A Edgar Allán
Publicado: Mar, 12 Ene 2016 4:35
A Edgar Allán
A Abelardo Castillo
¡ Oh, fantasma herido por la penumbra inmolada en inertes pasos de Edgar Allán!
Suspiro, entre mediodías, entre runas, en la muerte sobre una tumba dormida de rojo.
Las palabras, los sueños son arañas, lamentaciones del destino.
Edgar, ¿Donde pusiste el ceñido lamento de las mareas del ocaso?
Tiemblan, los gritos, esos suicidas, esos pasos en la noche, los durmientes,
el tren pasa y ese agónico susurro templa los dedos del muerto.
¡Dónde está el destino, la mirada, el gesto, los panes y Jesucristo!
¡ Díos! ¿Que pecado enorme has cometido en la arena blanca?
Los dones que quiero, que imploro son secuaces ladrones del tiempo,
el tiempo, del sapo, del ojo, del león.
A Edgar Allán, envidian los ángeles, sus voces, su helado poema,
los dedos de ese reino, en esos muertos, en la garganta herida.
La dimensión del cuerpo, ese en los Castillos de Gorgon Pym,
el barco que se adentra en los demonios de ese paso inmortal.
Los mares, los mares agónicos de sangre manchan la luna,
el sueño, dentro de una pesadilla, de un murmullo otoñal.
¡ Oh, mar, mar, mar rojo de pupilas de gato, de Elena, ¡
Algún julio, serás reina, y Edgar renacerá,
sus manos, su impiadoso susurro de bebé nacido de madrugadas-.
Hoy el barco maldito pasará en medio de un mar, en una muerte,
en selvas encantadas, en brazos idílicos, en truenos abismales.-
¡ Edgar Allán, soledad, soledad, de muñecos suicidas en el rostro
estatuas, que llueven sangre en tu destino demoníaco!
A Abelardo Castillo
¡ Oh, fantasma herido por la penumbra inmolada en inertes pasos de Edgar Allán!
Suspiro, entre mediodías, entre runas, en la muerte sobre una tumba dormida de rojo.
Las palabras, los sueños son arañas, lamentaciones del destino.
Edgar, ¿Donde pusiste el ceñido lamento de las mareas del ocaso?
Tiemblan, los gritos, esos suicidas, esos pasos en la noche, los durmientes,
el tren pasa y ese agónico susurro templa los dedos del muerto.
¡Dónde está el destino, la mirada, el gesto, los panes y Jesucristo!
¡ Díos! ¿Que pecado enorme has cometido en la arena blanca?
Los dones que quiero, que imploro son secuaces ladrones del tiempo,
el tiempo, del sapo, del ojo, del león.
A Edgar Allán, envidian los ángeles, sus voces, su helado poema,
los dedos de ese reino, en esos muertos, en la garganta herida.
La dimensión del cuerpo, ese en los Castillos de Gorgon Pym,
el barco que se adentra en los demonios de ese paso inmortal.
Los mares, los mares agónicos de sangre manchan la luna,
el sueño, dentro de una pesadilla, de un murmullo otoñal.
¡ Oh, mar, mar, mar rojo de pupilas de gato, de Elena, ¡
Algún julio, serás reina, y Edgar renacerá,
sus manos, su impiadoso susurro de bebé nacido de madrugadas-.
Hoy el barco maldito pasará en medio de un mar, en una muerte,
en selvas encantadas, en brazos idílicos, en truenos abismales.-
¡ Edgar Allán, soledad, soledad, de muñecos suicidas en el rostro
estatuas, que llueven sangre en tu destino demoníaco!