Gracias, Cheif, celebro tu huella por este sitio.Rafel Calle escribió:Muy bello poema de Ferreiro.
Un abrazo.
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Gracias, Cheif, celebro tu huella por este sitio.Rafel Calle escribió:Muy bello poema de Ferreiro.
Celebro tan placentera lectura, amiga Pilar.Carmen Pla escribió:Una grandiosa lectura apasionada de extraordinaria calidad.
Un placer disfrutar de ella.
Abrazos.
Lo he dicho ya muchas veces, pero lo vuelvo a repetir: Eres todo un lujo de lector para cualquier poeta; gracias por dejar tu brillante sabiduría crítica en este poema.Óscar Distéfano escribió:Un poema de cuya lectura realmente he disfrutado. Estoy con Pablo. Es lo que siempre sostuve; que la poesía puede ser enigmática (y hasta hermética), pero no puede ser ininteligible, las llaves del cofre no deben perderse del lector. En este poema se da el hecho de que existe una materia cognitiva de la cual ha partido la voz poética; y, sin hacerla visible explícitamente, nos trasmite, sin embargo, lo mejor que pudo el sentimiento que nació de dicha materia cognitiva, pese a las limitaciones del lenguaje. Digo lo mejor, porque el poema emociona verso a verso y en su conjunto. El relato es clarividente, se siente empatía con el personaje ante su drama personal, ante la ausencia, ante la soledad desolada que lo embarga. Se dice que el lector, al leer un poema, lo modifica a su manera. Yo creo que esta aseveración es lógica, dado que cada persona estamos hechos de estímulos emocionales muy diferentes, y nuestras experiencias nunca concuerdan; pero, yo agregaría a este fenómeno poético lo siguiente: hay algo esencial del poema que llega a todos los lectores de forma intacta, algo que no se corrompe. Y esto sucede solamente cuando un poema es bueno, cuando está bien equilibrado en fondo y forma, cuando existe un mensaje aprehensible, cuando el ritmo es acertado, cuando no existen trampas en el proceso de gestación y/o elaboración. Es realmente una experiencia valiosa leer poemas como éste.
Mis aplausos, amigo.
Óscar
Gracias, Miguel Ángel, por tu paso y generosos comentarios.Miguel Ángel Martínez escribió:Estimado Ferreiro, me uno a la apreciación de los compañeros.
He disfrutado de tu poema y me parece una gran obra.
Un cordial saludo.
El poema es precioso en su totalidad, pero destaco estos versos que parecieron extraordinariamente logrados.J. J. M. Ferreiro escribió:
Aquella tarde, Corbain recorría
la orilla de la playa
pensando en ella,
y veía como la traza
de sus caderas, siempre ciegas y balbucientes,
todavía quedaba esbozada en la arena.
La imagen de sus chanclas
y sus gafas de sol tiradas en el suelo,
abría en él
una sensación de abandono,
quieto e irrecuperable.
Eran objetos vívidos
con un alma extraplana,
indiferentes a la salvación eterna.
Entonces Corbain,
mirando al mar interminable
murmullaba despacio:
“Vengas con las raíces de la sed
o vengas
con la tormenta mar adentro,
con la hierba del frío,
o en las orillas de la sombra,
jamás la seda parda de la tierra
aliviará la herida de tu tiempo”
Gracias, amigo Luis, por tu paso y generosos comentarios.Luis Muñiz M. escribió:El poema es precioso en su totalidad, pero destaco estos versos que parecieron extraordinariamente logrados.J. J. M. Ferreiro escribió:
Aquella tarde, Corbain recorría
la orilla de la playa
pensando en ella,
y veía como la traza
de sus caderas, siempre ciegas y balbucientes,
todavía quedaba esbozada en la arena.
La imagen de sus chanclas
y sus gafas de sol tiradas en el suelo,
abría en él
una sensación de abandono,
quieto e irrecuperable.
Eran objetos vívidos
con un alma extraplana,
indiferentes a la salvación eterna.
Entonces Corbain,
mirando al mar interminable
murmullaba despacio:
“Vengas con las raíces de la sed
o vengas
con la tormenta mar adentro,
con la hierba del frío,
o en las orillas de la sombra,
jamás la seda parda de la tierra
aliviará la herida de tu tiempo”
Mis felicitaciones, Ferreiro. Un abrazo, amigo.
J. J. M. Ferreiro escribió:Corbain miraba el vestido de Claire
que el oleaje había devuelto a la ribera,
pero el cuerpo no estaba;
disuelto rápidamente se perdió entre piedras y lodo;
se reintegró a su estrato correspondiente,
como un detrito más
del sueño geológico del planeta.
Mucho tiempo después,
cuando el agua se evaporó,
parecía verla de nuevo
en esas formas caprichosas que las nubes moldean.
Sí, todo en ella fue apariencia,
aparentaba un cuerpo que al moverse
simulaba maravillar otros cuerpos
y terrores imaginarios.
Revivía frecuentemente aquella escena imborrable
que idearon escudriñando en la perversidad:
Era en Sierra de Lobos.
Muy adentro del bosque,
la noche parecía enferma
y las parejas del amor yacían
pudriéndose en los cois y en las hamacas,
destrozados sus vientres sanguinolentos
por las alimañas nocturnas.
Durante aquella época Corbain fue muy dichoso;
recordaba que siempre que se besaban
ponían alfileres en los labios.
Ahora, sus lágrimas caían con un ruido ensordecedor.
Sus manos parecían dos ataúdes de silencio.
Desde su desaparición,
fabricaba sus propios días
o vivía en los ya idos,
que eran los más inesperados.
Y siempre solo, nunca se encontraba.
Tampoco lograba saldar
haber soñado la proporción más dulce de lo suyo,
eso que le pedía ser como la ofrenda de la lluvia,
por su invasión, la humedad acariciadora,
por su llama de vida, el inmanente trazo,
por el alimento de tierra interminable
con el que ella le entregaba el amor…
y sentía muy íntimamente la nieve de recuerdos
que los días escombraban en sus sienes,
ese halo de belleza que fulgura
cuando hasta las palabras sienten.
Aquella tarde, Corbain
recorría la orilla de la playa pensando en ella,
y veía como la traza de sus caderas,
siempre ciegas y balbucientes,
todavía quedaba esbozada en la arena.
La imagen de sus chanclas y sus gafas de sol tiradas en el suelo,
abría en él una sensación de abandono,
quieto e irrecuperable.
Eran objetos vívidos
con un alma extraplana,
indiferentes a la salvación eterna.
Entonces Corbain,
mirando al mar interminable
murmullaba despacio:
“Vengas con las raíces de la sed
o vengas con la tormenta mar adentro,
con la hierba del frío, o en las orillas de la sombra,
jamás la seda parda de la tierra aliviará la herida de tu tiempo”.
Gracias, amiga Ana. Celebro que hayas disfrutado de estos versos.Ana Muela Sopeña escribió:Extraordinario, J.J.:
Un poema que hiere internamente no solo por el tema sino por la belleza con la describes todo.
Enhorabuena
Un beso grande
Ana