Basta
Publicado: Jue, 12 Nov 2015 17:18
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Mira los árboles que esquivan la noche,
que aguardan restos de la luz
hasta que se conviertan en grafiti en los ojos de un extraño.
Encerrarse en uno mismo es adueñarse de una nube de gritos,
es descubrir en el rock de la sangre
una parodia de ballenas naufragadas, en la playa solitaria del pecho,
que dan allí su último respiro, allí se pudren
y revelan la carcajada del éter.
A las ballenas que llueven en el alma,
a la pornografía de soledades que ha empapado todas mis vísceras,
le digo que gozo de tener dioses por cada distancia que ha penetrado mi carne
y se ha llevado lo mejor de mí hacia los soles de tumba del olvido.
A las ballenas que se pudren con sólo decir buenos días
y de repente
saber que no hay nadie alrededor
y fue tu sombra quien saludó primero,
les digo basta, basta con esta carnicería del no retorno,
basta con arrecifes de engaño,
y aunque haya alcohol en mis venas
o una catedral del miedo vestida en oro,
por más hombre que sea, le digo al silencio
¡basta de violarme
y apostar en mí por los caballos del desconsuelo!,
porque ellos no van a ganar; me pertenece la almohada de la muerte
y mi cama tendrá sábanas bien tendidas,
y la gente, al mirar el hueco
donde alguna vez descansaron mis brazos,
entenderá que simplemente hay árboles que esquivan la noche
y aguardan la agonía de la luz
hasta que se convierta en grafiti en los ojos de un extraño.
Mira los árboles que esquivan la noche,
que aguardan restos de la luz
hasta que se conviertan en grafiti en los ojos de un extraño.
Encerrarse en uno mismo es adueñarse de una nube de gritos,
es descubrir en el rock de la sangre
una parodia de ballenas naufragadas, en la playa solitaria del pecho,
que dan allí su último respiro, allí se pudren
y revelan la carcajada del éter.
A las ballenas que llueven en el alma,
a la pornografía de soledades que ha empapado todas mis vísceras,
le digo que gozo de tener dioses por cada distancia que ha penetrado mi carne
y se ha llevado lo mejor de mí hacia los soles de tumba del olvido.
A las ballenas que se pudren con sólo decir buenos días
y de repente
saber que no hay nadie alrededor
y fue tu sombra quien saludó primero,
les digo basta, basta con esta carnicería del no retorno,
basta con arrecifes de engaño,
y aunque haya alcohol en mis venas
o una catedral del miedo vestida en oro,
por más hombre que sea, le digo al silencio
¡basta de violarme
y apostar en mí por los caballos del desconsuelo!,
porque ellos no van a ganar; me pertenece la almohada de la muerte
y mi cama tendrá sábanas bien tendidas,
y la gente, al mirar el hueco
donde alguna vez descansaron mis brazos,
entenderá que simplemente hay árboles que esquivan la noche
y aguardan la agonía de la luz
hasta que se convierta en grafiti en los ojos de un extraño.