Al reto TRAGICOMEDIA: Última carta a Pérez
Publicado: Dom, 17 Ene 2016 15:41
Continuando con este apasionante reto literario hoy toca una dosis de tragicomedia, que puede llegar hasta el humor negro: “ Usted es coja señora”.Todo como la vida misma.
Francisca Pavón, mariscal de los fogones, nació y creció en Villajoyosa, donde el arroz tiene rango de primera espada. No en vano el albero es como una inmensa paella que sobre la que degustamos, despacio, la visión trágica de la vida y la muerte.
A banda y negre, perdió la cabeza por agosto; se fue a las sombras cuando el mar olía a crema de sol, que deja sobre las olas un sucedáneo de arco iris, mientras sus hijos la miraban entra la pena y la emoción. Francisca regresaba a su infancia. Su única memoria era el pasado y, perdida la batalla contra la demencia, escribía a los pocos recuerdos que le quedaban.
Como amigo de la familia, tuve la oportunidad de leer algunos de sus escritos y entre ellos el que más me impresionó fue una carta, con unas letras apenas legibles, pero que daban a entender que tuvo una bella caligrafía, de la que deduje su meticulosidad e inteligencia.
“Estimat Pérez, tal vez esta sea la última vez que t´escric. Y lo hago para dir-te que no me quedan dientes; així que ja no podré dixar-te alguno debajo de mi almohada, como he hecho durant tants de temps. Adopté una postissa, y ese plástico no deja mucho para somiar. Per aixó, hace molt temps que ja no recibes cartes.
Que ja han passat molts anys de compartir la i-lusió; en los que te vi moltes vegades atravesando el espejo que separa este mundo del otro, primer de nena y després de mayor.
No sé bien que es diu en estos casos com adeu, cuando la sensació es tant fort de haber estado compartiendo con alguien trozos vida, pues mi cabeza ya no distingue apenas la realidat del sueño y ja no sé si existeixes o no, si escric a un fantasma o a un ser real. Pero yo quiero creer esto último, porque ahora me da la sensasió que la realitat no es més que un miratge . No sé que dir cuando la relación de amistat es casi funcional, cuando no hubo lugar para el encuentro: jo dormint tu despert, yo despierta, tú no sé dónde.
Desde los primeres dentes hasta ahora, han pasat muchos años, ja no recordo mi edad bien, tendría que preguntar al meus fills -se quejan de que siempre demando el mateix y a veces me da un poco de vergonya-. Presiento que pronto me sumergiré definitivamente en el silenci de la memòria. Ya apenas leves retazos il-luminen la meva vida y tengo pocas ganas de nada. Tú eres uno de esos que em fan sonriure cuando et imaginava haciendo malabarismes para dejar tu regalo ¡pero si algunos pesaban más que tú! ¿Com hacías para pujar-lo a la cama? En la memoria de los que se van sembla que sólo queda la infantesa, ¡qué paradoja! Graciès por fer-me feliz.
Atentament Francisca Pavón
Su hijo me leyó esta misiva y otras. Los médicos le aconsejaban escribir para mantener la mente activa. También me contó, con una sonrisa cómplice, que una carta de Pérez le llegó de vuelta; que se la encontró debajo de la almohada y se echó a llorar en lugar del pequeño regalito que siempre le dejaban, primero su esposo y cuando murió este, su hijo Antonio. A Francisca le llegó correspondencia en su buzón de sueños, ese barco de arrumacos que es la cama; cuando nos retiramos a navegar por los entresijos del corazón y el subconsciente.
“Mi estimada Doña Francisca, ha sido siempre para mí un placer recibir sus cartas. El diente me hacía saber que seguía viva, transitando el camino que lleva indefectiblemente a la muerte. Ya estoy acostumbrado a dejar de recibir dientes y cartas. Pero siempre estuve deseando leer las suyas, para poder cumplir mi cometido y darle la satisfacción de hacerla sentir que es tremendamente querida. Pero si he de ser sincero, lo que más gustaba me era tener la oportunidad de probar sus arroces. Algún grano perdido en el suelo era mi alegría. Gozaba especialmente de aquel negro, negre dicen ustedes por allá, con ese gusto a mar que los ratones apenas tenemos oportunidad de disfrutar.
No tenga miedo de partir, ha vivido intensamente, ahora se va a hacer eterna como yo; habitante de un mundo sin tiempo en función de los que nos recuerdan. Usted siempre me hizo un poco más real a través de sus sueños. Ahora ya sabrá de mi cara, mis manos y juntos podremos ir dejando a sus nietos el asombro y la magia . Realmente yo no podría hacer el trabajo solo, sin la ayuda de las abuelas que me aúpan sobre la cama.
Con mucho cariño, el ratón Pérez
Esto lo redactó Federico, que continuó la atención a su abuela. Mi amigo Antonio me contó esto un día, compartiendo un arroz a banda en el puerto de Alicante. Apenas me entró un grano más, sólo el ilustrísimo chardonay de mi estimado Enrique Mendoza, lubricó suficientemente mi garganta para hacer pasar el resto de la comida.
