Editorial Alaire

Tomo medicinas cuyos nombres no recuerdo,
decía mi abuelo.
Apenas vislumbro su rostro, más bien el estiércol de los caballos
a los que se acercaba en plena noche,
como si no hubiera existido mejor caricia
que la que recibe un caballo en pesadillas.

La perdición sabe a ciruelas, decía mi abuelo.
A veces no abría los ojos durante todo el día para que no le doliera tanta sombra.
¿A quién le tienes miedo, abuelo?
Era mi forma de estar a su lado, una pregunta.
Parpadeaba por cualquier cosa últimamente.
Caían las cerezas y parpadeaba.
Siempre tenía las rodillas heridas, por cosas del campo.

De su rostro no se asustaban los peces.
Era duro, perfectamente duro, como una roca que no aceptaba ser roca
y degradarse.

¿ A quién le tienes miedo, abuelo?
Es un trino de los pájaros, decía.
Era hermoso cuando discutía.
Un cielo enfurecido lo acompañaba.
Nervioso por llover demasiado.
Nervioso por saber que hasta el trigo se prostituye.
Sus manos temblaban como si estuvieran sosteniendo la porcelana del agobio.
Una bufanda de niebla
le protegía de las cosas inexcusables
pero no la necesitaba,
por eso se despertaba antes que los días decidieran ser grises.

En el cenicero de todas las tormentas apago sus consejos, que nunca seguí.
Del cuello me cuelgan conejos sangrando.
Los vecinos hablaban de hacerle daño,
lo escuché escondido entre las ortigas
y empecé a escribir poemas.

Marcus, me ha entusiasmado el poema, el personaje del abuelo, un placer a ido y un abrazo.

Mi querido amigo. Se expande un realismo mágico de este poema que es inabarcable. Se instala en el pecho, dentro, allí donde guardamos la niñez. Deja un poso del que uno sólo es totalmente consciente cuando lo termina. Y es porque al leerlo, lo sentimos recorrer nuestras huellas, y somos cada uno, ese niño, lo somos un poco. Un niño que nos enseña y era tan consciente, que ya sabía encontrar las auténticas razones, que no son las aparentes.
Si te digo que es maravilloso, será sólo uno de los adjetivos quye se me ocurren. Estas cosas tiene la vida, querido amigo, este contraste de llegar a conectar con esas razones, con esa belleza, cuando parecen estar menos accesibles. Aprovéchalo Marius, aprovecha este momento como algo potencialmente inmenso, te aseguro que leyéndote, no se ve límite a tu talento.
Fuerte abrazo hasta allí

Estás repleto de poesía.
Un abrazo.

Marius Gabureanu escribió:Tomo medicinas cuyos nombre no recuerdo,
decía mi abuelo.
Apenas vislumbro su rostro, mas bien el estiércol de los caballos
a los que se acercaba en plena noche,
como si no hubiera existido mejor caricia
que la que recibe un caballo en pesadillas.

La perdición sabe a ciruelas, decía mi abuelo.
A veces no abría los ojos durante todo el día, para que no le duela tanta sombra.
¿A quién le tienes miedo, abuelo?
Era mi forma de estar a su lado, una pregunta.
Parpadeaba por cualquier cosa, últimamente.
Caían las cerezas, y parpadeaba.
Siempre tenía las rodillas heridas, por cosas del campo.

De su rostro no se asustaban los peces.
Era duro, perfectamente duro, como una roca que no aceptaba ser roca
y degradarse.

¿ A quién le tienes miedo, abuelo?
Es un trino de los pájaros, decía.
Era hermoso, cuando discutía.
Un cielo enfurecido lo acompañaba.
Nervioso por llover demasiado.
Nervioso por saber que hasta el trigo se prostituye.
Sus manos temblaban como si estuvieran sosteniendo la porcelana del agobio.
Una bufanda de niebla
le protegía de las cosas inexcusables
pero no la necesitaba
por eso se despertaba antes que los días decidieran ser grises.

En el cenicero de todas las tormentas apago sus consejos, que nunca seguí.
Del cuello me cuelgan conejos sangrando.
Los vecinos hablaban de hacerle daño,
lo escuché escondido entre las ortigas
y empecé a escribir poemas.

terrible

Escribes de un modo asombroso, Marius.

Realismo mágico, belleza, infinitud, nostalgia. Una mixtura de elementos que amalgamas con maestría.

El abuelo, la bufanda de niebla, tus primeros poemas...

Realmente eres un genio, amigo poeta
Un fuerte abrazo y muchos aplausos
Ana

Bien tendido y entendido y extendido ese recuerdo que el espíritu natúrico del abuelo pone
a merced de tu verso y tu nostálgico esmero alentador.

un abrazo

Gran Reserva de Alaire.

No sé cómo se me había escapado esta genialidad de poema. Gracias por reflotarlo, Rafel. Abrazos, amigos.

Increíble!

Tú te dopas, esto no es normal.

Joder qué genialidad, para cagarse (no traduzcas, joder y cagarse son términos muy cultos).

Sé que en Rumanía las cerezas son muy importantes. Aquí también hay, me encantan, el licor no, demasiado alcohol para mí.

Y también hay muchas ortigas en Galicia, pero no me gustan, sobretodo cuando no llevas pantalón largo (emoticono risueño). O cuando te caes encima, eso sí que jode.

Es que aluciné con el poema, y no sabía qué decir, entonces hice lo de siempre, eso que hago tan a menudo, hacer el tonto.

Un beso, pero éste para tu abuelo, por haber sido quien te inspiró para escribir esta maravilla.

Cuando tenga un mal día y me sienta muy mal, vendré a leerlo de nuevo, estoy segura de que al acabar de hacerlo no me sentiré igual de mal. Tus palabras son curativas.

Queridos amigos y amigas, os agradezco de corazón, y casi siempre llego tarde, por haber leído y hacer sentida vuestra presencia en este poema. Me alegro que os ha gustado. Mis abrazos sinceros.

Genial poema Marius. Qué bien manejas el sentimiento con la palabra. Felicidades.
Besos
Pilar

Sin duda un poema fuera de lo común. Grande, grande.
Se agradecen las buenas lecturas.
Saludos poeta.

Instantes que se hacen sonora vibración y que se despliegan como un canto profundo del alma querido amigo...
Un gusto leerte siempre...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Nos haces partícipes de instantes que marcaron la infancia, en esa edad en la que comenzamos a vislumbrar entre la niebla las primeras sombras, a intuir las claves que se ocultan tras la apariencia simple de las cosas, instantes que inician los surcos de nuestra vida.

Enorme poema, querido amigo. Mi admiración, siempre.

Abrazos.