Nenúfares
Publicado: Dom, 20 Sep 2015 13:07
"El alma era lo mismo
que una ranita verde"
Dámaso Alonso
Hay menos elementos, nada puede ser unido,
o hay sólo raíces, no es posible hacer nada
sólo con raíces, todo es sueño, pero no sueño,
digo nombres propios para combatir esto
que me sucede y no transcurre, veo lo mínimo,
oh vida entrecerrada y qué ganas de decir oh
como una súbita onda en una charca, venida del fondo,
y aparece un nenúfar y luego una rana
y a partir de ahí elaborar la desnudez,
yo que nunca vi un nenúfar y las ranas sólo en dibujos,
pero zambullirse en ese nunca para poner los labios
en lo último, en lo primero,
aunque sí vi una charca, ya digo, todo lexemas
y toqué una rana y no sé si la vi, yo estaba hundido,
las manos en el aire, temblando,
como si cada uno de los dedos fuese el lexema
del dolor y de la lejanía
y de qué nombres hablo, me pregunto
si la presunta propiedad del nombre
está en la punta de cada uno de mis dedos
y nigún dedo puede tocarse la yema de sí mismo,
yo te lamo, decapo el vidrio del cielo,
me araño, me tapo la frente con la mano,
me duele la marea de incontables estratos,
hay que elegir ahora ahora ahora,
dónde me hallo, alargo el brazo y pienso
que la verdadera promesa es el abandono,
pienso en el verde profundo y abonado
de los ojos cerrándose abortando el ojo de una rama,
esa pequeña flor que estaba abriéndose
para decir nada, pero decir nada es sostener un eco
así que la mantengo dentro de mi ojo,
como una mosca en la lengua de una rana
antes de ser comida, qué palabra,
comida, foco universal y qué palabra,
universal, como seguir naciendo contra el ojo
invadido por una pardeza como barro para formar la luz.
que una ranita verde"
Dámaso Alonso
Hay menos elementos, nada puede ser unido,
o hay sólo raíces, no es posible hacer nada
sólo con raíces, todo es sueño, pero no sueño,
digo nombres propios para combatir esto
que me sucede y no transcurre, veo lo mínimo,
oh vida entrecerrada y qué ganas de decir oh
como una súbita onda en una charca, venida del fondo,
y aparece un nenúfar y luego una rana
y a partir de ahí elaborar la desnudez,
yo que nunca vi un nenúfar y las ranas sólo en dibujos,
pero zambullirse en ese nunca para poner los labios
en lo último, en lo primero,
aunque sí vi una charca, ya digo, todo lexemas
y toqué una rana y no sé si la vi, yo estaba hundido,
las manos en el aire, temblando,
como si cada uno de los dedos fuese el lexema
del dolor y de la lejanía
y de qué nombres hablo, me pregunto
si la presunta propiedad del nombre
está en la punta de cada uno de mis dedos
y nigún dedo puede tocarse la yema de sí mismo,
yo te lamo, decapo el vidrio del cielo,
me araño, me tapo la frente con la mano,
me duele la marea de incontables estratos,
hay que elegir ahora ahora ahora,
dónde me hallo, alargo el brazo y pienso
que la verdadera promesa es el abandono,
pienso en el verde profundo y abonado
de los ojos cerrándose abortando el ojo de una rama,
esa pequeña flor que estaba abriéndose
para decir nada, pero decir nada es sostener un eco
así que la mantengo dentro de mi ojo,
como una mosca en la lengua de una rana
antes de ser comida, qué palabra,
comida, foco universal y qué palabra,
universal, como seguir naciendo contra el ojo
invadido por una pardeza como barro para formar la luz.