De las cartas, no he reproducido los detalles más íntimos. Sólo quería dejar constancia de que con ilusión uno se muere más tarde o nunca se muere, vaya usted a saber. Es la ambigüedad de la existencia.
Hno Renato Vega
Francisca Pavón, mariscal de los fogones, nació y creció en Villajoyosa, donde el arroz tiene rango de primera espada. No en vano el albero es como una inmensa paella que sobre la que degustamos, despacio, la visión trágica de la vida y la muerte.
A banda y negre, perdió la cabeza por agosto; se fue a las sombras cuando el mar olía a crema de sol, que deja sobre las olas un sucedáneo de arco iris, mientras sus hijos la miraban entra la pena y la emoción. Francisca regresaba a su infancia. Su única memoria era el pasado y, perdida la batalla contra la demencia, escribía a los pocos recuerdos que le quedaban.
Como amigo de la familia, tuve la oportunidad de leer algunos de sus escritos y entre ellos el que más me impresionó fue una carta, con unas letras apenas legibles, pero que daban a entender que tuvo una bella caligrafía, de la que deduje su meticulosidad e inteligencia.
“Estimat Pérez, tal vez esta sea la última vez que t´escric. Y lo hago para dir-te que no me quedan dientes; així que ja no podré dixar-te alguno debajo de mi almohada, como he hecho durant tants de temps. Adopté una postissa, y ese plástico no deja mucho para somiar. Per aixó, hace molt temps que ja no recibes cartes.
Que ja han passat molts anys de compartir la i-lusió; en los que te vi moltes vegades atravesando el espejo que separa este mundo del otro, primer de nena y després de mayor.
No sé bien que es diu en estos casos com adeu, cuando la sensació es tant fort de haber estado compartiendo con alguien trozos vida, pues mi cabeza ya no distingue apenas la realidat del sueño y ja no sé si existeixes o no, si escric a un fantasma o a un ser real. Pero yo quiero creer esto último, porque ahora me da la sensasió que la realitat no es més que un miratge . No sé que dir cuando la relación de amistat es casi funcional, cuando no hubo lugar para el encuentro: jo dormint tu despert, yo despierta, tú no sé dónde.
Desde los primeres dentes hasta ahora, han pasat muchos años, ja no recordo mi edad bien, tendría que preguntar al meus fills -se quejan de que siempre demando el mateix y a veces me da un poco de vergonya-. Presiento que pronto me sumergiré definitivamente en el silenci de la memòria. Ya apenas leves retazos il-luminen la meva vida y tengo pocas ganas de nada. Tú eres uno de esos que em fan sonriure cuando et imaginava haciendo malabarismes para dejar tu regalo ¡pero si algunos pesaban más que tú! ¿Com hacías para pujar-lo a la cama? En la memoria de los que se van sembla que sólo queda la infantesa, ¡qué paradoja! Graciès por fer-me feliz.
Atentament Francisca Pavón
Su hijo me leyó esta misiva y otras. Los médicos le aconsejaban escribir para mantener la mente activa. También me contó, con una sonrisa cómplice, que una carta de Pérez le llegó de vuelta; que se la encontró debajo de la almohada y se echó a llorar en lugar del pequeño regalito que siempre le dejaban, primero su esposo y cuando murió este, su hijo Antonio. A Francisca le llegó correspondencia en su buzón de sueños, ese barco de arrumacos que es la cama; cuando nos retiramos a navegar por los entresijos del corazón y el subconsciente.
“Mi estimada Doña Francisca, ha sido siempre para mí un placer recibir sus cartas. El diente me hacía saber que seguía viva, transitando el camino que lleva indefectiblemente a la muerte. Ya estoy acostumbrado a dejar de recibir dientes y cartas. Pero siempre estuve deseando leer las suyas, para poder cumplir mi cometido y darle la satisfacción de hacerla sentir que es tremendamente querida. Pero si he de ser sincero, lo que más gustaba me era tener la oportunidad de probar sus arroces. Algún grano perdido en el suelo era mi alegría. Gozaba especialmente de aquel negro, negre dicen ustedes por allá, con ese gusto a mar que los ratones apenas tenemos oportunidad de disfrutar.
No tenga miedo de partir, ha vivido intensamente, ahora se va a hacer eterna como yo; habitante de un mundo sin tiempo en función de los que nos recuerdan. Usted siempre me hizo un poco más real a través de sus sueños. Ahora ya sabrá de mi cara, mis manos y juntos podremos ir dejando a sus nietos el asombro y la magia . Realmente yo no podría hacer el trabajo solo, sin la ayuda de las abuelas que me aúpan sobre la cama.
Con mucho cariño, el ratón Pérez
Esto lo redactó Federico, que continuó la atención a su abuela. Mi amigo Antonio me contó esto un día, compartiendo un arroz a banda en el puerto de Alicante. Apenas me entró un grano más, sólo el ilustrísimo chardonay de mi estimado Enrique Mendoza, lubricó suficientemente mi garganta para hacer pasar el resto de la comida.
De las cartas, no he reproducido los detalles más íntimos. Sólo quería dejar constancia de que con ilusión uno se muere más tarde o nunca se muere, vaya usted a saber. Es la ambigüedad de la existencia.
Hno Renato Vega