Semillas ( Andalucía )
Publicado: Lun, 08 Feb 2016 11:14
Con dos poemas, me despido del foro. Me reencuentro en una poesía del trabajo y la necesidad. Los caminos son divergentes y quizá eso también sea necesario en la vida y la palabra.
Con seis años ya escuchaba estas canciones del hambre, las entendía sin comprender la letra.
[BBvideo 560,340][/BBvideo]
( I )
Que de dónde vengo, me preguntas.
Acaso, ¿no ves mis manos rajadas
por el arado, y los pájaros inmóviles
en la mirada de una sublevación?
Hablaré de una amanecida anochecida
entre tricornios y caballos blancos,
entre pistolas lunares acorralada;
llevaré el hambre a los pies descalzos
y el frío entrará como luz en tus ojos;
serán tus huesos motivo y razón
de las espigas acaricidas por hoces,
que desafiaron alambradas y leyes.
Y sabrás qué dice la simiente abortada,
escucharás el silencio de escaños sucios,
que llevaron la toga de la muerte.
Vi huesos remontando barbechos,
abrazándose a hombres y mujeres
helados por el frío, por la violencia
golpeados con saña innombrable.
No tenía nombre la blanca ternura
que sostenía en brazos a su hijo.
Tampoco son pensables las manos
acariciando la semilla de la tierra,
ahora en vientres adormecida.
Escuché a dios llorando en los olivos,
impotente por no poder hacer nada;
y las balas me rozaron las mejillas
cuando cayeron hombres inocentes.
Supe entonces del trabajo áspero,
del frío silencioso que amarra
la esperanza del hambre al cielo.
Vi doblegarse a los olivos,
mostrando agradecimiento.
Pero también vi los dientes de la muerte
luchando a capa y espada con los fusiles;
me perdí en un laberinto de gritos negros;
como en una noche interminable,
corrieron los legionarios de la muerte
para detener a los jornaleros;
llevaban el plomo retorcido en sus labios
y en su brazos las columnas del miedo;
ardía el cuarzo en sus ojos, infinitos
en su sed de sangre.
Quedan restos de amanecida en mis cabellos,
tan fríos y blancos como los cortijos,
como la nieve estirada en la cumbre.
Están cansadas mis manos de hundirse en los rostros
y apaciguar techumbres del hambre y la humillación;
es por eso que se sublevan las madres, llevando a sus hijos
más allá de las alambradas que muerden con saña la tierra
y se clavan, como una aurora de puñales, en los corazones
de hombres y mujeres alzados entre bancos de niebla.
Estoy aquí, otra vez vivo por cada agujero de bala;
sólo son luz, luz vertebrando el fuego de mi alma.
( II )
Los cuervos vieron a mi abuelo,
sus pasos brillaban en la noche,
más oscura que aquellos pájaros;
llevaba en sus manos cansadas
las garrafas de aceite del señorito.
Camino, camino, camino y más camino;
mi abuelo tarareaba el himno de riego
y a su paso espantaba pajarracos.
Camino, camino, camino y nada más
que camino hacia la libertad.
Con seis años ya escuchaba estas canciones del hambre, las entendía sin comprender la letra.
[BBvideo 560,340][/BBvideo]
( I )
Que de dónde vengo, me preguntas.
Acaso, ¿no ves mis manos rajadas
por el arado, y los pájaros inmóviles
en la mirada de una sublevación?
Hablaré de una amanecida anochecida
entre tricornios y caballos blancos,
entre pistolas lunares acorralada;
llevaré el hambre a los pies descalzos
y el frío entrará como luz en tus ojos;
serán tus huesos motivo y razón
de las espigas acaricidas por hoces,
que desafiaron alambradas y leyes.
Y sabrás qué dice la simiente abortada,
escucharás el silencio de escaños sucios,
que llevaron la toga de la muerte.
Vi huesos remontando barbechos,
abrazándose a hombres y mujeres
helados por el frío, por la violencia
golpeados con saña innombrable.
No tenía nombre la blanca ternura
que sostenía en brazos a su hijo.
Tampoco son pensables las manos
acariciando la semilla de la tierra,
ahora en vientres adormecida.
Escuché a dios llorando en los olivos,
impotente por no poder hacer nada;
y las balas me rozaron las mejillas
cuando cayeron hombres inocentes.
Supe entonces del trabajo áspero,
del frío silencioso que amarra
la esperanza del hambre al cielo.
Vi doblegarse a los olivos,
mostrando agradecimiento.
Pero también vi los dientes de la muerte
luchando a capa y espada con los fusiles;
me perdí en un laberinto de gritos negros;
como en una noche interminable,
corrieron los legionarios de la muerte
para detener a los jornaleros;
llevaban el plomo retorcido en sus labios
y en su brazos las columnas del miedo;
ardía el cuarzo en sus ojos, infinitos
en su sed de sangre.
Quedan restos de amanecida en mis cabellos,
tan fríos y blancos como los cortijos,
como la nieve estirada en la cumbre.
Están cansadas mis manos de hundirse en los rostros
y apaciguar techumbres del hambre y la humillación;
es por eso que se sublevan las madres, llevando a sus hijos
más allá de las alambradas que muerden con saña la tierra
y se clavan, como una aurora de puñales, en los corazones
de hombres y mujeres alzados entre bancos de niebla.
Estoy aquí, otra vez vivo por cada agujero de bala;
sólo son luz, luz vertebrando el fuego de mi alma.
( II )
Los cuervos vieron a mi abuelo,
sus pasos brillaban en la noche,
más oscura que aquellos pájaros;
llevaba en sus manos cansadas
las garrafas de aceite del señorito.
Camino, camino, camino y más camino;
mi abuelo tarareaba el himno de riego
y a su paso espantaba pajarracos.
Camino, camino, camino y nada más
que camino hacia la libertad.