Editorial Alaire

Palpita, piedra roja, palpita,
despierta la memoria;
no afiles tus aristas, no dejes a tu paso un rastro
de esqueletos azules, una impronta
de sueños arrugados de infancia;
quema las mieses agostadas,
purifica la sangre enmudecida;
enciende en mis pupilas su nombre;
déjale entrar
a la acordada hora del relámpago,
que baile con la aurora
y desdente con su voz amarilla
estas uñas de sombra.
Ven,
baila conmigo
la danza del olvido
hasta que los cuervos tatúen palomas
sobre el alba;
es temprano,
no dejes todavía
que me mire a los ojos la mujer
a quien no reconozco;
y tú, hermana,
déjame vivir mis muertes blancas;
eres humo, soy humo,
bien lo sé,
pero
llevo atado a mi cintura
un mapa de latidos;
arrastro conmigo la luz deshabitada, 
puedo rehacer la antigua estructura
de los besos,
despertar los secretos augurios, 
avivar el perfume 
del temblor,
perpetuarme en sus ojos, 
porque ellos me hicieron lo que soy,
porque en mí permanece.

Grandioso, puramente grandioso; la piedra roja escarmienta el impacto de muchas emociones y queda alli, imperativa, calada, inmensa en su corazón de significados.

Ovación cerrada, querida poeta.

Abrazos.

Muy bello poema de Rosa.

Vibrante la profundidad luminosa de tus versos mi querida amiga...
Siempre grato leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Precioso, desde todos los puntos de vista.

Todo un placer de lectura, amiga Rosa.

Bicos.

Un buen ejemplo de la calidad de tu poesía. Felicidades y un abrazo.

Rosa Marzal escribió:Palpita, piedra roja, palpita,
despierta la memoria;
no afiles tus aristas, no dejes a tu paso un rastro
de esqueletos azules, una impronta
de sueños arrugados de infancia;
quema las mieses agostadas,
purifica la sangre enmudecida;
enciende en mis pupilas su nombre;
déjale entrar
a la acordada hora del relámpago,
que baile con la aurora
y desdente con su voz amarilla
estas uñas de sombra.
Ven,
baila conmigo
la danza del olvido
hasta que los cuervos tatúen palomas
sobre el alba;
es temprano,
no dejes todavía
que me mire a los ojos la mujer
a quien no reconozco;
y tú, hermana,
déjame vivir mis muertes blancas;
eres humo, soy humo,
bien lo sé,
pero
llevo atado a mi cintura
un mapa de latidos;
arrastro conmigo la luz deshabitada, 
puedo rehacer la antigua estructura
de los besos,
despertar los secretos augurios, 
avivar el perfume 
del temblor,
perpetuarme en sus ojos, 
porque ellos me hicieron lo que soy,
porque en mí permanece.

Que bello este poema, Rosa, Un corazón de piedra palpita....es el momento de realizaciones profundas que de lograrse, humanizan. Un placer leerte. ERA

Me encanta leerte, me haces disfrutar y hundirme profundamente en tus versos. Gracias, poeta, por esta maravilla.
Besos
Pilar

En tí palpita con encanto la poesía y a ti te pertenece la idiosincrasia del sentir y de la lírica
semblanza que tu pluma obtiene del idioma.

un abrazo

Déjame vivir mis muertes blancas; eres humo, soy humo, bien lo sé...
Excelente poema que sorprende la mariposa de la muerte en su vuelo más alto, más excéntrico. Me ha encantado, querida amiga. Recibe mis abrazos sinceros, Rosa y felicitaciones.

Me ha gustado mucho Rosa, es muy bello, un abrazo y Feliz Navidad, amiga.

Grandes obras de Rosa Marzal en Alaire.