El silencio
Publicado: Mar, 03 Nov 2015 21:47
Ya nunca más volveré a escuchar el silencio. Todo es antes
de la gran explosión. Después sólo queda un ruido difuso,
a través del cual trata de abrirse paso, de nuevo, el silencio.
Ahora se condensa todo el silencio en dos piedras de granito,
que un joven, de hermoso rostro, deposita en mis manos.
-¿Qué haces aquí tan solo, hijo mío? ¡Te pareces tanto a tu madre!
Se sienta el joven a mi lado. Parece que quiere hablar conmigo,
pero no entiendo qué dice; sólo escucho el zumbido de las avispas,
saliendo de su boca.
-¡Eres tan hermoso! Quisiera que clavaras tu aguijón en mi lengua. No entiendo
por qué tanto ruido.
Siento el ligero roce de sus manos, tan tibias, que me emociono.
Yo que siempre estuve tan solo, ahora tengo a la belleza junto a mí,
con sus manos entre mis muslos.
Su rostro es terrible, su silencio es tan rotundo que quema.
¡Ay, cómo queman mis pantalones!
Sí, soy un niño que vio a su madre ahogada,
desde entonces aún me tiemblan las piernas.
-Déjate llevar, hijo mío. ¡Eres tan dulce! Tan vulnerable,
que solo tengo ganas de aplastarte entre mis manos
hambrientas de humanidad.
Es encantador el joven. Canta como un pájaro herido
antes de morir. Sus alas ya están destrozadas
por el rumor de las hambrientas langostas
que devoran con ansia la dulce miel de sus ojos.
Son tan sutiles las langostas, pero tengo miedo
de que me muerda su dolor. El placer
derrama por el aire el perfume del silencio.
Me besa, le beso, nos besamos y se junta el agua;
los árboles se levantan y caminan hacia nosotros,
lloran de emoción, extendiendo sus ramas
sobre los muslos de agua tibia. Los pájaros arden
en nuestras bocas. El silencio de la tarde calcina los huesos.
Arde su corteza entre los chasquidos de la saliva. Quieren ser,
todos queremos por fin ser.
-Ahora, ¿sientes la felicidad de los árboles? Orina hijo mío
y riega mi boca; ¡es tan cálido tu silencio, ese temblor
que me preña!
-Si es cierto que eres tan encantador, ¿por qué no tocas la flauta?
Quiero escuchar la música del silencio.
-¡Te pareces tanto a tu madre! ¡Tan dulce es el sabor de la orina!
¿Sabes, hijo mío, que la belleza estuvo herida de muerte?
Silencio, silencio… Espantoso y bello silencio
de la semilla antes de dar a luz; del pájaro
antes de levantar el vuelo; del río
callado en la mar; de la saliva
que encuentra el beso. Mudo acontecer
de los recipientes que esperan ser llenados.
Todo mi silencio cabe en una bañera.
La belleza ahora se levanta con gesto altivo,
me demuestra de lo que es capaz. Sin pudor
espanta los pájaros y devora enormes langostas.
El joven encantador lo engulle todo, se infla,
crece su vientre de maíz.
-¿Me oíste? Quiero engordar contigo,
que la música llene el vacío de mi vientre.
La belleza, llorando de emoción, sopla su flauta,
cubriendo mi boca de temblorosos jacintos.
Ya todo es silencio a mi alrededor, sí
por fin el silencio de una esponja frota un cuerpo
embadurnado de mierda.
-Hijo mío, quisiera morirme. ¡No soporto tanta belleza!
Si pudiese borrar con mi esponja tus labios.
¡Ay, cómo quema, arde el agua limpia
en el infierno de mis ojos!
Oh sí, es tan bello y cruel el silencio,
que jamás volveré, volveremos a escucharlo.
Con desesperación
quisiera morirme, pero en ello tampoco hallo consuelo;
no es posible el silencio, ahora lo sé. No descansan los muertos,
con su ruido vienen a interrumpir nuestro descanso. Ahora
los puedo ver gritar desde sus tumbas -queriendo volver a nacer-
pero no los escucho, por mucho que griten en mi vientre.
No es posible hacer el amor
con la belleza,
por mucho que se lamenten
los vivos y los muertos.
Silencio, silencio… Susurra el joven encantador,
golpeando con sus puños mi vientre.
Sigue plantado frente a mí, mirándome con cara de asco
mientras vomito todo el ruido de mi vida.
