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La vergüenza

Publicado: Vie, 16 Oct 2015 14:38
por Raul Muñoz
Ella me sostiene en sus manos ensangrentadas. Una mosca viste de luto por crímenes desconocidos. El juez dicta la sentencia espesa del silencio. Las abejas fabrican sus panales en los auditorios, donde se defiende el acusado. Está aislado de los oyentes por amplias vidrieras (espejos donde observa su rostro desfigurado por la desaprobación). El acusado es totalmente visible para el público, que, al no verse reflejado, muestra su repugnancia. A los aguijones de las abejas se unen los gritos de espanto, que llegan al acusado como silbidos que recorren su sangre. Se lleva a cabo, desde la más absoluta ignorancia, la decadente descomposición de la materia. ¿Cabe decir pensante, cuando nada sabe el acusado de qué se le acusa? Acaso, ¿es necesaria la razón para acusar?

La materia se inflama, comienza la maceración. Queda delatado el acusado por el enrojecimiento de la piel que refleja la acelerada actividad de los tejidos. Tal proceso obedece a una ley desconocida para todos, incluso para el propio juez. Ahora el cuerpo es un molde donde se irá derritiendo la ira, esa energía procedente de la combustión. Dicta el juez las posibles formas de la materia y las proteínas se repliegan sobre sí mismas. Sin saber cómo, el acusado va quedando aislado, adoptando una forma totalmente extraña para sí mismo. Comienza a ser invisible para los demás, incluso para la ley. Solo es posible el más absoluto silencio, cualquier paso en falso llevaría a una reprogramación deficitaria para el propio acusado. Su tejido se condensa aún más en torno a la masa sanguinolenta de la memoria que recorre los vasos sanguíneos. Sabe el acusado que quizá sea la última vez que se pone el sol, pues hasta entonces no había visto arder el cielo de tal manera. Quizá pensaba que formaba parte de éste, no se distinguía aún; ahora, sin embargo, intuye que se trata de una estructura molecular demasiado compleja como para ser pensada, y mucho menos para pretender formar parte de ella. Hay algo que se escapa, como la propia vida. Esto solo lo pudo saber cuando fue obligado a contemplar su rostro. Al ser privado de la libertad y encerrado en aquel auditorio, no pudo reflejarse en sus semejantes; solo quedaban los espejos y una vaga idea de la belleza que iba tomando forma en los panales. La miel con la que las abejas iban laborando endulzaba la ira, la rabia e impotencia por su malograda condición; se dulcificaba una sangre sometida al silencio de la verdad. Veía el acusado el rostro de la belleza, figurado en la decadencia y la descomposición.

Como un niño pequeño fue partícipe, con renovada conciencia, de la risa del demonio. Éste blandía al aire elefantes en miniatura y sacaba de sus bolsillos la cosmogonía de la angustia. Todo ello parecía obedecer a la ley confusa por la cual mastican las bocas. Quizá una ley deteriorada por los bostezos de los comensales y su indisimulada satisfacción al llenar sus barrigas. Quizá había una distorsión de fondo provocada por la descarada grosería que muestra la ignorancia al dar consejos, sin pensar en absoluto. Todo ello podría ser una reacción volátil de algún atisbo de conciencia en la materia. Todo ello explicaría como prende la ira de la sangre y fustiga la piel del acusado; cómo la conciencia revela su última condición, su flamígera esencia resistiendo la ineludible maceración. Ello probaría la robusta embriaguez del alcohol, que torna azul la mentira de la lengua. Así, se viste de azul la mentira y se torna el cielo celeste. Pero bien sabe el acusado que no siempre fue así. Bien sabe él que la combustión ordena la vida. No sirven pretextos ni dioses, u otras cosas semejantes, parecidas a los libros de auto ayuda, o a unas palmaditas en la espalda. ¿Qué sentido pueden tener, para la materia en descomposición, unas animadas palabras de ánimo, o un concepto tan vago e impreciso como el de la felicidad?

En los candelabros de unos ojos sin simiente, prende la vergüenza tras contemplar la última puesta de sol, antes de que llegue la noche con su última sentencia. ¿Inocente o culpable? Continua retroalimentación de las abejas que entran y salen de los oídos del acusado, que siente en sus carnes la ira de sus semejantes, quienes sin saber cómo elaboran la compleja red de la penitencia, donde caerán la ingenuidad y la inocencia para ser crucificadas. Todos tratan de salvarse y para ello es preciso la más absoluta ignorancia. La vergüenza es el proceso por el cual la conciencia se sacrifica, en aras del bien común, es decir en aras de la expiación de la culpa. El precio que paga el condenado es el de la belleza de su sufrimiento, irrenunciable placer para los espectadores, que ahora lo ven confuso y perdido entre las vidrieras del auditorio. Ignorando su presencia se dirigen a él. Su sufrimiento despierta las más enconadas pasiones de las almas que pretenden alcanzar su salvación. Ira, compasión, desprecio, burla, condescendencia, indiferencia, envidia, paternalismo y un largo etcétera, se dan cita en el juicio final, que es el de cada nuevo día. Todo ello es así porque es necesario aliviar la conciencia y aplazar al máximo la aceleración de la combustión, que sin remedio lleva a la aniquilación de la existencia ( esa vaga ilusión que ronda las mentes de los dioses, expulsados del paraíso ).

No son las moscas, es más bien la sexualidad la que viste de luto. Ya no es posible hallar placer en el amor, esto bien lo sabe la ignorancia, aunque bien lo disimule. ¿Dónde es posible hallar de nuevo el placer? Es posible que en el agravio y el ultraje, en la celebración de un juicio se dan todas las premisas para el goce ( esa vaga sensación que llena, aunque solo sea por un momento, el vacío ). Todos sabemos que el vacío es insoportable. Tan insoportable, como sentir vergüenza por el sin sentido que supone someterse a una ley cruel y ciega.

Re: La vergüenza

Publicado: Sab, 17 Oct 2015 9:29
por Hallie Hernández Alfaro
Qué buen texto, Raúl. La consistencia predomina y sobrecoge en algunos párrafos. He visto una sala habilitada para las emociones fuertes. Jueces, banquillos, miel siempre en camino de ser vida, acusados y moradores de una sociedad castigada.

Magníficos elementos descriptivos, fuerza e ingenio.

Felicitaciones, amigo; gracias por compartir.

Abrazo.

Re: La vergüenza

Publicado: Mié, 28 Oct 2015 4:32
por Raul Muñoz
Muchas gracias, Hallie. Siempre es un lujo contar con una lectora y autora de tu talla. Me alegro que despierte tu interés.

Un gran abrazo, amiga.