EL ÁRBOL DE FUEGO
Publicado: Mié, 08 Jul 2015 22:04
El árbol de fuego
A Ciro Baracat Ajedrecista sampedrino
El ángel perpetuo, ese, candente de lágrimas,
ese que prende el fuego de un árbol, murió.
La planta que menciona el libro blanco,
dentro de un campo, de una mariposa, del grito,
la magia en momentos de la vida, nace.
El árbol de fuego es como un fresco ardor,
Árido umbral que se forjó en agua,
pura como la palabra agónica del rezo.
Digo cosas, cosas que se van al universo,
Juegos en los bosques del tiempo,
al mentir las baladas de flores,
al amar y no mentir que eres importante,
amigo, duende, musa,
te entrego el jugo del cenit que ciñe el verso.
En aquel crepúsculo está Neruda y su canto,
los árboles de fuego en columnas sobre Islas,
mendicante sacerdote del lirio perpetuo.
Amo, amo tu rostro y los ojos que leen mis versos,
siento, como ser pleno de amaneceres, esos frutos frescos.
Allá en la distancia están las catacumbas de pétalos,
crisálida herida por los corceles de las manos.
Estas manos se encienden, como árboles sedientos,
cuando la búsqueda de néctar mata,
es el lamento de los dioses que funden las ramas,
los cerezos, y esos peces que se suicidan en las redes del mar…
Mi mar es este amor que profeso por la palabra…
por eso le canto una vez mas al vaso de vino en tu mano,
lector de mi angustia y tu propio árbol vital.
A Ciro Baracat Ajedrecista sampedrino
El ángel perpetuo, ese, candente de lágrimas,
ese que prende el fuego de un árbol, murió.
La planta que menciona el libro blanco,
dentro de un campo, de una mariposa, del grito,
la magia en momentos de la vida, nace.
El árbol de fuego es como un fresco ardor,
Árido umbral que se forjó en agua,
pura como la palabra agónica del rezo.
Digo cosas, cosas que se van al universo,
Juegos en los bosques del tiempo,
al mentir las baladas de flores,
al amar y no mentir que eres importante,
amigo, duende, musa,
te entrego el jugo del cenit que ciñe el verso.
En aquel crepúsculo está Neruda y su canto,
los árboles de fuego en columnas sobre Islas,
mendicante sacerdote del lirio perpetuo.
Amo, amo tu rostro y los ojos que leen mis versos,
siento, como ser pleno de amaneceres, esos frutos frescos.
Allá en la distancia están las catacumbas de pétalos,
crisálida herida por los corceles de las manos.
Estas manos se encienden, como árboles sedientos,
cuando la búsqueda de néctar mata,
es el lamento de los dioses que funden las ramas,
los cerezos, y esos peces que se suicidan en las redes del mar…
Mi mar es este amor que profeso por la palabra…
por eso le canto una vez mas al vaso de vino en tu mano,
lector de mi angustia y tu propio árbol vital.