Editorial Alaire

Cuando las horas canten,
cuando el follaje tenga
un destellar de Pollock
y la noche vuele sin queja ni atavío,
entonces mi alma muda
no sabrá cual de todos sus acentos
estrenar con un júbilo engreído.

Sí
sólo entonces
cuando de pie me sienta,
sólo allá sin mansedumbre
sin esperar ya flores de madera,
porque de todas tengo una guitarra
tan sangrante y voraz
tan díscola y urgente
que me espanta saber cuántas canciones
han dejado de ser hoy exclusivas.

Pero sé que vendrá esa tarde
en que me aprenda un tango de memoria
y una granada pruebe mi labio,
sin más frescura breve
ni sorpresa,
sólo con la quietud del sol muriendo.

Alberto Madariaga
(2016)

Me gustó tu poema Alberto. Aunque al inicio haces referencia a un maestro del expresionismo en la pintura, tus versos son amables, sin la carga emocional que impregnaba el hacer de ese movimiento.

Recibe un cordial saludo

Magnífico poema en el que la lírica se nutre de palabra precisa y de sentir.

un abrazo

Las llegadas, los inicios son siempre bienvenidas llenas de luces y conocimiento. La palabra igual que una mujer llega y explota en fuegos artificiales.
Todo me gusta peo la primera estrofa es bellísima. Bien estos versos podrían ser una hermosa canción.