Del inusitado precipicio de la imagen
Publicado: Dom, 07 Feb 2016 0:24
DEL INUSITADO PRECIPICIO DE LA IMAGEN
I.
Lo primero que tengo que poner sobre la mesa es mi vanidad,
una onza de mi es un brillante sin pulir,
la vida no vale nada, y aun así me resisto a escupir
el resto que se pudre,
y no hay que entrar en más detalles.
Descubrí que parte de mi sufrimiento era el culto a la poesía,
en mí no había dioses griegos, encabalgamientos forzados,
pero todo lo demás era un drama del cual no podía zafarme.
Sufría de los males de la clase media,
a veces de fiebre alta, me consumía su delirio,
el esnobismo de los burgueses me hacía más cristiana,
el evangelio según Lenin, me recordaba a Robin Hood,
el gusano del conceptualismo me carcomió por entero,
no quería dinero, no tenía la imaginación del que conquista la calle…
no había un “mundo entero”,
era un caracol sobre la ardiente playa,
un reguero que me atravesaba la columna
y me hacía un mundo que rodaba en cueros.
Ese es mi dolor de conciencia,
mi terepeté,
mi bella e implacable mente.
II.
Aprendí a duras penas del occidentalismo letal
y la deshumanización del zen.
Hice paro y reparo con algunas cosas obvias como ”political correctness”.
En el fondo yo era negra.
En el fondo yo era una isla.
En el fondo yo era la isla negra.
La península de Chart,
y el pene de Bukowski,
La mujer_ sujeto de las obras de arte,
( no creo que el cabrón de la poesía
se ofenda con esta emasculación de la imagen).
Oriente es otra lejana historia que me ha engañado con su aparente simpleza,
yo soy el yogui que fuma y respira en espirales la noche azul con Van Gogh,
Nos sentamos en la boca subyugantemente roja de Dalí,
y no falta quien se acerque a posar su rolex,
imagínense, qué error!
un reloj frente a la eternidad de los desorbitados ojos!
Así de flagrante.
E. R. Aristy
I.
Lo primero que tengo que poner sobre la mesa es mi vanidad,
una onza de mi es un brillante sin pulir,
la vida no vale nada, y aun así me resisto a escupir
el resto que se pudre,
y no hay que entrar en más detalles.
Descubrí que parte de mi sufrimiento era el culto a la poesía,
en mí no había dioses griegos, encabalgamientos forzados,
pero todo lo demás era un drama del cual no podía zafarme.
Sufría de los males de la clase media,
a veces de fiebre alta, me consumía su delirio,
el esnobismo de los burgueses me hacía más cristiana,
el evangelio según Lenin, me recordaba a Robin Hood,
el gusano del conceptualismo me carcomió por entero,
no quería dinero, no tenía la imaginación del que conquista la calle…
no había un “mundo entero”,
era un caracol sobre la ardiente playa,
un reguero que me atravesaba la columna
y me hacía un mundo que rodaba en cueros.
Ese es mi dolor de conciencia,
mi terepeté,
mi bella e implacable mente.
II.
Aprendí a duras penas del occidentalismo letal
y la deshumanización del zen.
Hice paro y reparo con algunas cosas obvias como ”political correctness”.
En el fondo yo era negra.
En el fondo yo era una isla.
En el fondo yo era la isla negra.
La península de Chart,
y el pene de Bukowski,
La mujer_ sujeto de las obras de arte,
( no creo que el cabrón de la poesía
se ofenda con esta emasculación de la imagen).
Oriente es otra lejana historia que me ha engañado con su aparente simpleza,
yo soy el yogui que fuma y respira en espirales la noche azul con Van Gogh,
Nos sentamos en la boca subyugantemente roja de Dalí,
y no falta quien se acerque a posar su rolex,
imagínense, qué error!
un reloj frente a la eternidad de los desorbitados ojos!
Así de flagrante.
E. R. Aristy