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No hay sepia que por bien no venga (Uno)

Publicado: Jue, 05 Jun 2008 21:32
por Blanca Sandino
¿Han intentando separar un calamar congelado de un montón de calamares congelados? ¿Y cortar una cebolla a cachitos e introducirla en su botede champú? ¿No? ¿No?; pues yo sí, y cuando terminé... Creo que mejor será que se lo cuente desde el principio, aunque, como no sé cuánto voya extenderme, quizá tenga que verme obligada a contárselo en dos entregas :))



No hay nada, si exceptuamos un hijo en plena adolescencia, peor que un conserje servicial y amable, pensé.

Allí estaba yo. En frente del hombre más inteligente y encantador que hubiera podido soñar, y de un crío que se esforzaba en comportarse como un hombrecito, deseando olvidarme de mí. De mí, de mi aspecto, de que me había comportado como si aquella fuera la primera cita de mi vida; y de que mi falta de previsión había logrado que encontrara todo manga por hombro.

Horas antes, tras echar abajo el contenido de mi armario y descartar, descartar y descartar, me enfrenté a la única percha que quedaba en su sitio.
- ¡Daniel! –grité; y sin esperar respuesta ya que Daniel jamás respondía a la primera, volví a gritar-. ¡Daniel!
- Jo, mamá, ¿otra vez?
- Sí, lo siento, perdona. Dime que opinas de éste: ¿demasiado escotado?
- Psech -respondió sin apenas mirarme-. Prueba a ponerte lo de atrás
para delante.
Lo dijo, lo sabía, para que le dejara en paz, pero no era mala idea, así que, en el escaso espacio al que había quedado reducido el suelo de mi cuarto (el resto era prolongación del armario), di un par de vueltas ante el espejo. No, no estaba nada mal. Ya sólo me quedaba conseguir que las dos arruguitas de «carácter» y las dos «patas depollo» -porque no podía llamarlas patas de gallo- desaparecieran. Éste es uno de los problemas de llevar siempre la cara lavada: por mucho que busques no encuentras nada que pueda ayudarte.
- Daniiiiii. -Volví a gritar.
- Jo mamá, ¿otra vez?
- Anda, mira a ver si encuentras en Internet algún truquillo rápido para disimular arruguitas y cosas así. ¿Me harás ese favor?
Poco después, me tendía un folio con las pertinentes instrucciones para conseguir un milagroso «remedio casero».
- ¿Sepia? -Leí- ¿Sepia? ¡Daniel -pregunté-, ¿qué es una sepia?!
- ¡Y yo qué sé!
- Pues averígualo.
Segundos más tarde leía la respuesta en otro folio. ¡Y ya iban dos!
- Jolines, ¿y lo llama remedio casero? ¿Todo el mundo tiene una sepia en su casa? ¡Daniel!, consulta si una sepia es lo mismo que un calamar. Pero, hijo, por favor, no me lo escribas, ¡sólo dímelo!
- Siiiiiii; bueno, parecida.

¿Han intentando separar un calamar congelado de un montón de calamares congelados? ¿Y cortar una cebolla a cachitos e introducirlaen su bote de champú? ¿No?, pues yo sí, y cuando terminé, agradecí el Anexo I. En el Anexo I se insistía en la conveniencia de permanecer al menos media hora en reposo absoluto, y a ser posible tumbada. Me pareció una idea excelente. Excelente o no, creo que perdí la noción del tiempo; de pronto, un débil sonido me hizo dar un respingo e incorporarme tan acelerada como si una escuadrilla de aviones enemigos estuviesen bombardeando la casa. Fue el principio del fin.

Tras unos segundos de desconcierto intente decir: ¡el móvil!, pero no pude. Mierda, pensé, al tiempo que, haciendo equilibrios para no caer de cabeza, me abalanzaba sobre la zona del suelo en la que había quedado enterrado. Poco después, y aferrada a él, comprendí que no podría, por mucho que quisiera, incorporarme sin ayuda.

-¡¡Danf!! ¡¡Daniffff, Daniellff!!

Nunca. Nunca. Nunca aconsejaré a nadie que tome azúcar ni como posible remedio para unas agujetas que aún no se tienen; es más, advertiré a quien quiera oírme que el azucar, mezclada con ciertosi ngrediente -algunos tan poco comunes en remedios caseros como la sepia-, produce alucinaciones; o eso me pareció cuando, tras ser rescatada del montón de camisetas, pantalones y faldas, comprobé que todo lo que me rodeaba aparecía deformado y turbio, y que algo, un elemento extraño, se deslizaba despacio desde mi ojo derecho hacia mis labios, y que éstos, medio sellados por una mezcla de yogurt, miel y yema de huevo, se negaban a sonreír a pesar de lo ridícula que era lasituación.

Mientras respondía con la cabeza a su: «¿Mamá? ¡Mamá! ¿Eres tú?», y sin inmutarme por el tonillo en que lo había hecho, sorteé el paragüero, el revistero, la cómoda y el sofá, y cuando el chisme lleno de discos compactos se balanceó peligrosamente a mi paso, supe quehabía logrado cruzar el salón sin que aquella porquería: dos pegotonesde ralladura de patata casi tan duros como el cemento, se hubieran despegado de mi cara. Jurando en arameo, y asegurando en cristiano que mi próxima casa, si alguna vez la tenía, sería de ambiente minimalista, me di cuenta de que no sabía dónde estaba. Me quedé quieta. Detrás de mí, Daniel, supongo que temiendo que me pusiera a maldecir en suahili, trataba de aguantarse la risa.
-¡Agua! –exclamé, comprobando que al menos mis labios se había despegado-.
¡Necesito agua! ¿Dónde estamos?


(continuará)

Blanca Sandino

Publicado: Vie, 06 Jun 2008 15:25
por E. R. Aristy
jajajjajaja! Vaya aventura querida Blanca! Me mantuvo entretenida de principio a fin. Espero por la segunda parte. Besos.

Publicado: Vie, 06 Jun 2008 21:00
por Alonso de Molina
m'as dejao con la miel en los labios
¿me sentará mal como a ti la sepia?

venga esa segunda parte que creo intuir el final
pero prefiero "verlo" en tus letras

.

Publicado: Vie, 06 Jun 2008 21:57
por Blanca Sandino
Gracias, ERA. Muchas. Me alegra que te haya divertido la historieta. Yo también me lo pasé bien escribiéndola.

Blanca



E. R. Aristy escribió:jajajjajaja! Vaya aventura querida Blanca! Me mantuvo entretenida de principio a fin. Espero por la segunda parte. Besos.