El hombre que amaba a Shakespeare

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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F. Enrique
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El hombre que amaba a Shakespeare

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Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.
(William Shakespeare - Julius Caesar)

Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé qué algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.

Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.

In memoriam.

A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.

Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.


Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.

Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
Última edición por F. Enrique el Mar, 26 Dic 2023 16:49, editado 4 veces en total.
***
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
(Playa de la Almadraba - Fragmento)
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Ventura Morón
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Re: El hombre que leía a Shakespeare

Mensaje sin leer por Ventura Morón »

F. Enrique escribió:A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafe no le gustaba mucho la poesía, aún así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana? Así lo hacía Rafe y creo que así lo sigue haciendo.
Esa profundidad de la que hablas, esa aprehensión de lo dicho, el trasfondo de un discurso, la huella del paisaje en el que se instala, las referencias que acercan la mirada...todo, va enfocando la mirada de Rafe. Es un placer discurrir por estas lineas que dibujan una forma tan elegante y erudita de adentrarse en las letras.
Un abrazo fuerte, es un placer que vinieras a compartir amigo
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Raul Muñoz
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Re: El hombre que leía a Shakespeare

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Buena pincelada nos dejas Enrique; hay mucho sobre lo que implica leer a este gran autor y todo lo que nos dice, desde la misma sangre y linaje humanos.

Me gustó leerte en prosa.

Un abrazo, amigo.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

https://transitando-la-palabra.webnode.es/
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F. Enrique
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Re: El hombre que leía a Shakespeare

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Ya sabes, Ventura, como somos los andaluces con esto de la pronunciación, resulta que después de toda una vida llamándole Rafe me enteré a raíz de comentar precisamente este artículo que es Rafle, me lo dijo su hija y además me advirtió que se crispa cuando se confunden y le llaman de la primera forma. Rafle es, sin lugar a dudas, la persona que más ha influido en mi vocación literaria, espero que no se lo tengan en cuenta, a pesar de que no tuvo la mínima intención de hacerlo ya que él me veía como un aspirante a poeta, poco amante del trabajo y de la disciplina. Pero él necesitaba hablar de Shakespeare, de Franz Kafka, de Orson Welles y lo hacía con todo aquél que se le pusiera a mano, también conmigo. Años después pude disfrutar hasta donde es posible con una mezcla comedida y tensa al mismo tiempo, llena de magia y de arte a un actor mítico, al mejor dramaturgo que ha existido y a un director exquisito al que solo le podemos reprochar su intermitencia.

Gracias, Ventura, por la comprensión que has demostrado del texto, muy bien argumentada, mejor escrita.
***
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un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
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F. Enrique
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Re: El hombre que leía a Shakespeare

Mensaje sin leer por F. Enrique »



Creo, Raùl, que lo que me venía a decir este hombre tan peculiar, es que puedes escapar del infierno pero nunca debes olvidar que estuviste en èl, intentaba conciliar, ni más ni menos, a Shakespeare con Kafka, otra de sus debilidades. Cèsar traicionò al règimen que lo habìa encumbrado provocando, incluso entre algunos que le querían, el deseo de su desaparición, lo que sigue ya lo conocemos, incluso los republicanos más sinceros sintieron la llamada del poder y la gloria, a Marco Antonio no le sirvió de escarmiento haber sido testigo de la contemplación de la trágica muerte de su protector.

Gracias, Raúl, un abrazo.
Última edición por F. Enrique el Sab, 21 Ene 2023 17:50, editado 1 vez en total.
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F. Enrique
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Re: El hombre que leía a Shakespeare

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Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.

(William Shakespeare - Julius Caesar)
Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé que algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.

Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.

In memoriam.

A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.

Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.

Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.

Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
Última edición por F. Enrique el Vie, 27 May 2022 8:03, editado 1 vez en total.
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Re: El hombre que recitaba a Shakespeare

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Juan Carlos González Caballero10 de noviembre de 2018, 11:15

El show debe continuar, Francisco, porque pienso que la vida sin imaginación resulta un espectáculo mortal como dice el protagonista de "Las consecuencias del amor".
Esta entrada se presta a una reflexión en la que estamos todos implicados.
Me he sentido identificado tanto de un lado como del otro porque así he sido en muchas ocasiones.

*** *** *** *** ***

En mis verdes años los reaccionarios cobardes acuñaron frases y expresiones con las que rechazaban la apertura democrática. Solían decir que en España no había libertad sino libertinaje y refiriéndose a los políticos decían que eran los mismos perros con distinto collar. Hasta cierto punto llevaban razón en esto último.
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Re: El hombre que recitaba a Shakespeare

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F. Enrique escribió: Vie, 27 May 2022 7:39 Juan Carlos González Caballero10 de noviembre de 2018, 11:15

El show debe continuar, Francisco, porque pienso que la vida sin imaginación resulta un espectáculo mortal como dice el protagonista de "Las consecuencias del amor".
Esta entrada se presta a una reflexión en la que estamos todos implicados.
Me he sentido identificado tanto de un lado como del otro porque así he sido en muchas ocasiones.

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En mis verdes años los reaccionarios cobardes acuñaron frases y expresiones con las que rechazaban la apertura democrática. Solían decir que en España no había libertad sino libertinaje y refiriéndose a los políticos decían que eran los mismos perros con distinto collar. Hasta cierto punto llevaban razón en esto último.
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Re: El hombre que leía a Shakespeare

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F. Enrique escribió: Sab, 23 Ene 2016 10:31
Ya sabes, Ventura, como somos los andaluces con esto de la pronunciación, resulta que después de toda una vida llamándole Rafe me enteré a raíz de comentar precisamente este artículo que es Rafle, me lo dijo su hija y además me advirtió que se crispa cuando se confunden y le llaman de la primera forma. Rafle es, sin lugar a dudas, la persona que más ha influido en mi vocación literaria, espero que no se lo tengan en cuenta, a pesar de que no tuvo la mínima intención de hacerlo ya que él me veía como un aspirante a poeta, poco amante del trabajo y de la disciplina. Pero él necesitaba hablar de Shakespeare, de Franz Kafka, de Orson Welles y lo hacía con todo aquél que se le pusiera a mano, también conmigo. Años después pude disfrutar hasta donde es posible con una mezcla comedida y tensa al mismo tiempo, llena de magia y de arte a un actor mítico, al mejor dramaturgo que ha existido y a un director exquisito al que solo le podemos reprochar su intermitencia.

Gracias, Ventura, por la comprensión que has demostrado del texto, muy bien argumentada, mejor escrita.
Con mi pinta de meteco, de judío errante y mis cabellos a los cuatro vientos.
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un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
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Re: El hombre que amaba a Shakespeare

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F. Enrique escribió: Dom, 22 Nov 2015 19:51
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Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.
(William Shakespeare - Julius Caesar)

Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé qué algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.

Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.

In memoriam.

A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.

Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.


Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.

Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
***
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
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