
Cuan gritan esos malditos
exclamó Juan exaltado
hasta él llegaban los gritos
de los borrachos del bar
que gozaban de una fiesta,
y tenían excitado
a Juan sin dormir la siesta,
¡y seguían sin callar!
Y como él vivía encima
aquello era ya insoportable
daba pena y daba grima
ver tan furioso al tal Juan
que se puso de ira rojo
y con voz desagradable
exclamó con gran enojo:
¡a estos los mato o se van!
Abrió el balcón de repente,
con el bacín en la mano,
y dando un gritó potente
con los del bar se encaró,
pues que os halláis tan sedientos
otro vino y veterano
os echo en estos momentos,
este lo regalo yo.