Blanco útero
Publicado: Lun, 10 Ago 2015 8:27
http://www.youtube.com/watch?v=T4mLYq9AacQ
¡Cuál fue mi sorpresa!
Quién me iba a decir
que desde la esquina
de un folio en blanco
se desplegarían
un río y un polígono industrial.
Quise mirarme en el agua
cubierta por un manto espeso.
No tenía límites mi curiosidad
cuando veía saltar a las ranas,
chapoteando en mi garganta.
Escuché un aire
que soplaba las cuerdas
de una guitarra,
también las palmas;
había alguien más conmigo.
El folio blanco navegaba
como un barco de papel.
¡Cuál fue mi sorpresa!
Cuando las chimeneas
cual hermosos flamencos
bebieron agua del río.
Ahí mismo, tan cerca de mí
y tan lejos del niño ciego
que diseñó el barquito de papel;
ahí mismo, bajo un puente
nacía el arte flamenco.
Una mirada seguía los pasos
de la bailaora,
y un oído escuchaba el llanto
de la guitarra.
Mientras, las rocas respiraban
el humo verde de una pena,
adherida cual musgo a la garganta.
No sé quién cantaba
si yo o el ilustre cantaor gitano:
“El Chocolate”.
Pero, una seguiriya
quebraba el vapor
del llanto; rasgando
el blanco papel
con las cuerdas
de una guitarra.
Dos ruiseñores ardían
en la tremenda garganta
de “Manuel Torre”,
señalando los dos días
“señalaitos”
de Santiago y Santa Ana.
Y alguien rogaba a Dios
que la cuidara.
Pero, ¿quién cantaba?
No tenía respuesta,
decidí caminar a ciegas.
¡Y cuál fue mi sorpresa!
Cuando aparecieron
las inalcanzables cumbres.
¿Qué fue del río
que desembocaba
en la mar salada?
¿Cómo podía estar tan ciego
y caminar hacia atrás?
Aún así, decidí alcanzar el cielo.
La vi caminar torpemente.
Pisaba con delicadeza la pizarra
que bailaba a sus pies.
Toda ella era una nube
a punto de desaparecer.
Era un sueño inalcanzable.
Quise aferrarme a la tierra
pero alguien la perforaba
con una excavadora.
¿Dónde mantenerse erguido?
Me pareció una broma de mal gusto
y quise detener las excavaciones.
¡Y cuál fue mi sorpresa!
Cuando, sin saber bien cómo,
en una habitación
dormía él con su mujer,
y en otra habitación
dormía yo con mi hermano.
No sé por qué abrí los ojos
para ver a una familia
demasiado extraña.
Quizá tuviera algo que ver
aquel caldo espeso
que flotaba por el agua
del polígono industrial.
Pero, ¿y aquella canción
que hablaba del hospital
donde moría una madre?
Tantas preguntas sin respuestas
amenazaban
con estrechar el canal del parto.
A ciegas me arrastré por el suelo.
¡Y cuál fue mi sorpresa
al abrir de nuevo los ojos
y ver la estrecha gruta
de cemento y hormigón!
No tenía otra salida, pero no podía salir.
Mi cabeza no pasaba por la rendija.
Resignado miré el blanco papel.
¡Y cuál fue mi sorpresa
al ver el humo verde!
Aún estaba a tiempo de salir.
Tuve que ver a mi hermano
arrastrando a un cadáver.
( lo sujetaba por los pies ).
Me reconocí
en el punto ciego del papel,
en la boca pegada a la vagina;
atrapado en el umbral uterino,
entre la vida y la muerte.
Y desperté
al oír la palabra de Dios,
desprendiéndose
de la cúpula celestial
-maternal-:
“Debes parirte en un poema“.
El vértigo de nacer o morir
está ahora escrito
en el blanco útero
del folio en blanco.
¡Cuál fue mi sorpresa!
Quién me iba a decir
que desde la esquina
de un folio en blanco
se desplegarían
un río y un polígono industrial.
Quise mirarme en el agua
cubierta por un manto espeso.
No tenía límites mi curiosidad
cuando veía saltar a las ranas,
chapoteando en mi garganta.
Escuché un aire
que soplaba las cuerdas
de una guitarra,
también las palmas;
había alguien más conmigo.
El folio blanco navegaba
como un barco de papel.
¡Cuál fue mi sorpresa!
Cuando las chimeneas
cual hermosos flamencos
bebieron agua del río.
Ahí mismo, tan cerca de mí
y tan lejos del niño ciego
que diseñó el barquito de papel;
ahí mismo, bajo un puente
nacía el arte flamenco.
Una mirada seguía los pasos
de la bailaora,
y un oído escuchaba el llanto
de la guitarra.
Mientras, las rocas respiraban
el humo verde de una pena,
adherida cual musgo a la garganta.
No sé quién cantaba
si yo o el ilustre cantaor gitano:
“El Chocolate”.
Pero, una seguiriya
quebraba el vapor
del llanto; rasgando
el blanco papel
con las cuerdas
de una guitarra.
Dos ruiseñores ardían
en la tremenda garganta
de “Manuel Torre”,
señalando los dos días
“señalaitos”
de Santiago y Santa Ana.
Y alguien rogaba a Dios
que la cuidara.
Pero, ¿quién cantaba?
No tenía respuesta,
decidí caminar a ciegas.
¡Y cuál fue mi sorpresa!
Cuando aparecieron
las inalcanzables cumbres.
¿Qué fue del río
que desembocaba
en la mar salada?
¿Cómo podía estar tan ciego
y caminar hacia atrás?
Aún así, decidí alcanzar el cielo.
La vi caminar torpemente.
Pisaba con delicadeza la pizarra
que bailaba a sus pies.
Toda ella era una nube
a punto de desaparecer.
Era un sueño inalcanzable.
Quise aferrarme a la tierra
pero alguien la perforaba
con una excavadora.
¿Dónde mantenerse erguido?
Me pareció una broma de mal gusto
y quise detener las excavaciones.
¡Y cuál fue mi sorpresa!
Cuando, sin saber bien cómo,
en una habitación
dormía él con su mujer,
y en otra habitación
dormía yo con mi hermano.
No sé por qué abrí los ojos
para ver a una familia
demasiado extraña.
Quizá tuviera algo que ver
aquel caldo espeso
que flotaba por el agua
del polígono industrial.
Pero, ¿y aquella canción
que hablaba del hospital
donde moría una madre?
Tantas preguntas sin respuestas
amenazaban
con estrechar el canal del parto.
A ciegas me arrastré por el suelo.
¡Y cuál fue mi sorpresa
al abrir de nuevo los ojos
y ver la estrecha gruta
de cemento y hormigón!
No tenía otra salida, pero no podía salir.
Mi cabeza no pasaba por la rendija.
Resignado miré el blanco papel.
¡Y cuál fue mi sorpresa
al ver el humo verde!
Aún estaba a tiempo de salir.
Tuve que ver a mi hermano
arrastrando a un cadáver.
( lo sujetaba por los pies ).
Me reconocí
en el punto ciego del papel,
en la boca pegada a la vagina;
atrapado en el umbral uterino,
entre la vida y la muerte.
Y desperté
al oír la palabra de Dios,
desprendiéndose
de la cúpula celestial
-maternal-:
“Debes parirte en un poema“.
El vértigo de nacer o morir
está ahora escrito
en el blanco útero
del folio en blanco.