Re: Rafael
Publicado: Sab, 24 Oct 2015 11:51
Vuelvo a leerlo y otra vez me emociona grandemente. Nada hay tan profundamente insertado como la amistad verdadera, por eso duele tanto.
Un abrazo...
Pepa
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Gracias Armilo, aprecio y te agradezco el comentario.Armilo Brotón escribió:Una fantasía Ignacio, ¡qué bueno! Este homenaje al maestro Rafael de León, uno de mis poetas preferidos. Muchos se podrán escandalizar por llamar poeta a un hombre de una sensibilidad extrema pero yo disfruto de cada una de sus composiciones en voz de los grandes cantaores y tonadilleras de España.
Ese trío León, Quintero y Quiroga algún día se les pondrá en el lugar que merecen.
Me apasiona la copla y te doy las gracias por esta obra que nos has dejado con ese aire de Tatuaje y limón, muerto de amor.
Un saludo.
Duele y/o satisface.Josefa A. Sánchez escribió:Vuelvo a leerlo y otra vez me emociona grandemente. Nada hay tan profundamente insertado como la amistad verdadera, por eso duele tanto.
Un abrazo...
Pepa
Gracias, Manuel. Un abrazo.Manuel Alonso escribió:Un bellísimo poema homenaje a ese gran poeta. Un placer y un abrazo, amigo.
Me alegra tu nota, Judit. Gracias.J. Paz escribió:Tremendo y bellísmo poema donde has conseguido la emoción y la fuerza sobrecogedora del soneto del maestro. Me ha encantado.
Un abrazo y feliz día,
Judit
He tenido que destacar todo el poema, pues es un gran trabajo. Lo siento joven, vivo y único. Un abrazo.Ignacio Mincholed escribió: ↑Jue, 11 Jun 2015 0:27 En cursiva, versos glosados del poema
"Muerto de amor", de Rafael de León
...
Mantenía la voz en la borrachera
inalterable,
siempre el mismo trueno de roble.
Viejo, me decía.
Un sándwich y dos raciones de coñac.
Acariciaba la copa llorando sus senos,
mientras callaba su añoranza discreto.
Son así, me decía.
Nunca llegaba tarde
porque nadie le esperaba,
si acaso él me aguardaba.
Vamos, me decía.
Le gustaban las chicas del cuatro rosas,
las confundía pero no se daban cuenta.
Dos raciones de coñac y cacahuetes.
Esa me mira, y sonreía.
Viejo, me decía:
No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura…
Y alguna lágrima llegaba hasta la punta de algún seno.
Y yo estoy muerto, sí, como una tierna
rosa, o una gacela en la llanura…
Y le besaban, y sonreía, y yo aprendía, y me miraba
muriendo poco a poco.
Crujió la noche el tronco seco y todavía lo espera mi memoria.
...