Exégesis sobre el poema POESÍA ERES TÚ

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Óscar Distéfano
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Exégesis sobre el poema POESÍA ERES TÚ

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Poesía eres tú

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.


Reflexionemos sobre el famoso poema de Bécquer. Esa metáfora contundente y, a la vez, plena de sugerencias, ha creado (sigue y seguirá creando) un sorprendente impacto en todo lector amante de la poesía. A primera lectura, parecería ser una frase galante, propia del romanticismo, donde el poeta apela al recurso de la exageración para lograr la divinización de la mujer, es decir, comparándola con una sacerdotisa, a sabiendas de que la poesía siempre fue considerada como un lenguaje propio de comunicación entre el hombre y los dioses.
Sin embargo, si nos atenemos a una interpretación literal de dicha expresión, podemos visualizar una comparación efectiva. Y es posible interpretar que el sentido del mensaje no va dirigido, precisamente, a la mujer, en cuanto hembra, compañera del macho, sino en cuanto ser de esencia espiritual y forma carnal. Aunque entendemos que el mundo, cada vez con mayor negación de los prejuicios, evoluciona en su concepto de la belleza, donde la belleza masculina, desde el punto de vista de la sensualidad, compite abiertamente con la belleza femenina, aceptamos aún hoy que los atributos de la mujer conllevan características epicúreas más cercanas al concepto de poesía. Evitando cometer el absurdo de diseccionar la estructura íntegra de la mujer, en cuanto a cuerpo y espíritu, haremos una comparación circunstancial de la forma, en un sentido claramente anatómico (que también valdría hacerlo con el varón), con el propósito de llegar a una interpretación de la tajante metáfora de Bécquer.
En efecto, si observamos que existen mujeres de todo tipo de formas: gordas y flacas, altas y bajas, feas y lindas, todas ellas, características innatas; y, sucias y limpias, malas y buenas, frías y sensuales, características adquiridas, es posible lograr la abstracción de concebir la poesía con una visión semejante, porque se logra comprender que esas características no la debemos observar como elementos aislados de un todo, sino como resultados de una simbiosis profunda entre cuerpo y espíritu. Lo que ya está demostrado es que la belleza, tal como la sentimos, no proviene de la simple observación física, sino de una síntesis, donde, la emanación del espíritu penetra en la anatomía, para completar el proceso de trasmitir la belleza. Bien sabemos que existen mujeres de fisonomías perfectas que, sin embargo, no nos resultan bellas; y, opuestamente, encontramos otras, con claros rasgos físicos inarmónicos que, sin embargo, trasmiten una misteriosa e inexplicable belleza. Asimismo, la poesía, en cualquiera de sus formas estructurales (condiciones inherentes): soneto, silva, romance, verso libre, etc., y en cualquiera de sus formas estilísticas (condiciones trasmitidas por el poeta): hermética, explícita, irónica, reflexiva, optimista, pesimista, etc., puede alcanzar la belleza que emocione al lector. Sólo se tiene que dar esa simbiosis entre contenido y forma, esa emanación de la cosa dicha hacia la expresión, sin caer nunca en el fetichismo de la forma, como tampoco en el entronamiento exclusivo de la idea. Ambas polarizaciones nos llevan a concebir poemas que atentan contra la percepción integral de la belleza. En ambos casos se cae en un narcisismo frente al espejo de la palabra; por un lado, el poeta se entrega a la excitación visual frente a los resultados formales; y, por el otro, a la excitación intelectual frente a la profundidad del pensamiento poético alcanzado. Es decir que, el poema, no se constituye en un instrumento para trasmitir sentimientos verdaderos (es decir, completos), sino en un elemento de placer onanista, donde no existe la persona a quien va dirigida el mensaje poético. Sólo el equilibrio de ambos apetitos puede brindar a nuestro yo poético los nutrientes para lograr un poema donde, la estética, se constituya en una obra que aglutine armoniosamente la razón con los instintos, y esté dirigida expresamente al lector de poesía. Poesía eres tú, viene a ser, entonces, una de las más hermosas y contundentes definiciones que se hayan hecho de la poesía.
Nuestro destino no es llegar a la última estación, sino ser arrojado del tren.



http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
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