-Hijo mío, ¡te pareces tanto a tu madre! Pero ya te dije:
no es posible escuchar el silencio.
de la gran explosión. Después sólo queda un ruido difuso,
a través del cual trata de abrirse paso, de nuevo, el silencio.
Ahora se condensa todo el silencio en dos piedras de granito,
que un joven, de hermoso rostro, deposita en mis manos.
-¿Qué haces aquí tan solo, hijo mío? ¡Te pareces tanto a tu madre!
Se sienta el joven a mi lado. Parece que quiere hablar conmigo,
pero no entiendo qué dice; sólo escucho el zumbido de las avispas,
saliendo de su boca.
-¡Eres tan hermoso! Quisiera que clavaras tu aguijón en mi lengua. No entiendo
por qué tanto ruido.
Siento el ligero roce de sus manos, tan tibias, que me emociono.
Yo que siempre estuve tan solo, ahora tengo a la belleza junto a mí,
con sus manos entre mis muslos.
Su rostro es terrible, su silencio es tan rotundo que quema.
¡Ay, cómo queman mis pantalones!
Sí, soy un niño que vio a su madre ahogada,
desde entonces aún me tiemblan las piernas.
-Déjate llevar, hijo mío. ¡Eres tan dulce! Tan vulnerable,
que solo tengo ganas de aplastarte entre mis manos
hambrientas de humanidad.
Es encantador el joven. Canta como un pájaro herido
antes de morir. Sus alas ya están destrozadas
por el rumor de las hambrientas langostas
que devoran con ansia la dulce miel de sus ojos.
Son tan sutiles las langostas, pero tengo miedo
de que me muerda su dolor. El placer
derrama por el aire el perfume del silencio.
Me besa, le beso, nos besamos y se junta el agua;
los árboles se levantan y caminan hacia nosotros,
lloran de emoción, extendiendo sus ramas
sobre los muslos de agua tibia. Los pájaros arden
en nuestras bocas. El silencio de la tarde calcina los huesos.
Arde su corteza entre los chasquidos de la saliva. Quieren ser,
todos queremos por fin ser.
-Ahora, ¿sientes la felicidad de los árboles? Orina hijo mío
y riega mi boca; ¡es tan cálido tu silencio, ese temblor
que me preña!
-Si es cierto que eres tan encantador, ¿por qué no tocas la flauta?
Quiero escuchar la música del silencio.
-¡Te pareces tanto a tu madre! ¡Tan dulce es el sabor de la orina!
¿Sabes, hijo mío, que la belleza estuvo herida de muerte?
Silencio, silencio… Espantoso y bello silencio
de la semilla antes de dar a luz; del pájaro
antes de levantar el vuelo; del río
callado en la mar; de la saliva
que encuentra el beso. Mudo acontecer
de los recipientes que esperan ser llenados.
Todo mi silencio cabe en una bañera.
La belleza ahora se levanta con gesto altivo,
me demuestra de lo que es capaz. Sin pudor
espanta los pájaros y devora enormes langostas.
El joven encantador lo engulle todo, se infla,
crece su vientre de maíz.
-¿Me oíste? Quiero engordar contigo,
que la música llene el vacío de mi vientre.
La belleza, llorando de emoción, sopla su flauta,
cubriendo mi boca de temblorosos jacintos.
Ya todo es silencio a mi alrededor, sí
por fin el silencio de una esponja frota un cuerpo
embadurnado de mierda.
-Hijo mío, quisiera morirme. ¡No soporto tanta belleza!
Si pudiese borrar con mi esponja tus labios.
¡Ay, cómo quema, arde el agua limpia
en el infierno de mis ojos!
Oh sí, es tan bello y cruel el silencio,
que jamás volveré, volveremos a escucharlo.
Con desesperación
quisiera morirme, pero en ello tampoco hallo consuelo;
no es posible el silencio, ahora lo sé. No descansan los muertos,
con su ruido vienen a interrumpir nuestro descanso. Ahora
los puedo ver gritar desde sus tumbas -queriendo volver a nacer-
pero no los escucho, por mucho que griten en mi vientre.
No es posible hacer el amor
con la belleza,
por mucho que se lamenten
los vivos y los muertos.
Silencio, silencio… Susurra el joven encantador,
golpeando con sus puños mi vientre.
Sigue plantado frente a mí, mirándome con cara de asco
mientras vomito todo el ruido de mi vida.
-Hijo mío, ¡te pareces tanto a tu madre! Pero ya te dije:
no es posible escuchar el silencio.