliento con signos de sufrimiento
que dé alas a mi aliento,
acerca tus heladas manos
que yo les daré calor entre las mías,
¡vive! y yo viviré en la eternidad del alma.
¿Qué quieres que haga?
¡Dímelo!
¡Ayúdame a sentir lo que sentiste!
Quiero entender que te llevó a sucumbir,
quiero sentir,
el sentimiento que derramabas al escribir,
la sed de tu paladar,
las grietas de tus labios secos.
Quiero encadenar versos con la delicadeza
que tú los encadenabas;
alimentarme de tu esencia,
llorar como le lloraste a tu amigo
con el dolor convertido en belleza;
dormirme con la cálida nana
de un corazón fraternal;
luchar como aquellos niños yunteros;
y marcharme con tres heridas en la mochila:
la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Pero quiero hacerlo junto a ti.
¡Cógeme la mano! ¡Deslízala!
… y escribe.
Dame tu nobleza,
enférmame con tus fiebres,
hazme padecer de tu hermosa demencia,
muéstrame el camino para rescatar tu ausencia,
libérame de este destierro
y hazme enloquecer con tu presencia.
¡Dime que estás aquí!
¡Ayúdame a sentir lo que sentiste!
¡Vísteme de infierno y llévame a tu cielo!
¿Dónde estás, que casi te siento?
“Tal vez sea yo, tal vez simple melodía,
tal vez, el que tantas veces cree estar cuerdo
se diluya en el último sorbo de la locura;
tal vez, esta sea mi voz, mi escritura,
o simplemente en tu recuerdo, yo viva fuera de vida.
Tal vez, todo sea un sueño, acaso irreal,
o una realidad convertida en sueño;
o tal vez, ambos necesitemos de ambos
para seguir sintiéndonos poetas,
tú en vida, yo entre cenizas,
yo en la noche, tú en el día,
más no olvides nunca que,
tu sangre es la mañana que jamás se termina.” (Miguel Hernández – Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío)
He sentido tu mano deslizando la mía,
mientras dormía la locura
y la oscuridad se iba vistiendo de día,
y he sentido el calor de tu sangre infinita en mi mañana,
con tu alma encadenada a mi alma
y tu presencia en la brisa.
Te he sentido, Miguel,
entre los dedos de mi poesía.
¿Acaso te pierdes en las marañas del desahucio?
No quiero, no puedo luchar contra la mente,
es un tormento que me agota,
que me entrega a las garras de las pesadillas,
que duerme a mi lado, que vive en mi interior,
en pasajes con calles a los desvaríos,
en la brillante luz,
en la más oscura de las tinieblas,
en mi pluma, mi escritura,
mi sentir, mi padecer…
… mi poesía.
¿Dónde estás?
Dibuja un halo de existencia,
un cuadro donde ambos formemos parte del lienzo,
una voz que choque con la mía,
una mirada, aunque sea fría,
que ilumine mi mirada,
tu aliento con signos de sufrimiento
que dé alas a mi aliento,
acerca tus heladas manos
que yo les daré calor entre las mías,
¡vive! y yo viviré en la eternidad del alma.
¿Qué quieres que haga?
¡Dímelo!
¡Ayúdame a sentir lo que sentiste!
Quiero entender que te llevó a sucumbir,
quiero sentir,
el sentimiento que derramabas al escribir,
la sed de tu paladar,
las grietas de tus labios secos.
Quiero encadenar versos con la delicadeza
que tú los encadenabas;
alimentarme de tu esencia,
llorar como le lloraste a tu amigo
con el dolor convertido en belleza;
dormirme con la cálida nana
de un corazón fraternal;
luchar como aquellos niños yunteros;
y marcharme con tres heridas en la mochila:
la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Pero quiero hacerlo junto a ti.
¡Cógeme la mano! ¡Deslízala!
… y escribe.
Dame tu nobleza,
enférmame con tus fiebres,
hazme padecer de tu hermosa demencia,
muéstrame el camino para rescatar tu ausencia,
libérame de este destierro
y hazme enloquecer con tu presencia.
¡Dime que estás aquí!
¡Ayúdame a sentir lo que sentiste!
¡Vísteme de infierno y llévame a tu cielo!
¿Dónde estás, que casi te siento?
“Tal vez sea yo, tal vez simple melodía,
tal vez, el que tantas veces cree estar cuerdo
se diluya en el último sorbo de la locura;
tal vez, esta sea mi voz, mi escritura,
o simplemente en tu recuerdo, yo viva fuera de vida.
Tal vez, todo sea un sueño, acaso irreal,
o una realidad convertida en sueño;
o tal vez, ambos necesitemos de ambos
para seguir sintiéndonos poetas,
tú en vida, yo entre cenizas,
yo en la noche, tú en el día,
más no olvides nunca que,
tu sangre es la mañana que jamás se termina.” (Miguel Hernández – Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío)
He sentido tu mano deslizando la mía,
mientras dormía la locura
y la oscuridad se iba vistiendo de día,
y he sentido el calor de tu sangre infinita en mi mañana,
con tu alma encadenada a mi alma
y tu presencia en la brisa.
Te he sentido, Miguel,
entre los dedos de mi poesía.