Cuando pronuncio tu nombre
Publicado: Sab, 26 Dic 2015 10:34
No me dejaste el frío como testamento,
ni como herencia este silencio
quebrado entre las sienes.
Y sin embargo, aquí me ves,
reteniendo una lágrima al borde de los párpados
cuando recobro la conciencia,
en mi empeño suicida de hacer inventario
de cada ocasión desaprovechada
para perpetuar en el alma una caricia.
Ahora practico otras maneras de sentirme vivo
sin contar las vocales que faltan
a un te quiero impronunciable;
de encender una hoguera en medio del invierno
sin tener la necesidad de quemarme las manos
para que ardan las historias apócrifas
de una creencia verdadera.
Y confieso que me he sentido un hereje
cuando he sido tentado a respirar
el aire de otros océanos,
por querer descubrir los secretos que ocultan sus mareas;
aquellas que prometen llevarme
hasta un puerto lejano
donde alguien espera sin hacer preguntas.
Pero ya no es necesario
pactar una tregua con la vida
frente a sus escaparates,
inventar un color con los ojos cerrados,
o aprender el lenguaje de los ángeles
para pelear un deseo;
porque he aprendido
a esperar el cielo al final del día
y sostenerlo entre los labios
cuando pronuncio tu nombre.
ni como herencia este silencio
quebrado entre las sienes.
Y sin embargo, aquí me ves,
reteniendo una lágrima al borde de los párpados
cuando recobro la conciencia,
en mi empeño suicida de hacer inventario
de cada ocasión desaprovechada
para perpetuar en el alma una caricia.
Ahora practico otras maneras de sentirme vivo
sin contar las vocales que faltan
a un te quiero impronunciable;
de encender una hoguera en medio del invierno
sin tener la necesidad de quemarme las manos
para que ardan las historias apócrifas
de una creencia verdadera.
Y confieso que me he sentido un hereje
cuando he sido tentado a respirar
el aire de otros océanos,
por querer descubrir los secretos que ocultan sus mareas;
aquellas que prometen llevarme
hasta un puerto lejano
donde alguien espera sin hacer preguntas.
Pero ya no es necesario
pactar una tregua con la vida
frente a sus escaparates,
inventar un color con los ojos cerrados,
o aprender el lenguaje de los ángeles
para pelear un deseo;
porque he aprendido
a esperar el cielo al final del día
y sostenerlo entre los labios
cuando pronuncio tu nombre.