Siempre te aguardo
Publicado: Jue, 18 Feb 2016 0:37
Como un eco prolongado a veces se escucha tu voz tibia,
su cadencia sonora se hace pálpito en mis manos cuando
en otra piel te buscan y sólo encuentran un pulso de tristeza
de ese corazón que en soledad el verbo amar conjuga.
Hoy que evoco tu ausencia, quiero sonreír sin muchas pretensiones
para que vuelvas temprano a recolectar estas espigas de pasión
que en las besanas de mi carne crecen y codician
amasar el pan candeal que alimente a los deseos.
Nada te pediré a cambio si regresas, haré del aire que respiro
un espacio en libertad para que tú sin condición lo habites,
y cuando agite a mi sangre los alisios, impúdica se mostrará
tu intimidad desnuda y pondrá rumbo al mar de la ternura,
hasta que en el puerto de amanecer arribe. Después yo recogeré
las cerezas rojas que en tus labios maduran y se oirá un rumor sereno
que sobre el tálamo de la noche seduce a mis sentidos.
A veces la cicatriz de tu cuerpo en la nostalgia duele.
Pero no importa. Sigo aferrándome a su tacto de arcilla
que moldea la memoria de mis dedos para hacer de ti
presencia indestructible y yo me hago peregrino del tiempo;
rescato tu nombre confinado en la niebla y apago mi sed
en tus caderas que escancian el néctar de la vida.
Como un preludio que abre sus brazos a la aurora, madrugarás
en mí y yo borraré el pasado por temor a hacerte daño.
Quiero sobrevivir al sacrificio caníbal de mi boca; huir
de esta vigilia permanente que como el fuego me devora,
para nombrarte cuando la tierra cubra su desnudez con manto verde
y el ruiseñor repiquetee su madrigal en el diapasón del aire.
Aunque la sal de mis lágrimas convierta en desierto la espera
y la distancia siga negándome presagios de amor como sustento,
recuerda que siempre en la orilla de esta herida yo te aguardo.
su cadencia sonora se hace pálpito en mis manos cuando
en otra piel te buscan y sólo encuentran un pulso de tristeza
de ese corazón que en soledad el verbo amar conjuga.
Hoy que evoco tu ausencia, quiero sonreír sin muchas pretensiones
para que vuelvas temprano a recolectar estas espigas de pasión
que en las besanas de mi carne crecen y codician
amasar el pan candeal que alimente a los deseos.
Nada te pediré a cambio si regresas, haré del aire que respiro
un espacio en libertad para que tú sin condición lo habites,
y cuando agite a mi sangre los alisios, impúdica se mostrará
tu intimidad desnuda y pondrá rumbo al mar de la ternura,
hasta que en el puerto de amanecer arribe. Después yo recogeré
las cerezas rojas que en tus labios maduran y se oirá un rumor sereno
que sobre el tálamo de la noche seduce a mis sentidos.
A veces la cicatriz de tu cuerpo en la nostalgia duele.
Pero no importa. Sigo aferrándome a su tacto de arcilla
que moldea la memoria de mis dedos para hacer de ti
presencia indestructible y yo me hago peregrino del tiempo;
rescato tu nombre confinado en la niebla y apago mi sed
en tus caderas que escancian el néctar de la vida.
Como un preludio que abre sus brazos a la aurora, madrugarás
en mí y yo borraré el pasado por temor a hacerte daño.
Quiero sobrevivir al sacrificio caníbal de mi boca; huir
de esta vigilia permanente que como el fuego me devora,
para nombrarte cuando la tierra cubra su desnudez con manto verde
y el ruiseñor repiquetee su madrigal en el diapasón del aire.
Aunque la sal de mis lágrimas convierta en desierto la espera
y la distancia siga negándome presagios de amor como sustento,
recuerda que siempre en la orilla de esta herida yo te aguardo.