Editorial Alaire

Las palabras que nadie podría comprender,
el lugar donde de niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre rompía
los cristales sin brillo de mi soledad,
esa soledad mía que tú llevabas en los ojos
aunque no pueda acordarme del dolor
que rondaba las mariposas
encendidas
flotando sobre el aceite.

Ahora dibujas en paredes que perdieron
la blancura
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares que fueron derribados
y lloran
por un barrio sin alma
que te ha dado la mano
para no entrar solo en el olvido.

Nadie podría explicar adónde fuiste,
cómo perdiste la túnica virgen
de tu imagen de niña descontenta,
por qué no llegaste a ver el rayo de luz
que traía a tus ojos la alborada.

Abro lectura y comentarios en esta despedida difícil e imagino que nada imaginada, sino muy real. Con un abrazo.
Salud.

F Enrique

Llega el mensaje al corazón
a la luz
al alma
a las fibras interiores
del lector


Maravillosos versos, querido amigo


Un abrazo fuerte

Las imágenes reflejan dolor y pérdida, querido Enrique, eres mi querido poeta triste de Alaire, un placer siempre.

Un abrazo.

Hermosos y emotivos versos, Enrique, que muestran una gran sensibilidad. Precioso poema.

Un fuerte abrazo,

Judit

Gracias, Julio, en efecto, es real, solo la muerte puede indefectiblemente con nosotros, mientras tanto tenemos la obligación de demostrar que estamos vivos.

Un abrazo.

Hermoso e interesante trabajo de Enrique.

Emocionantes tus versos querido amigo...
Te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

La nostalgia pervive en el recuerdo y tú lo describiste de forma grácil y poética y desde un fondo de amor
aun expectante.

un abrazo

[quote="F. Enrique.[/quote]

Hola Enrique, me gustó tu pòema, amigo, sabes llegar al sentimiemnto.

Un abrazo

Gomnzalo

Siempre se siente la pérdida y el amor en tus versos. Me gustó mucho el poema
Besos
Pilar

F. Enrique escribió:Las palabras que nadie podría comprender,
el lugar donde de niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre rompía
los cristales sin brillo de mi soledad,
esa soledad mía que tú llevabas en los ojos
aunque no pueda acordarme del dolor
que rondaba las mariposas
encendidas
flotando sobre el aceite.

Ahora dibujas en paredes que perdieron
la blancura
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares que fueron derribados
y lloran
por un barrio sin alma
que te ha dado la mano
para no entrar solo en el olvido.

Nadie podría explicar adónde fuiste,
cómo perdiste la túnica virgen
de tu imagen de niña descontenta,
por qué no llegaste a ver el rayo de luz
que traía a tus ojos la alborada.

Que belleza! Y a la vez, que agridulce sabor dejan estos versos. Un placer leerte Enrique, ERA

Gracias, Ricardo, siempre es difícil abordar este tipo de poemas y más difícil aún preguntarse por el resultado, vuelvo a leerlo y me da la impresión de que no está acabado. Por eso me resulta tan agradable encontrar palabras como las tuyas.

Un abrazo.

Hermoso poema, preñado de nostalgia. Mi felicitación y un abrazo.