Editorial Alaire

J. J. M. Ferreiro escribió:Todos los caminos perdidos.
Todas las ciudades hundidas.
Todo los poderes corrompidos.
Todas las selvas incendiadas.
Pechos inéditos brindados a la guerra.
Hombres de mineral brillante
colgados de la noche eterna.
Estrellas diminutas que caían
muy adentro del corazón.
Cadáveres hinchados
rociados por la luz de luna
y en opulentas órbitas alrededor del mundo.

La nada despertando en las efigies del pasado.
Su avance resonaba sobre las lápidas del siglo.
Nos extinguíamos en un cansancio anónimo.
Así eran las imágenes del desastre
después de aquella lluvia inmediata al olvido.

Ahora sobre mis sienes, el silencio
es una rosa impura.
La lluvia se me escapa
como los cánticos
en el pozo de los encuentros.

Cavad en las tierras del cielo
hasta que sintáis el oscuro silencio del ausente.

Se intuye
la palpitación de la sombra.
Su deflación de arenas grises.
Sus láminas flacas, pesadas
como planchas de hierro.
Se intuye
los millares de formas de uno mismo
presas en sus encantamientos,
como si fuesen perlas no tocadas
hundidas en el mar de la tranquilidad.

Pilar Morte escribió:Te mandé un mensaje y veo que no está, sería un despiste al enviar. Precioso poema para detenerse en cada verso y disfrutar. Me gustó leerte
Besos
Pilar

Ligia Rafaela escribió:

Es una delicia caminar en sus letras y disfrutarlas, dejo mi rastro
como constancia de haber detenido mis pasos en tu portal.
Un buen poema es este que nos entregas para
complacencia de nuestros ojos.

Un abrazo sincero.

Rafel Calle escribió:Muy bello poema de Ferreiro.

Manuel Alonso escribió:Hermoso poema amigo Ferreiro, Feliz Navidad, un abrazo.

J. J. M. Ferreiro escribió:Todos los caminos perdidos,
las ciudades hundidas,
los poderes corruptos,
las selvas incendiadas.
Pechos inéditos brindados a la guerra.
Hombres de mineral brillante
colgados de la noche eterna.
Estrellas diminutas precipitándose
adentro de los corazones.
Cadáveres hinchados
rociados por la luz de luna,
en opulentas órbitas alrededor del mundo.

Nos extinguíamos en un cansancio anónimo.
Ahora sobre mis sienes, el silencio
es una rosa impura.

¡Cavad en las tierras del cielo!

Se intuye
la palpitación de la sombra.
Su deflación de arenas grises.
Sus láminas flacas, pesadas
como planchas de hierro.
También se auguran
los millares de formas de uno mismo
presas en sus encantamientos,
como si fuesen perlas no tocadas
hundidas en el mar de la tranquilidad.