Mira
Publicado: Lun, 14 Dic 2015 22:28
Aquellas rejas eran dientes afilados,
mordiendo barrigas desconchadas,
por el dolor del metileno preñadas.
La sangre azul, del animal enloquecido,
desangraba la hendidura de la sombra,
retorciendo inexplicables cuerpos,
en interminables muros del insomnio.
Se desvaneció la luz tras la cortina,
cuando ardió aquel oscuro adjetivo;
desdibujando la caricia vespertina
del vaso de leche y el bollo de pan.
Flotaba, en aquel aceite, un padre nuestro;
hervía a ras de aquellas espaldas tendidas,
como la verdad bajo el aliento de los fusiles.
Descendió la nieve púrpura de la metralla
sobre un domingo beatificado en la iglesia.
¿Cuántas nevadas,
cuántos relámpagos iluminaron las vísceras de aquellos hombres,
obligados a caminar, sin la esperanza de una madre y sin la caricia
de unas manos compañeras?
¿Qué nos queda, cuando caminamos hacia el olvido
de un amanecer anochecido en la memoria?
No más, que la imposibilidad del grito,
guardado con tesón por el frío del acero,
esculpido en el rostro de una desaparición.
¿Cómo puede callar tanto dolor
la lengua de un tiempo inmóvil?
Mira, cómo rueda mi cabeza por el precipicio
de una mirada apagada; aún arde la palabra
buscando la bondad, en medio de tanto horror.
* Dedicado a los represaliados por el franquismo.
mordiendo barrigas desconchadas,
por el dolor del metileno preñadas.
La sangre azul, del animal enloquecido,
desangraba la hendidura de la sombra,
retorciendo inexplicables cuerpos,
en interminables muros del insomnio.
Se desvaneció la luz tras la cortina,
cuando ardió aquel oscuro adjetivo;
desdibujando la caricia vespertina
del vaso de leche y el bollo de pan.
Flotaba, en aquel aceite, un padre nuestro;
hervía a ras de aquellas espaldas tendidas,
como la verdad bajo el aliento de los fusiles.
Descendió la nieve púrpura de la metralla
sobre un domingo beatificado en la iglesia.
¿Cuántas nevadas,
cuántos relámpagos iluminaron las vísceras de aquellos hombres,
obligados a caminar, sin la esperanza de una madre y sin la caricia
de unas manos compañeras?
¿Qué nos queda, cuando caminamos hacia el olvido
de un amanecer anochecido en la memoria?
No más, que la imposibilidad del grito,
guardado con tesón por el frío del acero,
esculpido en el rostro de una desaparición.
¿Cómo puede callar tanto dolor
la lengua de un tiempo inmóvil?
Mira, cómo rueda mi cabeza por el precipicio
de una mirada apagada; aún arde la palabra
buscando la bondad, en medio de tanto horror.
* Dedicado a los represaliados por el franquismo.