Editorial Alaire

Pensaba que tus zapatos eran pequeños volcanes
de los que irrumpías sin querer
y en esa procesión te revelabas
a punto de quebrarte entre los martillos de la melancolía
que clavaban en el alma el óxido,
la lejanía incorporada en los perros,
... los cántaros de silencio derramando su peor ladrido.

Había un cuadro antiguo colgando en la pared
y los caballos corrían por tu pupila
para llegar al fin del mundo,
el miedo que intentaba dar clase de pintura,
el momento exacto cuando se ennegrecen las uñas,
... la acetona de la esperanza evaporada en todo.

No, María. ¿ Qué sería de nosotros si permitiéramos
que las palabras adquieran más muerte que un cuadro de caballos en agonía?
Pero de tus ojos no había salida.
Dejemos que se mueran aquí y ahora. ¿sientes el olor a caballo, sientes los besos que te doy
con otra boca, como si fuera irreal la constante depresión de la materia?

Nuestra habitación tenía una sola temporada
y había mucho frío en el armario
por eso te encerabas allí
y te masturbabas.
He vendido el cuadro. Hace tiempo que no sé nada de ti.
Los vecinos dicen que cuando no estoy en casa
un vapor denso sale por las grietas.
A veces me masturbo mirando los cientos de clavos
oxidados en la pared.
¿ De cuantas ausencias está hecha la luz?

Yo te perdono, María
y te busco entre las mujeres que pasan
con verduras en la mano
como cruzando un puente de cristal
frágil, frágil como la hora en que la calle
muestra sus dientes de farola, su risa certera de gaviota sangrando.

Marius Gabureanu escribió:Pensaba que tus zapatos eran pequeños volcanes
de los que irrumpías sin querer
y en esa procesión te revelabas
a punto de quebrarte entre los martillos de la melancolía
que clavaban en el alma el óxido,
la lejanía incorporada en los perros,
... los cántaros de silencio derramando su peor ladrido.

Había un cuadro antiguo colgando en la pared
y los caballos corrían por tu pupila
para llegar al fin del mundo,
el miedo que intentaba dar clase de pintura,
el momento exacto cuando se ennegrecen las uñas,
... la acetona de la esperanza evaporada en todo.

No, María. ¿ Qué sería de nosotros si permitiéramos
que las palabras adquieran más muerte que un cuadro de caballos en agonía?
Pero de tus ojos no había salida.
Dejemos que se mueran aquí y ahora. ¿sientes el olor a caballo, sientes los besos que te doy
con otra boca, como si fuera irreal la constante depresión de la materia?

Nuestra habitación tenía una sola temporada
y había mucho frío en el armario
por eso te encerabas allí
y te masturbabas.
He vendido el cuadro. Hace tiempo que no sé nada de ti.
Los vecinos dicen que cuando no estoy en casa
un vapor denso sale por las grietas.
A veces me masturbo mirando los cientos de clavos
oxidados en la pared.
¿ De cuantas ausencias está hecha la luz?

Yo te perdono, María
y te busco entre las mujeres que pasan
con verduras en la mano
como cruzando un puente de cristal
frágil, frágil como la hora en que la calle
muestra sus dientes de farola, su risa certera de gaviota sangrando.

Espectacular, Marius querido. La historia arranca la tela de todos los lienzos; los caballos zozobran, el perdón recela de tanta sangre desabrigada. Qué grande la última estrofa (de ovación y reverencias, para intentar ser justos).

De pie para los aplausos; abrazo enorme.

Muchas gracias, querida Hallie. No sabes la alegría que me da, (o te imaginas) es una alegría de loco, y por eso es pura. Sé, o mejor dicho adivino, como la mayoría de los que escriben en el foro, el valor de los poemas, y entonces cuando tú te acercas
reconozco la hoja, reconozco el viento y el sol, por eso digo que de alguna manera tu forma de ser es inseparable de la bondad, y que tus comentarios vibrantes simplemente amanecen en el lugar gris de mi conciencia, y hacen que de vez en cuando me sienta afortunado. Recibe mis abrazos sinceros, querida amiga.

Marius Gabureanu escribió:
Pensaba que tus zapatos eran pequeños volcanes


Yo te perdono, María
y te busco entre las mujeres que pasan
con verduras en la mano
como cruzando un puente de cristal
frágil, frágil como la hora en que la calle
muestra sus dientes de farola, su risa certera de gaviota sangrando.

Marius, realmente tu poesía es espectacular y este poema, entre otros muchos, lo demuestra.
El primer verso engancha y nos lleva hasta el final soberbio, disfrutando de cada unos de tus versos.
Felicidades y aplausos a montones.
Un beso.

Marius Gabureanu escribió:Pensaba que tus zapatos eran pequeños volcanes
de los que irrumpías sin querer
y en esa procesión te revelabas
a punto de quebrarte entre los martillos de la melancolía
que clavaban en el alma el óxido,
la lejanía incorporada en los perros,
... los cántaros de silencio derramando su peor ladrido.

Había un cuadro antiguo colgando en la pared
y los caballos corrían por tu pupila
para llegar al fin del mundo,
el miedo que intentaba dar clase de pintura,
el momento exacto cuando se ennegrecen las uñas,
... la acetona de la esperanza evaporada en todo.

No, María. ¿ Qué sería de nosotros si permitiéramos
que las palabras adquieran más muerte que un cuadro de caballos en agonía?
Pero de tus ojos no había salida.
Dejemos que se mueran aquí y ahora. ¿sientes el olor a caballo, sientes los besos que te doy
con otra boca, como si fuera irreal la constante depresión de la materia?

Nuestra habitación tenía una sola temporada
y había mucho frío en el armario
por eso te encerabas allí
y te masturbabas.
He vendido el cuadro. Hace tiempo que no sé nada de ti.
Los vecinos dicen que cuando no estoy en casa
un vapor denso sale por las grietas.
A veces me masturbo mirando los cientos de clavos
oxidados en la pared.
¿ De cuantas ausencias está hecha la luz?

Yo te perdono, María
y te busco entre las mujeres que pasan
con verduras en la mano
como cruzando un puente de cristal
frágil, frágil como la hora en que la calle
muestra sus dientes de farola, su risa certera de gaviota sangrando.

Wow! Marius, me maravillas! ERA

Un poema que crece a medida que lees y que termina con unos versos gloriosos.
Me encantó el final.
Abrazo.

Marius,

me gusta el poema, amigo. Creo que abunda en ese mundo tuyo alucinado y extremo que tan bien sabes trasmitir. Me llama mucho la atención cómo encaras el recuerdo en detalles de extraña belleza: el cuadro de los caballos, el principal de ellos, pero en relación con él: los clavos de la pared, las uñas manchadas de acetona... Se genera así una línea extrañamente racional a través de la cual es definido y trasmitido el recuerdo. Mucha originalidad, individualización de la propuesta y del texto mismo, por supuesto, pero además el "asentimiento del lector", como decía Bousoño, acaba llegando con la lectura atenta, porque debajo de la aparente alucinación late la verosimilitud de la realidad misma, siempre tan extraña.

A mí me gusta mucho.
Un abrazo.

Me parece fascinante el dramatismo que sabes imprimir a las imágenes, parece que el dolor toma cuerpo, grita, se rebela...
Ah, y qué final tan brillante, ta bello.

Una vez más felicidades, Marius, por otra magnífica entrega.

Abrazos.